sábado, 26 de abril de 2014

El Legado de Atena. Capitulo 43 - Imperio Azul Parte VII - Ventanas al pasado

Europa central, catorce años atrás.

Dentro de la recámara de una amplia mansión, donde los colores opacos de las paredes hacen resaltar los pintorescos juguetes en los estantes, un bebé dormía plácidamente dentro de unmoisés, rodeado por cortinas traslúcidas.
Sus respiraciones e involuntariosrespingos eran los únicos sonidos que se escuchaban esa noche, hasta que una sombra, entre muchas, cobró vida, desplazándose con libertad por la habitación. Dio un cuidadoso rodeo hasta asegurarse de que no hubiera nada que delatara su intrusión.
Convencido de no ser descubierto, se acercó a la cuna, apartando con cuidado los velos para contemplar al bebé, que fue iluminado por la tenue luz de la luna que entraba por la ventana.

La sombra permaneció allí, de pie, mirando a ese bebé cuyos bracitos se aferraban a un par de muñecos de peluche.
Aún le parecía increíble aceptar que dentro de tan indefensaenvoltura se oculte una monstruosa fuerza que sería capaz de cambiar el rumbo del mundo, sobre todo en estos tiempos de confusión.
Alargó los brazos hacia el pequeño con la intención de tomarlo y llevárselo de allí, pero como si el bebé hubiera soñado con el futuro que le esperaba si tales manos se apropiaban de él, bastó un leve sollozo de su parte para que el rugido de una bestia resonara por el lugar.

La sombra se apartó repentinamente, evitando que los afilados colmillos de una criatura cuadrúpeda se le encajaran en el brazo. En su sobresalto, tumbó una mesa que a su vez quebró un florero, logrando una reacción en cadena de ruidos que sólo incrementaron los llantos inconsolables del infante, quien  terminó por despertar.
La sombra contempló a la criatura de pelaje negro que había optado por permanecer junto a la cuna, como un perro guardián. Era tan grande como un tigre y sus ojos azules se acentuaban en una mirada hostil.
Para cuando la sombra se decidió a actuar, metiendo una mano dentro de las mangas de sus ropas, se percató de cómo un báculo de oro estaba apuntándole. Entendió que debía detenerse, pues el señor de la mansión había aparecido.

En la oscuridad del lugar, la sombra sólo podía distinguir con claridad el oro del largo báculo con la figura de un sol en su extremo superior, y los cristales de los lentes que se acomodaban sobre la nariz del amo de la pantera.
Entre el intruso y el amo hubo un silencio espeluznante, que terminó hasta que el dueño de la mansión habló por encima de los llantos del infante.
— Creí haber sido claro cuando te dije que te mantuvieras alejado de mi hijo —habló con un tono serio—. ¿Sabes la grave falta que has cometido? ¿Entrar a mi casa, sin invitación, con la intención de secuestrar a mi primogénito…? Pasé por alto muchas de tus groserías por respeto y consideración a tu madre, pero esta es una afrenta que no estoy dispuesto a tolerar, Engai.
— No me has dejado otra alternativa Hiragizawa —respondió el ensombrecido, cuyo rostro finalmente se iluminó por la luz del exterior—. Intenté hacerte entrar en razón, pero es claro que quieres quedarte con todo ese poder sólo para ti.
— Ya me cansé de explicarte que la situación no es como la planteas…
— Quizá deberíamos dejar que el consejo lo decida, ¿no te parece? —Engai amenazó una vez más.
— ¿Crees que el consejo te creerá a ti por encima de mi palabra? —Hiragizawa cuestionó.
— Es un riesgo que comienzo a considerar el más viable, sobretodo por tus rotundas negativas —Engai respondió con claro cinismo—. Es probable que no me crean del todo, pero la duda se sembrará, comenzarán las preguntas y tú deberás dar respuestas que desean ocultar a todos los corderos que tienen en sus corrales.
— Tú, como los demás, debiste olvidar… sigo sin entender cómo es que fuiste capaz de permanecer con todo ese conocimiento, pero habría sido mejor para ti perder tus memorias.De ese modo no te habrías obsesionado en buscar la verdad, no te habrías enfocado en mí, ni en mi hijo…
— ¿Sabes? Erras en una cosa, yo sí olvidé, como todas tus ovejas, pero —Engai sacó un reluciente rubí que mantuvo entre los dedos—, hay cosas en este mundo que retienen muy bien los recuerdos —sonrió—. Esto no tiene que llegar a oídos de todos, afectaría mucho a tu reputación y credibilidad dentro de nuestra comunidad, no es algo conveniente para ti, ni para el Shaman King. Todavía creo que podemos trabajar juntos… pero si no es tu deseo, entonces sólo dame al niño y nunca volverá a ser tu problema… Yo guardaré silencio y tú podrás seguir con tu cómoda vida como el líder de los hechiceros —rió.
Hiragizawa calló por segundos que le parecieron una eternidad— ¿A cuántos más se lo has dicho? —preguntó, con desconfianza.
— A los suficientes para asegurarme de que si algo me ocurre, ellos se encargarán de que tu acción no quede impune.
El hechicero que sostenía el báculo de oro como una espada, cerró los ojos por unos instantes en los que Engai creyó que estaba reconsiderandosus palabras.
Para cuando el hechicero Hiragizawa volvió a abrir sus ojos, estos brillaron con una convicción única y peligrosa.
— Siento pena por aquellos a los que has condenado con tu imprudencia —sentenció el hombre, cuyos lentes resplandecieron con una luz dorada, misma que activó un circulo a sus pies que se extendió por todo el suelo de la habitación, subiendo por las paredes y el techo, dejando símbolos y escritos que simularonlos barrotes de una jaula. Al paso de todas esas letras y signos, los objetos dentro de la habitación desaparecían sin dejar rastro, incluyendo a la bestia con fisionomía de pantera y el bebé, cuyo llanto se desvaneció como un eco que se perdía en el fondo de una cueva profunda.
— ¿Así que al final has decidido pelear? —musitó Engai, cerrando completamente la mano sobre la joya roja.
— No —respondió de forma inmediata el líder de los hechiceros—, he tomado la decisión de que tendré que ejecutarte.
Engai ocultó su sobresalto ante la sentencia, pero al saberse dentro del kekkai* del líder de la orden, no existía otra forma de salir más que derrotarlo.
— Al fin demuestras tu verdadera naturaleza —el cuerpo de Engai comenzó a emitir una poderosa aura roja que arremolinó su oscuro cabello—. Me permites comprobar que pese a todo, mis afirmaciones son ciertas, no eres más que un tirano queactúa como mesías ante un rebaño lleno de ciegos y crédulos. Sólo un monstruo como tú podría aspirar a engendrar a otro monstruo.
— En toda mi larga vida, hay decisiones que pesan en mi alma.Ésta formará parte de tal listado, pero… por encima de mi propia convicción y moral, está la promesa que le hice a mi esposa. Prefiero ser yo quien se manche las manos a permitir que tú, o cualquiera, convierta la luz que mi hijo puede traer a este mundo en oscuridad.
— ¿Oscuridad? ¿Así es como llamas al intento por defender a nuestra gente? —Engai cuestionó, conmocionado—. ¡Tú mejor que nadie entiendes el peligro que nos rodea en este mundo! —el hechicero liberó una violenta descarga que tomó la forma de un relámpago rojo.
El líder de los hechiceros interpuso el símbolo del sol de su báculo, el cual resistió el embiste constante del ataque escarlata.
—¡No sólo el Shaman King es una individuo poderoso, sino también entidades durmientes e inmortales que no demorarán en despertar! —Engai replicó, incrementando su energía espiritual, la cual generó una estridente tormenta eléctrica dentro de todo el lugar—. ¡¿Crees que alguno de ellos no se levantará queriendo reclamar este nuevo mundo?! ¡¿Convertirnos en sus esclavos?! ¡¿Crees que esta farsa de la que has sido uno de los arquitectos durará para siempre?!
El báculo dorado emitió un resplandor que cubrió el cuerpo del líder de los hechiceros, volviendo el símbolo del sol en un pararrayos que atrapó todas las centellas que buscaban dañarlo.
— ¡Necesitamos prepararnos para el peor escenario, tú, como nuestro líder, deberías comprenderlo mejor que nadie!¡La fuerza primigenia que has depositado dentro de tu vástago es lo que necesitamos para asegurar nuestra supervivencia, y yo, en este mundo, soy el único que puede transformar esa fuerza en la mejor de las armas! ¡Lo sabes! —clamó, mostrándose cansado por sus vanos intentos en superar la magia de su contrincante.
— Engai, lamento que no seas capaz de vivir con la mente en paz en esta Era que recién empieza, y en la que todos ganamos una segundad oportunidad… una nueva vida. Antes de llevar a cabo la sentencia, es mi deber decirte, sin buscar excusarme, que soy consciente del miedo del que hablas —Hiragizawa dio un leve golpe en el suelo con el extremo inferior de su báculo, siendo el instante en que una línea de escritos y símbolos dorados se despegara delos muros para servir como una cadena que sujetó el brazo derecho del hechicero renegado—, sin embargo, nuestra existencia no puede reducirse sólo a temer aquello que nos rodea.
Engai intentó liberarse, pero otro golpe del báculo de oro en el suelo liberó una segunda cadena que hirió la mano con la que sujetaba su joya roja, obligándolo a soltarla. Tras dos toques más, el hechicero renegado ya se encontraba encadenado y de rodillas ante el líder de la orden, quien entre la oscuridad y el contraste dela luz dorada de su artilugio mágico, revelaba una apariencia intimidante, totalmente distinta a la del hombre amable y paciente que dirigía de forma caballa Orden de la Hechicería.
Hiragizawa avanzó hacia él, pisando el rubí que estaba en el suelo, rompiéndolo con la facilidad con la que habría pulverizado una ordinaria baratija de cristal.
El joven Engai sudó copiosamente ante la siniestrafigura, en cuyos ojos podía verse reflejado por los lentes que portaba.
— Lo único que puedo prometerte es que defenderé a nuestra comunidad a toda costa. Tengo fe en aquellos que ahora lideran nuestro mundo, pero tienesmi palabra de que en el instante en que alguno de ellos busque romper con esa tregua, protegeréa nuestra gente con la misma ferocidad con la que tú me has desafiado —Hiragizawa prometió.
— ¡Podrás engañar a todos con tu hipocresía, pero yo…! ¡¡Ojalá todos puedan ver lo que en verdad eres... maldito!! —Engai escupió en un desesperado arranque, lo que llevó a que otra cadena más se le metiera entre los dientes, impidiéndole hablar, sólo bufar de rabia.
Hiragizawa alzó su báculo con una sola malo, ladeándolo de tal forma en la que los largos y filosos picos que forman los rayos del sol tomaran la función de cuchillas cortantes.
— Es cierto… he mentido, aunque si pudiera olvidar todo lo que sé, lo haría con gusto… pero las fuerzas de este mundo son sabias y han elegido a quienes merecen conservar los recuerdos tortuosos de la vieja Era;a veces como un premio, aotros como un castigo. Para mí es lo segundo.En ambos casos, todos compartimos el mismo objetivo: guiar a nuestra gente, protegerla… —habló de una manera tan suave e impasible, que resultó inesperado el golpe que dio con su báculo.
Engai gorgoteó sangre por la boca cuando el filo más largo de ese sol se le incrustara en la base izquierda del cuello, en un golpe descendente que bien pudo haberle alcanzado el corazón.
— Y es cuando debo repetirte, que por encima de tales maldiciones y obligaciones, siempre —tomó una larga bocanada de aire para musitar—… siempre estará Sugita —con una terrorífica frialdad.




 Capitulo 43
Imperio Azul, parte VII
Ventanas al pasado.

La Atlántida, reino de Poseidón.

Engai, Patrono de la Stella de Fortis, arremetía con ataques rápidos que emergían de dos rubíes que flotaban a su alrededor.
El Patrono había lanzado al aire seis joyas rojas de diferentes tamaños, las cuales permanecieron suspendidas en el aire, formando un halo alrededor de sus hombros. Ante cada ataquea distancia, sólo dos de ellas disparaban ráfagas fulminantes que Sugita se limitó a desviar con el filo de su brazo derecho, ocasionando sonoras explosiones que impactaban contra los duros muros que los rodeaban.

El santo dorado se permitía retroceder al sentir curiosidad por la historia que relataba su enemigo, demorando su decisión para contraatacar, pero al mismo tiempo estudiando su estilo de combate.
Los proyectiles del Patrono eran veloces, sin embargo, el santo de Atena era capaz de rebotar dos de ellos en un sólo movimiento.
— Tú padre es un asesino nato que no tuvo clemencia. Y el muy  canalla ocultó su ruin acción sin que nadie pudiera vincularlo con mi desaparición —continuó el hechicero cubierto por una armadura aguamarina.
— Si tus palabras son verídicas, ¿cómo es que pudiste sobrevivir? —cuestionó el santo dorado de Capricornio, utilizando su velocidad para evadir una última descarga.
— Experimenté el frío de la muerte, una sensación que me eriza la piel cada que recuerdoel momento —Engai se frotó las manos por mero reflejo—. Me perdí dentro de un foso de oscuridad y de pronto me encontré en ese limbo blanco dondeahora mora la muerte y te conduce hacia el destino final —el Patrono detuvo su ofensiva, mirando al santo aún desde lo alto—. Es un lugar donde no controlas tu cuerpo ni piensas con claridad, mis piernas avanzaban por sí mismas hacia ese aterrador tornado de luz del que pude escuchar la voz de mifallecido padre, llamándome —cerró los ojos, golpeado por esas sensaciones que recordaba con claridad—.Admito que sentí una paz abrumadora y un deseo de verlo más allá de mi control, por lo que dejé de pensar en cómo es que había llegado allí, ni temí a la idea de estar muerto.Lo único que piensas es llegar a ese sitio donde alguien amado te espera con los brazos abiertos…. ¡Es sencillamente cruel y aterrador si lo meditas! —Bramó, sonriendo ante lo contrastante de sus palabras con sus verdaderos sentimientos—.Pero cuando todavía ese portal estaba lejos de mi alcance, sentí cómo alguien sujetó mi brazo para detenerme.
Engai estiró su brazo hacia atrás, buscando recrear pobremente el suceso que relatan sus labios—. Y al mirar sobre mi hombro, vi a un hombre sosteniendo mi muñeca, y con su simple tacto, mis pies, controlados por los hilos de la muerte, dejaron de moverse.
El Patrono se quedó mirando el vacío, reviviendo en su mente el instante en que tal presencia hizo contacto con él y lo salvó de la muerte—. Creí que se trataría de la misma parca encarnada, por el halo místico que lo cubría.Pero cuando me preguntó:“¿A dónde vas?”, con tan simples palabras pude despertar de ese trance maligno. Él me soltó, pero con tan sólo haberme tocado, fue como si la muerte ya no tuviera poder sobre mí, o más bien, que temiera ponerme un dedo encima con él presente —sonrió con una mezcla de admiración  y cinismo—.Es cuando pude decidir si continuar con mi camino, o rechazar el final de mis días para caminar a su lado. El señor Avanish me salvó, por eso decidí servirle, sobretodo porque él compartemi mismo temor… en este mundo de ciegos e ignorantes, sólo pocos estamos dispuestos a hacer lo necesario para salvarlo de los antiguos males, que ni siquiera tanta destrucción ha logrado purgar de este mundo.
Engai suavizó la mirada un instante en que devolvió su atención al guerrero de Atena, quien había escuchado cada palabra. El Patrono se sintió cómo un padre contando una fábula.
— Él me prometió darme poder para lograr mi meta, a cambio de que olvidara mi deseo de venganza contra Hiragizawa… ¿Imaginas lo difícil que fue?, pero logré contenerme, sólo porque él me lo pidió —explicó, como si el tema careciera de  importancia—. Tu padre tiene el poder de la clarividencia, así es como pudo deshacerse de aquellos que fueron mis subordinados antes de que pudieran actuar… Pero es como he dicho siempre, un monstruo sólo puede engendrar a otro monstruo —dijo, dedicándole una mirada acusadora.
Sugita tragó un poco de saliva, sintiéndose muy confundido. Se negaba apensar que su padre podría ser la clase de hombre que recurriera a acciones tan despiadadas. Le era difícil de creer tras haberse reencontrado con él después de tantos años, sabiéndolo un hombre tan bondadoso y afable.
— Parece que te has quedado sin palabras… lo que admiro es que no estás preguntando por lo que acabo de decirte sobre ti mismo…. ¿O es que acaso ya lo sabías? —el Patrono se mostró curioso.
— No creo que tus palabras sean de confianza —el santo aclaró, con el ceño fruncido—… Eres mi enemigo, y el de mi padre, ¿cómo saber que hay verdad en ellas?
— Entiendo perfectamente tu sentir. Yo… es cierto que mi promesa me obligó a dejar mi absurdo objetivo pero, no significa que haya dejado de observar lo que antes fue mi mundo, mi hogar. Y tras ese día puedo decir con seguridad que tu padre entendió que lo nuestro no terminaría allí. De pronto, el conocido hijo de Hiragizawa desapareció, y el padre alegó que fue entregado a un tutor que se encargaría de su educación hasta llegar a la mayoría de edad… así es como te volviste un rumor que voló lejos de ese círculo… incluso yo te perdí la pista. Al pasar los años, me desentendí por completo ya que había planes mucho más importantes que requerían mi atención… Pero lo último que hubiera imaginado es que te volvería a ver de esta forma… ¡y que te convertirías en un santo de Atena! —Engai celebró la ironía, alzando los brazos—.El destino tiene un sentido del humor extraño… o quizá el señor Avanish lo sabía y por eso me pidió esperar —comenzó a deducir, restándole importancia a la pelea que había pausado—, sabiendo que un día volvería a encontrarte… en un momento justo y mucho más adecuado que hace catorce años.
Sugita de Capricornio recapituló por unos instantes su vida, la corta infancia que vivió con su padre en un sitio inhóspito, el tiempo que entrenó junto a su maestro viajando constantemente por el mundo y cómo es que desde que arribó al Santuario mucho de ese pasado que ignoraba ha buscado alcanzarlo. Sin contar muchos sucesos extraños que lo han acompañado desde que tiene memoria, las voces que suele escuchar y la forma tan rápida que sus heridas sanan a diferencia de todos los demás guerreros. Pese a que creyó que había encontrado la verdad en la Atlántida a través de Sorrento, continuaban los extraños enigmas de su origen… ¿fue tan desafortunada la estrella bajo la que nació, como para tener que cargar con el peso de tantas maldiciones y responsabilidades? ¿Hay alguna razón para que en él se encierren tantos secretos? Y por encima de todo, ¿mantener oculto tales secretos valdrá la pena como para que su padre, un hombre recto y respetado, haya decidido silenciar a todos los que pusieron en peligro la cerradura de tal verdad?

Tras sacudir la cabeza de forma negativa, Sugita logró decir—. Es cierto que mi vida ha estado repleta de vacíos que poco a poco se han ido llenando… pero, aunque tus palabras sean ciertas, no me puedo permitir, en este momento, poner en duda mi propia existencia —Sugita dijo con gran determinación—.Sea un monstruo o un humano, un marino o un santo, seré un hombre fiel a los ideales que he aprendido por mí mismo todo estos años —elevó su cosmos dorado, blandiendo el filo de Excalibur en su brazo derecho—. El hombre que soy ahora es lo que importa, lo que aconteció en mi pasado, incluso lo que sucedió antes de mi nacimiento, no va a apartarme del camino que he elegido. ¡Soy el santo de Capricornio, el guardián de la decima casa del zodiaco, y si me enfrento a ti no es por las rencillas que tengas con mi padre, sino por la afrenta que ustedes, los Patronos, han cometido contra el Santuario!
— Valientes palabras —Engai rió—. Si esa es tu posición, disculparás que yo no pueda tratarte con la misma indiferencia… ¡esta es una pelea personal, y con mi triunfo obtendré una gran satisfacción que me ha estado aguardando durante años!

El cosmos del Patrono de Fortis desató una tormenta eléctrica, cuyos rayos rojos destrozaban todo lo que tocaban. Sugita se movilizó sagazmente entre ellos, abriéndose camino por la tempestad. Se percató de cómo su capa se deshizo al ser atravesada por un par de saetas.
Buscó una abertura por la que pudiera atacar, lanzando su golpe cortante con gran precisión. La energía dorada viajó a través del suelo y los relámpagos para golpear al creador de la tormenta.
Engai se percató del inminente impacto, pero sólo le bastó un pensamiento para que uno de sus rubíes reaccionara y emitiera un resplandor que se extendió como un manto protector que lo envolvió. La energía cortante luchó por atravesar ese campo, pero terminó dispersándose en inofensivas partículas luminosas.
La sorpresa fue clara en la expresión del santo de Capricornio, lo que obligó al Patrono a sonreír todavía más.
— Con esa clase de ataques tan insignificantes nunca mepodrás vencer.Esperaba un poco más de los nombrados santos de Atena, pero sigues siendo un muchacho… tan inexperto —Engai habló, comenzando a levitar por acción de uno de los rubíes. El campo protector lo envolvió hasta crear una esfera perfecta a su alrededor—. Pero no te puedo culpar, yo también fui como tú, cuando ilusamente intenté combatir con tu padre. ¿Me arrepiento? No del todo, pues esa derrota me enseñó mucho y me mostró una vereda por la que he podido pulir mis habilidades —una de las piedras rojas se separó de las demás y se posó sobre el dedo índice de Engai—. Mi magia jamás habría alcanzado estos límites de no ser por ello, pero ya lo experimentarás en carne propia…
En el suelo bajo el que el Patrono flotaba, unas ramas espinosas comenzaron a brotar, delgadas, rectas y zigzagueantes, que cubrieron gran parte del campo de batalla, creciendo comouna telaraña torcida en la superficie. Las ramificaciones parecían estar hechas de rubísólido, pero de alguna manerapalpitabantal cual fueran venas que conducían sangre.
— Comencemos —el Patrono musitó, dejando que su energía fluyera por todas esa estructura carmesí.

*-*-*-

Sin vacilación, Caribdis de Scylla se arrojó sobre la rival que eligió. La rodeó con sus brazos y tras un impulso de su cosmos la llevó lo más lejos que le fuera posible de los demás.
Leviatán de Coto se dejó arrastrar durante segundos en los que no opuso resistencia, aunque en sus ojos continuaba el desconcierto que encadenaban sus brazos y suprimían su violencia. Mascuando su confusión se volvió frustración, inmediatamente desplegó su energía para liberarse.
Cuando el forcejeo entre ambas comenzó, Caribdis sólo fue capaz de retenerla un par de segundos más, hasta que la Patrono zafó su brazo derecho y asestó un fuerte puñetazo en el rostro de la marine shogun.
— ¡Ya suéltame! —bramó enfurecida.
Caribdis se alejó sólo para, tras un pestañeo,nuevamente lanzarsea toda velocidad contra su enemiga, a la cual pateó bruscamente por un costado.
— ¡¿Por qué?! —Leviatán bramó con poco aliento, sobreponiéndose inmediatamente al golpe sólo para contraatacar.
Ambas guerreras se enfrentaron con ataques físicos a la velocidad de la luz. El intercambio de golpes las llevó a desplazarse por el interior del palacio hasta que Caribdis sujetara a la Patrono por los hombros y, sin soltarla, la estrellara contra un muro que logró mantenerse en pie.
En respuesta, Leviatán la imitó.Cambiando la situación, ella estrelló a la marine shogun, rompiendo la superficie cuarteada por la que salió como bólido hacia el exterior del palacio marino.
— ¡Basta Karón! ¡Ya basta! — Gritó la Patrono, permaneciendo en el umbral derruido. Miró con furia a la marine shogun, quien a lo lejos ya se encontraba de pie y con la guardia en alto.
— ¡Sé que eres tú, Karón! —insistió la malhumorada Patrono, quien haciendo gran esfuerzo frenaba su instintiva agresividad—. ¡¿Acaso no me reconoces?! ¡Soy yo, Leviatán!
— Tu presentación erainnecesaria —respondió la marine shogun con un gesto inexpresivo —. Pero es descortés no decir tu nombre a quien te ha dado el suyo —recordó que alguna vez la reprendióBehula por ello—… mi nombre es Caribdis —terminó diciendo, al mismo tiempo que elevó su cosmos, el cual fluyó como una feroz ventisca a su alrededor —,y me niego a hablar más contigo.
El viento que rodeaba a la marine shogun  tomó inesperadamente la forma de un enorme osoque la silueta de Caribdis parecía controlar desde dentro.
¡Oso infernal!
Leviatán vio a esa gigantesca bestia saltarle encima, no pudo siquiera parpadear cuando recibió un zarpazo en el costado, hiriendosu piel expuesta.
La Patrono fue lanzada hacia el aire, víctima de la potencia de esa fuerza descomunal, tras lo que terminó por  caer al suelo. Lejos de encontrarse aturdida, se incorporó lentamente, palpando su costado herido. Contempló la sangre en su mano manchada para después dedicarle una expresión de indignación a la marine shogun.
— Karón… ¿por qué? ¿Qué es lo que te han hecho? —cuestionó en un hilo de voz, para después exclamar—. ¡¿De verdad no me recuerdas?! ¡¿Es que acaso decidiste traicionar todo lo que juramos?! ¡¿O ese monstruo de Poseidón trastornó tu cabeza para que levantaras tu puño contra tu propia gente?! ¡Respóndeme!
Sin mostrarse afectada por los reclamos, Caribdis elevó su cosmos una vez más, el cual volvió a girar como un tornado a su alrededor para tomar una gigantesca forma.
¡Serpiente asesina!
La serpiente alcanzó a Leviatán, envolviéndola como a una presa a la que buscaba estrangularcon fuertes apretujones.
La Patrono lanzó un par de quejidos ante la tortura, reprendiéndose a sí misma por permitirse caer en las técnicas de su enemiga.
La fuerza aplicada en ella buscaba sin duda matarla, por lo que Leviatán entendió que esa chica no estaba fingiendo, ni mucho menos bromeando, en verdad la consideraba su enemiga y estaba peleando para defender al señor de los sietes mares.
Leviatán decidió que no podía dejarse morir sólo porque dudaba en atacar a una antigua amiga. Pero también, protegió su conciencia pensando en que podría tratarse de alguien que se le pareciese, una impostora, sería fácil sólo creer en ello y combatirla sin compasión… aunque una parte de ella, la quele exigía su yo del pasado, estaba dispuesta a confirmarlo.

La Patrono expulsó su energía, la cual actuó como una barrera entre su cuerpo y el viento comprimido que le daba forma a la serpiente, expandiéndose poco a poco hasta que, tras un grito de Leviatán estalló en miles de ráfagas cortantes que desbarataron la imagen del reptil.
Caribdis se impulsó hacia atrás, evadiendo el torrente violento de cosmos. Iba a contraatacar de inmediato cuando Leviatán extendió los brazos hacia ella e inmovilizó por completo su cuerpo.
— He sido amable contigo sólo por el pasado que nos ata… pero llegó el momento de que conozcas mi verdadera fuerza —la Patrono dijo, empleando la telequinesis sobre su rival.
Caribdis sintió la pesadez en su cuerpo y cómo es que sus piernas estaban siendo obligadas a tocar el suelo, pero tras un fuerte suspiro, la marine shogun logró alzar los brazos, imitando a la Patrono y logrando el mismo efecto en ella.
Leviatán abrió los ojos sorprendida al resentir esa fuerza psíquica en su cuerpo, por lo que tuvo que dividir esfuerzos para defenderse y al mismo tiempo continuar con el ataque.
El rostro de Caribdis se mantuvo sereno pese a la batalla mental.
Tras un bufido, Leviatán logró enviar una onda psíquica que golpeó el rostro de la marine shogun. Caribdis resintió una intensa punzada en la frente que separó su casco de su cabeza. Fue un mero momento en que permaneció con la barbilla hacia el cielo, pero al volver a mirar a Levitan, ésta pudo salir de su gran duda.

Las escamas rosadas que tupían la frente de la marine shogun de Caribdis confirmaron su alegría, pero a la vez temor.
— Karón, en verdad eres tú… Quizá todo habría sido más sencillo si fueras otra persona, pero el destino decidió divertirse con nosotras. ¡Es momento de que te dejes de juegos! —rugió, superando la fuerza psíquica de Caribdis por unos instantes.
La marine shogun sintió cómo su cuerpo se doblaba hacia atrás, pero logró  mantenerse en pie.
— ¡Dime si realmente no me recuerdas, Karón! ¡Dímelo! —Leviatán exigió, enfurecida ante el rostro indiferente de la guerrera—. ¡O sólo admite que te volviste una traidora!
— Mi nombre… es Caribdis —musitó, instantes antes de que su telequinesis superara la de Leviatán y la alzara violentamente en el aire, rompiendosus defensas psíquicas y torciendo bruscamente su cuerpo—. El Emperador Poseidón me dio ese nombre.
— Ya veo… parece que ese maldito se encargó de fastidiarte la memoria sólo para tenerte como subordinada —Leviatán llegó a tal conjetura—. Pero no te preocupes Karón, me encargaré de que me recuerdes, ¡aunque tenga que ser a golpes! —empleando gran concentración, Leviatán realzó sus barreras mentales, por lo que se liberó de la telequinesis de su oponente.
Conforme descendía a tierra tras una larga caída, observó cómo la marine shogun se alistó para atacarle.
¡Ataque Vampiro! — el viento que Caribdis manipulaba con maestría, la cubrió hasta tomar la forma de un fiero murciélago que ascendió en su dirección.
— ¡Tonta! ¡¿De verdad crees que el poder de tus miserables bestias se compara con la que me respalda?! ¡Patada de Leviatán! —su cuerpo giró sobre su propio eje, generando un tornado que se extendió hasta adoptar la forma de un dragón de viento.
La colisión de ambas fuerzas causó un estruendo que terminó con la visión de Leviatán encajando ambos talones en el vientre de la marine shogun.

La potencia con la que la Patrono arrastró e impactó a la marine shogun contra el suelo resultó devastadora.
Caribdis dio un fuerte grito de dolor, escupiendo sangre. Leviatán la levantó por el cuello usando su telequinesis, estirando sus brazos como si cadenas invisibles la ataran al cielo.
La Patrono arremetió contra ella, dándole sonoros puñetazos por todo el cuerpo.
— ¡Verte vestida con esta armadura me repugna! ¡La hare añicos!—clamó la despiadada chica de cabello azul, sin dejar de arremeter contra Caribdis—. ¡¿Cómo pudiste ser tan débil?! ¡Fuiste reducida a un peón! ¡Pero no te preocupes amiga mía, yo te liberaré, te haré recordar!
Antes de que un severo puñetazo le golpeara el estómago, la marine shogun volvió a retomar el control de su cuerpo, pudiendo atrapar entre sus puños los de la Patrono.
Ambas comenzaron un duelo de fuerza en las que sus manos no se soltaban ni se doblaban por la presión ejercida.
En los ojos de Leviatán de Coto había una mezcla de dolor y odio, mientras que en los de Caribdis de Scyllapersistíala calma e indiferencia.
— No tengo nada que recordar…. —la marine shogun musitó, teniendo hilillos de sangre corriendo por su mentón.
Leviatán tensó la mirada aún más, materializando su cosmos torrencial, pero Caribdis fue más rápida y tras un estruendoso cabezazo terminó con el duelo de fuerza.
La marine shogun dio un pequeño salto hacia atrás sólo para expulsar de manera violenta su cosmos huracanado, el cual adoptó la forma de un ave de grandes alas.
— ¡Águila poderosa!

Leviatán interpuso las manos, desplegando su propia ventisca para defenderse. El cosmos de Caribdis la empujó varios metros en los que sus pies dejaron trazos en el suelo. La Patrono creyó haberla repelido, pero el águila aleteó bruscamente, generando un aire cortante que partió en dos el campo protector de Leviatán, una brecha por el que logró entrar y golpearla en la cabeza.
Las garras del ave pasaron por el rostro de la chica, volándole el casco en su ascenso.
Leviatán rodó en el suelo, pero con un bufido repuso fuerzas, logrando frenar e incorporarse. Se limpió la sangre que brotó de la profunda herida en su pómulo izquierdo.
— “No tengo nada que recordar” —la Patrono repitió con incredulidad, dedicándole una mirada de desprecio, pasándose la mano por la frente que se encontraba llena de escamas de color zafiro—. Eres una atlante, justo como yo ¿eso lo has olvidado? —cuestionó, mostrándole el mismo rasgo de nacimiento que compartían—. ¿Olvidaste lo que significaeso? ¿Olvidaste nuestra cárcel? ¿Olvidaste nuestro infortunio? —reprochó—. Mi querida amiga, la maldición que ese tirano ha puesto en ti me motiva aún más para desear su muerte y olvido. No sé si aún pueda hacer algo por ti, pero ya que estás en mi camino, no me queda más remedio que apartarte —sentenció.
La energía de Leviatán se elevó a niveles que sobrepasaban los que había mostrado con anterioridad. El resplandor azul de su aura envolvió aquella zona y le dio la apariencia de la lúgubre morada en la que tuvo el infortunio de nacer.
El estremecimiento en el aire no parecía impresionar a Caribdis, quien permaneció muda y en espera.
— Lástima que no lo recuerdes, quizá así te abstendrías de buscar batalla conmigo, pero siempre fui más fuerte que tú, mucho más capaz… y ya que he aprendido a dominar el poder que circula por nuestra sangre, la de nuestro despreciable padre, Poseidón, lo usaré sin remordimiento.
— No deberías hablar de esa forma de tu Emperador —la marine shogun advirtió.
— ¡Yo ya tengo un Emperador! —gritó furiosa, al tiempo en que su cosmos se extendiera aún más, formando una tormenta de fuertes corrientes que incluso removieron el agua sobre sus cabezas.
Cuando un poco de agua salada cayó sobre su rostro, Caribdis frunció el entrecejo al ver cómo es que la tormenta creada por la Patrono deformaba ese pequeño trozo del reino de su señor, y causaba estragos en su palacio.
Los estruendos y centellas que circularon por el aire rezumbaron en los oídos de la marine shogun, quien había sido atrapada por ese cosmos huracanado.
— ¡Y él me ha dado la libertad para devastar este reino hasta sus cimientos si es mi deseo! ¡Karón, contempla el poder que por tanto tiempo buscamos! ¡Aquel que prometimos usar para liberar a nuestro pueblo! —Leviatán cruzó los brazos de manera horizontal para separarlos súbitamente hacia los costados— ¡Tormento Atlántico!
Dentro de la zona de batalla, la tormenta sopló con una fuerza avasalladora de diez huracanes. Aunque la marine shogun de Scylla mantuvo los pies en el suelo por escasos momentos, terminó siendo levantada por la feroz ventisca.
El fenómenoestalló con un rugido bestial, la presión y el golpeteo afilado del viento derrumbó el ala frontal del palacio de Poseidón, arrastrando todos y cada uno de los escombros de la construcción, así como algunos grandes pedazos de piedra que fueron arrancados del suelo y de las cordilleras cercanas.
En el aire, todos esos objetos terminaban por reducirse a polvo por la intensa fuerza que los aplastaba y cortaba.
Caribdis de Scylla gritó adolorida, pero todos los sonidos se perdían dentro del soplido del cosmos de Leviatán.
Sobre ellas, en el techo oceánico, se marcó un enorme boquete que abarcaba la circunferencia de la tormenta que obligó al agua a girar como un remolino marino, succionando todo lo que llegaba a él.
Caribdis sufrió múltiples heridas que inyectaron un abominable dolor por su cuerpo, mientras todos sus sentidos se saturaron por el poder de la monstruosa tormenta. Su scale sagrada terminó por romperse, quedando sólo vestigios de su hermosa estructura cubriendo brazos y piernas.
La marine shogun siguió con la mirada el trayecto de esas piezas doradas y anaranjadas, las cuales se precipitaron a mayor velocidad hacia aquel agujero negro en el mar.
Caribdis abrió los ojos espantada, reviviendo las memorias angustiantes de su pasado, el momento en que enfrentó aquel tétrico portal acuático…Pero en esta ocasión no había una mano firme sujetando la suya con camaradería y confianza.
El terror del pasado la paralizó por completo, por lo que su cuerpo terminó por ser devorado por aquel remolino que, ante sus ojos, eran las fauces de un abominable dragón.

*-*-*-*-*-*

Enoc, dragón del mar,miró por breves segundos a la inconscienteBehula, a quien sujetaba en brazos. La sabía con vida, pero desconocía por cuanto tiempo.
Allí de pie, lejos del palacio del Emperador, tenía pensamientos confusos sobre cómo es que terminó por dejar su puesto…
Sólo escuchó la voz de Caribdis en su mente, suplicándoselo. Ella le aseguró que protegería el palacio en su lugar, pero tenía que salvar a la marine shogun de Chrysaor, era el único con la posición adecuada para llegar a tiempo. Por supuesto que Enoc rechazó tal ruego, sin embargo, en cuanto una voz masculina fuera quien diera la orden, sus pies se pusieron en marcha.
En ese momento, creyó que se trataba del Emperador, sus sentidos reconocieron la fuerza del cosmos que llegó al suyo, por lo que no lo dudó… No hasta ahora.
Enoc sólo pudo cuestionarse sobre ello tras haber cumplido con ese mandato, el cual entendía no provino del Emperador, ni denadie que conociera dentro del reino submarino… ¿Cómo es que terminó por caer en esa sujeción?
El marine shogun resintió desconfianza por la situación, pero al detectar que el enemigoal que Behula falló en derrotar, estaba por atacarle, decidió concentrarse en él.
El coloso se movió a una increíble velocidad, llegando hasta donde Enoc se encontraba, mas el enorme puño arremetió contra el aire.
La capa de dragón marino se ondeó en otro lugar retirado, tras haber eludido al enemigo. Depositó el cuerpo de su compañera en el suelo, manteniéndose de espaldas al gigante.
El coloso decidió repetir la acción pese a la ineficiencia del primer intento, pero a medio traslado, a la velocidad del relámpago, la rodilla del marine shogun lo interceptó y frenó en pleno aire al golpearle la cabeza. Fue toda una sorpresa para el robusto guerrero, que terminó siendo arrojado al suelo tras un severo puntapié.

Enoc lo contempló en silencio, pacientemente esperó a que se pusiera de pie. El coloso dio un rugido ensordecedor que hizo vibrar el agua y ciertas superficies, mas el marine shogun se mantuvo imperturbable.
Dragón marino entendió que trataba con algo que no podía calificar como humano, el gran y vacío boquete que el gigante tenía en el pecho lo aclaraba. Estaba lejos de comprender por qué Behula, quien siempre fue una mujer habilidosa,terminó siendo vencida por tal enemigo… pero no por nada él estaba por encima de los siete marines shoguns, el resultado sería diferente.

Enoc se permitió ser blanco de los ataques de ese gigante, quien al acercarse lanzó una serie de golpes rápidos y potentes.
El marine shogun se limitó a esquivarlos sin ningún esfuerzo evidente. Cuando Enoc lo creyó conveniente, alzó la mano para interceptar el último golpe.
El choque retumbó en losoídos de ambos.Pese a la diferencia de tamaños y dimensiones, el brazal del coloso fue el que se cuarteo tras ese impacto.
Permanecieron inmóviles por unos segundos en los que Enoc mantenía la palma de su mano abierta contra la que el puño acorazado se estrelló y terminó fracturándose.
— Qué lamentable que Behula haya sido derrotada por un enemigo tan diminuto —musitó ante la perplejidad del coloso.
Enoc elevó su cosmos y lo liberó en un torrente luminoso que golpeó de lleno a su enemigo.
El coloso fue arrastrado por ese resplandor que fisuró más piezas de su armadura, quedando humeante y de rodillas en la distancia.
Enoc lo creyó vencido, incluso estuvo a punto de ya no pensar en él cuando volvió a detectar movimientos en esa armadura vacía.

Una energía oscura comenzó a emerger como vapor por las grietas de la armadura viviente, ocultándola tras un nubarrón negro del que emergieron sonidos grotescos y chillidos demetal siendo comprimido.
El marine shogun decidió aguardar en vez de sólo arrojarse sobre lo desconocido.
Para cuando el humo se disipó por completo gracias a la lluvia, Enoc se percató de que los daños en el guerrero habían desaparecido por completo. La armadura que lo cubría estaba totalmente renovada, pero lo que realmente llamó su atenciónera que el guerrero había reducido su tamaño, ahora parecían compartir la misma talla.
Enoc no comprendió la razón de ese cambio hasta que lo tomara totalmente desprevenido que desapareciera de su vista, pudiendo detectarlo sólo hasta que su mano oscura lo sujetó por el casco y lo arrastró por el suelo.
La ranura en el yelmo oscuro se prendió en luz dorada que disparó en un fino rayo sobre Enoc a corta distancia, mas el marine shogun se defendió con un puñetazo que le volteó el rostro a su oponente.
La ráfaga dorada terminó dirigiéndose hacia un montículo de rocas que estalló sonoramente, hasta reducirse a cenizas.
Tras un rápido forcejeo, Enoc se liberó,  empujando a su oponente quien sólo logró quedarse con el casco de su scale.
— Ya veo, redujiste tu tamaño sólo para volverte más rápido —fue la suposición del marine shogun—. Aun así, no tienes oportunidad contra mí —aclaró, lejos de sentirse amedrentado. Si se tomaba la situación en serio, teníala confianza de continuar superándolo… y no se equivocó.

Para frustración de Sennefer quien controlaba a ese muñeco oscuro, el marine shogun seguíaeludiéndolo, siendo incapaz de asestar algún otro golpe.
Sus fuerzas se equipararon, eso se comprobó cuando Enoc volvió a atrapar su puño y por un instante se vio obligado a retroceder.
El marine shogun comenzó a atacarlo a corta y media distancia, empleando su cosmos. Lanzó una tras otra esferas que estallaban contra el coloso. La armadura resistía, mas cuando otra descarga explotaba de manera inmediata sobre la misma superficie se creaban fisuras. Lamentable era que estas líneas de destrucción volvían a rellenarse de oscuridad que terminaba por reconstruir cada parte dañada.

Enoc no volvió a permitirle a su enemigo el acercarse, persistiendo con su cosmos destructivo. Tras comprobar que sus poderes regenerativos parecían no tener fin, optó por intentar reducirlo a nada con un solo ataque.

El coloso intentaba abrirse paso hasta su enemigo, pero los estallidos lo alcanzaban y lo empujaban cientos de metros hacia atrás sin permitirle resistencia alguna. Lanzó ataques energéticos que terminaban siendo consumidos por el brillante cosmos del marine shogun.
Sennefer entendió que su marioneta no podría superar la habilidad del dragón marino, sin embargo, esperaba que, a la larga, la balanza terminara por inclinarse a su favor;después de todo, la energía de un ser vivo no es infinita y termina agotándose en una batalla, mientras que su coloso jamás sufriría de agotamiento. Sólo tenía que esperar a que eso ocurriera… era cuestión de tiempo.

El enfrentamiento los había alejado del lugar en donde iniciaron su conflicto. Cuando la lluvia dejó de caer sobre ellos, se percataron de lo lejos que se encontraban de la región del OcéanoAtlántico del Norte.

Enoc detuvo sus ataques unos instantes sólo para concentrar todo su poder en una solatécnica. El coloso permaneció a la expectativa al ser consiente del incremento en la fuerza desu rival.
— Ya he perdido demasiado tiempo en esta insulsa pelea.Pongámosle fin.
Con cierta solemnidad, Enoccolocó sus manos a la altura del pecho, donde nació una esfera incandescente, una estrella que contuvo entresus palmas.
El gigante esperó a que la lanzara, decidido a eludirla, pero cuando el marine shogun precipitó su poder hacia el cielo, quedó un poco confundido.
Ese meteoro fugaz se perdió en la inmensidad del océano sobre sus cabezas, pero súbitamente un inmenso resplandor brotó del agua y cayó sobre la armadura viviente.
¡Juicio Final!
Enoc precipitó las manos hacia el suelo al mismo tiempo que un resplandor blanco rompiera las barreras del cielo de la Atlántida y se precipitara sobre su enemigo. Esa columna de luz abarcó varios metros de circunferencia,engullendo por completo a la marioneta de Sennefer con una fuerza desintegradora.
Alaridos inhumanos escaparon del interior del cilindro luminoso  que hizo temblar el suelo bajo sus pies, fundiendo las rocas a su paso y expulsando todo objeto que no resistiera los intensos vientos generados.

Al final, un tremendo estallido convirtió la luz en estelas de humo que terminaron por ocultar el cielo, que pronto recuperó su apariencia.
Enoc no se movió ni un centímetro, pero al ras de sus botas se encontraba la línea del enorme agujero dentro del que su enemigo había desaparecido.
El marine shogun se limitó a inclinar un poco la vista hasta donde la oscuridad de las profundidades se lo permitió, sin percibir algún movimiento o indicio de vida…
Por precaución aguardó un par de minutos en los que pudo estar conforme con su victoria.
Se dispuso a marchar, por lo que al dar media vuelta se contrarió por ver a alguien más allí.

Recargado tranquilamente sobre un montículo de escombros, Nihil, marine shogun de Lymnades había contemplado la batalla. ¿Desde cuándo? Difícil de saber, quizá desde el inicio o apenas llegó a la conclusión… Enoc jamás lo sabría.
— Nihil, ¿qué es lo que estás haciendo aquí? Tenía entendido que el Emperador te dio una misión importante —cuestionó, intentando recordar que eran comunes las apariciones espontáneas del guardián del océano Antártico.
El joven Lymnades lo miró tranquilamente, abandonando el cómodo lugar sobre el que había descansado. En su hombro izquierdo, el cuervo negro que llegó con los santos del Santuario se mantenía como un amigo inseparable.
— La misión se llevó a cabo con éxito, pero con muchas novedades —aseguró Nihil, mirando hacia el abismo —. Al volver a este reino nos enteramos de los desafortunados sucesos, es por eso que decidimos venir y asistirte —dijo, señalando al ave sobre su hombrera.
— Llegas un poco tarde —aclaró Enoc—. Pero percibo que aún hay muchos enemigos a los que podrías atender…
Aunque Enoc avanzó, Nihil y el cuervo permanecieron con la vista en el enorme agujero en la tierra.
— Enoc, eres nuestro líder y respeto tu autoridad, por lo que me apena tener que informarte que estás equivocado —fueron las palabras por las que el Dragón Marino se giró hacia su compañero, dándose cuenta que hablaba con razón.

Del gigantesco hueco marcado en el suelo de la Atlántida, comenzaron a emerger esferas de luz azuladas brillando y tintineando de forma espectral. La cantidad parecía incontable, pero todas eran entidades inofensivas que se limitaban a oscilarse en el aire.
— ¿Qué significa esta manifestación? —preguntó Enoc.
— Son almas —Nihil respondió con brevedad.
— ¿Almas? —el marine shogun repitió, escéptico.
— No me gusta ser yo quien te lo diga, pero de haberse tratado de un enemigo más ordinario, tu poder lo habría destruido por completo, de eso no tengo dudas —agregó Nihil—. Pero estamos tratando con una abominación diferente…

Esas pequeñas almas se mantuvieron suspendidas sobre el abismo, algunas se movían ligeramente como luciérnagas confundidas, pero cuando parecían haber reunido la autonomía para volar con libertad, de la oscuridad bajo ellas emergieron brazos oscuros y deformes que las retuvieron.
Esos innumerables brazos formaron una red que las contuvo a todas, comenzando a comprimirlas hastaque adaptasenuna forma determinada. La red pronto se moldeó hasta formar un cuerpo humanoide, un esqueleto dentro del que toda esa energía espectral se encontraba cautiva, recubriéndola con hilos de oscuridad que rápidamente comenzaron a devolverle la vida al coloso de Sennefer.

— ¿Acaso es inmortal? —cuestionó el dragón marino con leve fastidio, sin sentirse intimidado por el regreso del enemigo.
— No precisamente pero, ninguno de los dos contamos con los medios para darle fin—respondió el marine shogun de Lymnades —. Además, mientras sus fuerzas parecen inagotables, las nuestras se debilitan, inconveniencias de nuestra humanidad.Debemos buscar la conclusión pronta de esta batalla —sugirió, sin poder apartar la vista de lo que la oscuridad tejía frente a sus ojos—.De lo contrario, las cosas serán desfavorables para nosotros.
— Si viniste hasta aquí es porque tienes algo en mente —comentó Enoc, confiando en el ermitaño del océano Antártico.Le constaba cómo es que su enemigo no se debilitaba, ni moría, pese a que lo ha atacado con todas sus fuerzas.
— El santo de Cáncer lo ha hecho, en realidad —aclaró el joven marine shogun.
— ¿Y vas a confiar en él? —inquirió Enoc con cierta desconfianza.
— No es cuestión de confianza, sino en elegir el mejor método —dijo Nihil—. Pensé en otras estrategias, sobre todo al saber que mis técnicas sí lo afectarán —eso se lo aseguró el santo dorado de Cáncer—. Pero el camino que él muestra es el mejor para erradicar a nuestro enemigo en el menor tiempo posible.
— Si tan seguro estás, la responsabilidad recaerá en ti —advirtió el dragón marino—. ¿Qué es lo que debo hacer?

Para cuando Nihil terminó de explicar el plan que debía seguirse, el coloso volvió a regenerarse, manteniendo su reducido tamaño, pero su armadura lucía mucho más resistente que la anterior.
Del orificio alargado en su yelmo emergieron descargas energéticas que pusieron en movimiento a los dos marines shoguns.
Enoc fue el primero en eludir y precipitarse sobre su enemigo, pero la técnica de Nihil lo alcanzó antes.
¡Cola de Salamandra!
En los brazales del marine shogun de Lymnades se encendieron llamas anaranjadas que se alargaron y tejieron entre si hasta formardoslátigos flameantes atados a sus muñecas, como un par de grilletes infernales. Con ellos, Nihil, arremetió de manera inesperada contra el coloso.El golpe empujó al guerrero violentamente hacia atrás, resintiendo las vibraciones por todo su ser.
Para Enoc, fue inesperado escuchar a su enemigo gemir de la manera en la que lo hizo con ese ataque, a la vista tan sencillo, pero laborioso en su raíz.
Cuando el látigo de fuego tocó la estructura de la armadura oscura, la placa metálica se ondeó por un instante en el que pareció cambiar a un estado gaseoso. Las flamas arrancaron una fracción de esa oscuridad para que instantes después el metal volviera a solidificarse, dejando únicamente una delgada línea de daño, pero el coloso se agitó de manera insufrible.

Enoc siguió de cerca su trayectoria, golpeándolo indiscriminadamente con sus puños y cosmos.
El coloso respondía a las agresiones de Enoc, pero en el instante en que lograba imponérsele, Nihil lo atacaba con su látigo de fuego y todo volvía a repetirse.
Para cuando el guerrero de armadura oscura se concentraba en atacar al marine shogun de Lymnades, Enoc se interponía sagazmente y lo embestía con su cosmos.
— ¿Cómo es que eso muestra más dolor hacia tus técnicas que hacia las mías? —Enoc preguntó,intrigado por conocer la diferencia.
Nihil dilató en responder —Mi fuego eterno afecta la mente y el espíritu de un oponente, por consiguiente, el mayor impacto es a nivel mental y espiritual. Si esta criatura es la concentración de miles de almas perdidas, imagina el dolor que se genera dentro de él con cada impacto. Sin buscar desacreditarte, esa es la razón por la que lo hiero de manera más profunda que cualquiera de los residentes del reino.

Los tres se mantuvieron en movimiento, desplazándose a grandes velocidades por los páramos del reino submarino, dejando zanjas y boquetes por los arrecifes de corales que con su belleza natural adornaban los escenarios.

Para cuando los marines shoguns divisaron uno de los siete pilares del reino de Poseidón a lo lejos, supieron que estaba pronto el momento.
El coloso caía repetidas veces en el suelo, dando giros y destruyendo todo a su paso, sin oportunidad alguna de imponerse. Su armadura resistió mucho más esta vez, pero en ella se marcaban los pasos de las llamas que Nihil empleaba en su contra, las cuales lograron abrir pequeñas grietas que no se cerraban, a comparación de las producidas por los fieros ataques de Enoc.

El guerrero oscuro terminó por estrellarse contra el pilar del OcéanoÁrtico, sin causarle ninguna fractura.Resbaló desde lo alto hasta caer aparatosamente a los pies del pilar y rodar por las escaleras.
El coloso se levantó instantáneamente, bufando de furia y agonía. Ante él se encontraba el dragón marino, el obstáculo que no ha podido destruir por más que lo ha anhelado. Tras dar el primer paso para atacarle, los látigos de fuego lo atraparoncomo si fueran serpientes, dificultándole el moverse.
— Espero hayas guardado las energías necesarias, Comandante —comentó Nihil, empleando todo de sí para mantener inmóvil al enemigo.
—No me contendré, por lo que espero te prepares… —repuso Enoc, elevando su cosmos hasta su punto máximo.
El aura que rodeó al dragón marino hizo que el viento rugiera por la intensidad con la que fue golpeado.
— Yo te expulso del sagrado reino de Poseidón —musitó el dragón marino, manteniendo los brazos a los costados sólo para precipitarlos hacia el cielo con un rápido movimiento—.¡Cataclismo marino!
El cosmos de Enoc se liberó tras un estruendoso rugido por el que el suelo tembló. Con la fuerza de un despiadado maremoto, su energía se proyectó contra el guerrero de armadura oscura, embistiéndolo brutalmente con esa marejada de poder que subió hasta el cielo marino.
Esa ola atravesó el cielo y sus aguas a gran velocidad. Enoc permaneció con los brazos alzados, siendo empapado por el chubasco que cayó del cielo antes de que volviera a la normalidad.
— Dejo eso en tus manos, Nihil —musitó el dragón marino.


Lejos de allí, en la superficie, donde enormes glaciares flotan en las aguas gélidas al norte del mundo, la tranquilidad de la tundra se rompe con el estruendoso geiser luminoso que emergió por debajo de los casquetes de hielo.
Con las gotas de agua y fragmentos de cristal cayendo por todos lados, el guerrero de armadura negra terminó por estrellarse sobre el duro suelo recubierto de nieve. Su cuerpo aún se encontraba aprisionado por las largas cuerdas de fuego que permitieron a Nihil acompañarlo en su travesía hacia la superficie, usándolo de trineo en un viaje en el que no sufrió rasguño alguno.
El marine shogun cayó de pie, pero al ser la primera visita al mundo exteriordespués de muchos años, sintió un desequilibrio incomprensible que lo sobrecogió, provocando que sus látigos flameantes se desvanecieran. Admiró en silencio el lugar al que habían llegado, le recordó a la antesala del más allá por la blancura del suelo, pero el cielo  era una pintura viviente que atrapó por completo su atención.

El panorama estaba ligeramente oscuro, pero el campo celeste se veía iluminado por una colorida aurora boreal, un fenómeno de la naturaleza tan hermoso que no podría ser apreciado por la marioneta de Sennefer.

Sennefer descubrió la treta tras ese último ataque, pero eran unos ilusos al pensar que no podría lograr que su juguete regresara a la Atlántida de manera triunfal.
Entendía que ese marine shogun contaba con habilidades shamánicassuficientes para enfrentar a la extensión de su voluntad, pero sin la protección del DragónMarino, sería fácil aplastarlo.
Pensaba en ello al verlo de espaldas, creyendo que se trataba de un intento de provocación, pero Sennefer nunca imaginaría que verdaderamente Nihil olvidó por breves instantes que se encontraba en medio de una pelea encarnizada…

El Patrono estuvo a escasos instantes de atacarlo, cuando una voz retuvo todas sus intenciones.
— Así que, tú eres Sennefer —escuchó de pronto, a través de su conexión con la armadura viviente.

El coloso giró lentamente el rostro para permitirle a su amo una visión clara, mostrándole a través de la delgada ranura de su yelmo que un santo dorado se encontraba allí, en medio de la inmensidad de la tundra—. Cierto, no exactamente él pero sé que puedes escucharme —corrigió el santo dorado de Cáncer, Kenai.

El guerrero oscuro permaneció inmóvil, a la expectativa del santo del que percibía una inusual presencia a diferencia del resto de los guerreros de Atena que ha enfrentado.

— Eres muy astuto, utilizar todos esos espíritus para lograr una posesión de objetos de alto nivel. Empleas el Cetro de Anubis para usar la energía de su rabia, estrés y confusión—Kenai comenzó a repetir todo lo que ya había logrado deducir a través de su cuervo—.¡Por los Grandes Espíritus…! Son demasiados… No dudo que eran muchos más antes de tus andanzas por laAtlántida… toda la fuerza, ira y tormento de tantos hombres en una sola criatura… es monstruoso.
Eso lo explica… ese porte, esa arrogancia… eres un shaman… ¿Qué buscas conmigo, shaman? — dijo la voz de Sennefer, quien finalmente permitió que sus sentidos se conectaran en su totalidad en esa armadura—. Muchos han sido los de tu clase que se presentaron ante mí con el mismo objetivo iluso… ¿Acaso es lo que buscas? ¿La victoria sobre el inmortal? —cuestionó con prepotencia.
— No seré yo quien te venza, Sennefer… pero el espíritu de la muerte te envía sus saludos, y está ansioso por el que acudas a la cita que tienes pendiente con él —el santo explicó, osado—. Yo sólo estoy aquí para ayudar a que se reúnan pronto.
¡Me diviertes, santo de Atena! Pero como tú, muchos han asegurado mi aniquilación y son los que terminan reuniéndose con la muerte en mi lugar —Sennefer semofó con una voz retumbante y macabra.
— Aquellos que te enfrentan olvidan que eres un espíritu errante, y tomas fuerza de otras almas atrapadas en el cetro de Anubis. No sucederá lo mismo conmigo… lo que has creado aquí debe desaparecer —sentenció el santo, materializando su cosmos.
En pocos segundos, la cosmoenergía de Kenai lo envolvió por completo en llamas de fuego dorado que le cedieron un aspecto espectral e intimidante en el que resaltaban las flamas azules en su rostro
Los santos de Atena son siempre tan osados… no creo que tú… —pero Sennefer no logró terminar de hablar, cuando el caballero dorado se desplazó a una velocidad desconcertante hacia él. El santo no golpeó o atravesó a su enemigo, en vez de eso, logró introducirse dentro de la oscuridad de su armadura.

Empleando sus poderes espirituales, Kenai abandonó el mundo de los mortales para sumirse en ese espacio dimensional creado por el cetro de Anubis. El interior de esa armadura viviente era un sitio de oscuridad interminable donde las almas cautivas circulaban frenéticas, y donde sus voces gritaban sin cesar.
El santo de Cáncer resintió la terrible atmósfera, siendo la primera vez que el paso hacia el mundo espiritual le resultaba tan sofocante e hiriente. Sin duda combatía con una fuerza mítica, tanto del objeto que mantiene ese reino existente, como la del hombre que lo sostiene en su mano.
 — Esto sí que es inesperado —escuchó la voz de Sennefer, proveniente de cada rincón y retumbando por encima de la multitud que gemía—. Jamás creí que por voluntad propia decidieras entregarme tu alma —rió—.No tienes salida…
Kenai se sobrepuso a cualquier malestar, impidiendo que las llamas de su cosmos se desvanecieran por la tormentosa presión.
— No deberías tomarme a la ligera… si decidí entrar aquí… fue con un objetivo preciso —aclaró, elevando su poder espiritual—. Si no te venzo, te garantizo que lo pensarás dos veces antes de crear  más de estos guerreros… ¡pues son tu mayor debilidad, y ahora voy a demostrártelo! ¡Posesión de almas! —gritó, estirando la mano con la que atrapó una de las miles de llamas espectrales que revoloteaban como un enjambre a su alrededor—.¡Fusión de almas!
Las flamas doradas que cubrían su cuerpo comenzaron a absorber una cantidad descomunal de almas dentro de su propio ser.
La risa de Sennefer retumbó en sus  oídos — ¿Acaso buscas apropiarte de estos espectros? Imposible, aunque tu mente, cuerpo y espíritu fueran capaces de albergar esta gran cantidad de almas, jamás desobedecerán mi voluntad, buscarán la forma de volver a mí, su amo y maestro. ¿Sabes lo que eso significa? ¡Te destrozarán por completo!

*-*-

En el exterior, Nihil de Lymnades se vio obligado a dejar de estudiar el paisaje cuando un cuervo de plumaje plateado se posó sobre su hombro y le picoteó ligeramente el casco que le cubría la cabeza. Sin dejar de graznar, el cuervo exigió su atención.
— Qué ruidoso —musitó con total tranquilidad, girando un poco para ver cómo es que el guerrero oscuro y el santo de Cáncer se mantenían de pie, frente a frente e inmóviles. La batalla entre ambos había pasado a un plano astral diferente, por lo que sus cuerpos físicos parecían haberse congelado.

El marine shogun notóque el gesto durmiente del santo de Cáncer comenzó a cambiar a uno de gran congoja y dolor. Nihil se mantuvo lejos de él, sabedor de las horribles sensaciones por las que pasaba Kenai. Si lo prolongaba por más tiempo, el cuerpo del santo dorado terminaría por despedazarse, fue evidente cuandoempezó a escupir sangre por la boca, y líneas carmesí salieron de su nariz y lagrimales. Kenai cerró con fuerza sus dientes y puños, sobre exigiéndose para no claudicar.

El marine shogun volvió a poner su vista sobre la aurora boreal en el firmamento —Es tal y cómo me lo dijiste, Kenai de Cáncer —musitó, cubriéndose con su cosmos—… En esta ocasión es preferible pedir “perdón” que “permiso” al amo del más allá…
Juntó las manos,  de tal manera en la que sus dedos formaron las aristas de un rombo en cuyo interior acumuló su cosmoenergía.
Es cierto que sus habilidades naturales le permitirían enfrentar a la marioneta de Sennefer, pero eso no garantizaba una victoria; lo mismo aplicaba para Kenai. Sin embargo, ambos concordaron que si trabajaban juntos, triunfarían
Puertas del sueño negro — murmuró al proyectar su energía hacia el cielo, en el que se marcó el perímetro del rombo sobre el manto de la aurora boreal.

*-*-*

Kenai sentía que su alma estaba siendo desgarrada desde su interior, sobresaltándose tras los instantes en los que perdía conciencia de sí mismo,pues su voluntad intentaba desaparecer para formar  parte de ese ejército de almas.
— Tus esfuerzos son inútiles, jamás podrás purificar estas almas. Termina ya con tu ingenio intento y piérdete dentro de este torrente espectral.
— Como ya dije… no me habría lanzado a esta tortura al creerlo inútil —respondió Kenai débilmente—. No cuando aquí… y sólo aquí… es donde expones totalmente tu alma…
— ¿Qué dices? —Sennefer se intrigó.
— Como escuchas… estas almas son tu fuerza pero también tu mayor debilidad —aclaró—… No esperaba liberarlas de tu dominio, pero ellas tienen un fuerte vínculo con el cetro de Anubis, que a su vez está conectado con tu propia alma… ¡es a través de ellas que he encontrado un camino hasta ti, siendo el Cetro de Anubis el conducto!
El santo de Cáncer abrió los ojos, estirando los brazos hacia la oscuridad.
— El espíritu de la muerte no puede alcanzarte, pero jalando las cadenas con las que atas a estas almas a la tuya, ¡los arrojaré a todos al limbo donde la muerte los estará esperando!
Kenai expulsó su cosmos dorado, junto al que liberó todas las almas que había absorbido dentro de sí mismo, convertidas en cuervos de oro que llevaban consigo interminables cadenas espirituales hacia las tinieblas.

*-*-

En su lugar de reposo, Sennefer sintió una fuerte opresión en el pecho, como si un gancho se hubiera aferrado a sus pulmones, impidiéndole respirar. Abrió ampliamente los ojos, impresionado por el que el santo de Cáncer hubiera sido capaz de atacarle directamente.
— ¡Esto es… imposible! —exclamó, cuando del Cetro de Anubis seis cuervos dorados emergieron, y a la velocidad de la luz le atravesaron el cuerpo, dejando adheridas a su alma las cadenas que arrastraron en su vuelo.
Sennefer luchó contra la fuerza que estaba jalando su alma para sacarla de su cuerpo. Se retorció de dolor, y por unos instantes el pánico deformó su rostro.
El único testigo de la escena eraEhrimanes, quien con una disimulada sonrisa analizaba qué era lo más conveniente para él.

*-*-

Nihil mantuvo su posición, esperando paciente e imperturbable pese a escuchar la respiración forzada y atragantada del santo de Cáncer.

Fue entonces cuando Kenai abrió los ojos, siendo claro su regreso hacia el mundo de los mortales. Caminó con dificultad hacia el aún inmóvil guerrero oscuro, tocándolo con la palma de su mano izquierda, manteniéndola allí.
Alzó su tembloroso brazo derecho hacia el cielo, pues resentía un dolor devastador.Al contemplar por un segundo el bello campo celeste, su mente le permitió unos segundos de paz y confort al venir a él un viejo recuerdo, protagonizado por él y su abuelo, en los días en que era apenas un niño que gustaba pescar en el hielo y escuchar historias alrededor de la fogata.

Una noche como ésta, en Alaska, el sabio hombre le dijo —Hace mucho tiempo ya, mi abuelo me contó que la aurora boreal está formada por los espíritus de la tierra— le aseguró—.Es una ventana hacia el deslumbrante más allá del que algún día formaremos parte.
El entonces pequeño Kenai se maravilló ante la idea—Eso quiere decir, ¿que papá está viéndonosdesde allí? —sonrió optimista.El anciano asintió, conmovido por la inocencia de su nieto.

Kenai cerró los ojos al serle imposible mantenerlos abiertos por el dolor que lo atravesaba. Concentró toda la fuerza y energía que le quedaba en su ser para mantener el control sobre esas almas. Ignorando la abundante sangre que emanaba por todas partes de su cuerpo y el fuerte bombeo de su corazón y cabeza,logró decir — ¡Nihil, debe ser ahora!

— Puertas del sueño negro —el marine shogun volvió a repetir, esta vez con un tono solemne y maximizando su cosmos al límite—… por el nexo de la antigua hermandad entre la muerte y el sueño, ábranse.
Dentro del espacio romboide que mantenía proyectado en el cielo, se creó un portal dentro del que se vislumbraba un paraje perpetuamente blanco.
En cuanto percibió aquella abertura en el velo espiritual, Kenai extendió el dedo índice de su mano derecha, apuntándolo justamente hacia el portal para exclamar — ¡Ondas infernales!
El cosmos dorado de Kenai envolvió por completo a su enemigo, formando una enorme llama de la que se desprendían fragmentos de fuego que simularon plumas arrastradas por la fuerza espiritual de Kenai, y qué seguían el trayecto que el cosmos de Nihil les indicaba.
La gran flama poco a poco se iba haciendo más pequeña, pero Kenai tenía muchos problemas para jalar a aquella que era su prioridad, pues luchaba por permanecer en la oscuridad. El resto de las almas entraron por esas puertas para perderse en su interior.

Por un momento fugaz, Kenai sintió que estaba por alcanzar su objetivo, sin embargo, aun con los ojos cerrados, su visión extrasensorial le permitió ver una garra oscura precipitándose contra él.
Espero que te hayas divertido —Kenai escuchó en un rincón de su mente—. Ganaste la batalla, pero tu jueguito se acabó —antes de que una horrible punzada en su cabeza desatara una ola de dolor en su sien y le enfriara el corazón.

Nihil percibió una energía maligna, aunque le fue imposible determinar su origen. Se alarmó ante ese disturbio por el que se obligó a cerrar su mente y alma para protegerlas de aquella entidad por la que se sentía acechado, terminando todo vínculo con Kenai y el vórtice hacia el otro mundo, que se cerró tras las cortinas de la aurora.
El marine shogun miró sobre su hombro para ver cómo el santo de Cáncer colapsaba en el suelo, con los ojos abiertos y totalmente en blanco. Lo que había quedado de la armadura viviente se consumió en el aire, desapareciendo al fin.





FIN DEL CAPITULO 43



Kekkai*: Se le llama así auna barrera psíquica o espiritualcreada por una persona que impide que la gente inocente salga dañada cuando una batalla da inicio, así como que se destruya el entorno donde se suscita. El kekkai puede ser destruido si hieren de gravedad o matan al creador de la barrera, así mismo cualquier daño que sufra el interior del kekkai se verá reflejado en el mundo real si el creador muere.

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