lunes, 6 de febrero de 2012

EL LEGADO DE ATENA Capitulo 24, UP!!!

Aló, aló queridos lectores que quizá lean este blog.

Sé que estuve desaparecida por un buen tiempo, pero me pasaron muchas cosas... incluyendo hasta una operación de la que me recuperé satisfactoriamenteeeee n__n

Y pues aunque empezamos el año algo tardeeeeeee, ya he publicado el Capitulo 24 de EL LEGADO DE ATENA. Pueden echarle un vistazo en FF.net (Capitulo 24.)
O sino aqui mismo en el blog, hay un link en el menú ---------->
, o sino busquen el post anterior.

Reseña:

Los Patronos se reunen ante su amo, planeando sus siguientes movimientos para atacar otras tierras.
Mientras tanto, en el Santuario nueve de los 12 Santos de Oro se reunen por primera vez en una Reunión dorada.

EL LEGADO DE ATENA CAPITULO 24, Asambleas de guerra, Parte I

Ni a Sennefer, ni a Leviatán, les complacía la idea de encontrarse bajo tierra. Ambos conocían el hastío del confinamiento como para sentirse incómodos en un lugar que les recordaba su pasado.

Ingresaron a una inmensa gruta cuyos muros irregulares, suelo, estalagmitas y estalactitas estaban formados por un mineral de color azul.

Las paredes reflejaban de manera opaca cualquier silueta caminante. En ellas había incrustaciones de numerosos cristales que irradiaban una suave aura blanca.

Los Patronos avanzaron por ese subterráneo hasta llegar a una sección donde los rayos del sol caían en forma cilíndrica por una abertura en el techo. La luz marcaba exactamente el área de una fuente existente al ras del suelo, dejando todo lo demás en la penumbra.

Sin ornamento alguno, el agua dentro del círculo era cristalina, visiblemente pura. El estanque irradiaba una energía casi celestial con la que se alimentaba el césped y las coloridas flores que crecían a su alrededor.

Pero contrarrestando la belleza de la gruta, el estanque y la flora, varias siluetas lúgubres moraban allí.

Conforme Sennefer y Leviatán se acercaban al estanque, las siniestras sombras permanecieron a la expectativa sin darles alguna clase de bienvenida. Se distinguían las siluetas de seis individuos de diferentes alturas, complexiones y sexo.

Leviatán buscó a alguien en especifico entre ellos, mas al no encontrarlo preguntó—¿Acaso llegamos tarde?

Una de las seis figuras respondió— El señor tuvo que atender algunos asuntos, pero aseguró que estaría aquí antes de marchar. Sennefer, ya era hora que volvieras —dijo una voz masculina—. Tenías que haber regresado en cuanto el señor lo pidió. Tu arrogancia nos ha retrasado.

El shaman respondió con despreocupación—. Caesar, no deberías ser tan melodramático —se mofó, imaginando su verdadera mortificación—. Jamás me habría cruzado por la cabeza huir con esto, sé que tiene un valor demasiado especial para todos ustedes.

El Patrono egipcio tomó el cetro de Anubis, el cual generó una escandalosa llama azul. Sennefer metió la mano en las flamas, sacando una imponente espada dentada.

— No existe lugar en la Tierra en donde me hubiera podido esconder —rió al entregársela—. Tendrás que encontrar una mejor excusa para desafiarme. Además ya no voy a necesitarla, cumplió con su cometido.

Caesar tomó la espada respetuosamente, volviendo a desvanecerla en fuego.

— ¿De qué estás hablando? —se quejó otra de las sombras—. Fracasaste en tu tarea al dejarte dominar por tus asuntos personales. Y Nergal se prestó a tu tonto juego.

El Patrono de Brontes, Nergal, se dejó iluminar por la luz del sol. En la barbilla tenía una vistosa cicatriz la cual palpaba de vez en cuando—. No sé a qué vienen tales reclamos, al amo pareció no importarle ¿por qué no siguen su ejemplo?

— El señor ha sido generoso contigo Sennefer, te apoyó en tu campaña de venganza pero fallaste en la única condición dada —alegó otra voz masculina—. Eso es lo imperdonable.

— No tengo dudas de que habría cumplido mi parte del trato, pero el mismo señor me pidió parar. ¿Me reprochan el obedecer una orden directa? —Sennefer sonrió sarcástico para el desagrado de muchos.

— Involucrar al Santuario fue una estupidez —acusó un hombre que se dejó iluminar por el sol.

— Iblis, de ti sí puedo aceptar cualquier protesta —aclaró Sennefer con sorna.

Iblis, Patrono de la Stella de Nereo era un hombre joven de cabello café, gruesa barba en el mentón y ojos verdes bastante agresivos. Portaba una armadura azul menos vistosa y más ligera que cualquiera de los Zohars conocidos.

— Sabes que el Santuario se me fue encomendado a mí —aclaró molesto—. ¿Cómo habrías reaccionado si yo hubiera metido mis narices en Egipto?

— Te habría arrancado el corazón, sin duda —el shaman respondió sin quitar su sonrisa—. Realmente no fue nada personal, sólo se me ocurrió.

— Hacer partícipe al Santuario provocó tu fracaso —dijo Caesar con resentimiento—, no era tiempo de mostrarnos ante ellos. Debiste arrasar Egipto sin dejar sobrevivientes que pudieran dar testimonio de lo ocurrido, pero ahora todos conocen nuestra existencia.

— ¿No creen que si el amo lo hubiera querido así, simplemente habría frenado a Sennefer desde un principio? —preguntó Nergal, fastidiado.

Esa es una excelente pregunta. Para regresar la paz a nuestro grupo quizá deba responderla.
Al instante, todos los allí reunidos se giraron hacia dónde provino la voz que los llevó a bajar una rodilla al suelo.

Un hombre envuelto en una manta y capuchón blanco se encontraba sentado arriba de un saliente situado a un par de metros por encima del suelo. La pequeña estructura le permitía una estancia cómoda frente a una fogata que se encendió con llamas rojas en cuanto llegó. A su alrededor revoloteaban muchas pizcas luminosas, como si se trataran de tímidas luciérnagas que son incapaces de alejarse de él.

Cada uno de los guerreros allí reunidos tenía su razón personal para bajar la cabeza en señal de respeto.

Algunos aún no se acostumbraban a sus inesperadas apariciones, era como un fantasma que se manifestaba cuando menos lo esperaban, no transmitía ninguna clase de energía o aroma con lo que pudieran anticipar sus llegadas.

Sus corazones palpitan inquietos y ya he escuchado la razón —les dijo con una voz juvenil.

— Discúlpenos, no fue nuestra intención mostrar debilidad, mi señor —habló Caesar, Patrono del Zohar de Sacred Python.

— No se preocupen, es de humanos tener dudas, sentir miedo, ira, envidia... Es cautivador verlo en ustedes—el encapuchado agregó con suavidad, sólo una afilada barbilla era visible debajo de su atuendo.

De entre el ropaje blanco se asomaron un par de manos; la izquierda estaba envuelta completamente por un vendaje, mientras la derecha mostraba piel de pálido color. Con ellas, el enigmático joven sujetó una larga y delgada pipa de color negro, tenía dibujados símbolos coloridos, así como adornos de plumas que le daban un toque muy ceremonial y arcano. Con una sencilla señal de sus dedos, los Patronos tuvieron la libertad de erguirse.

El joven encapuchado encendió la pipa, fumando plácidamente— Todo lo que han dicho aquí tiene algo de razón, Sennefer tomó una decisión precipitada sin consultarlo y es probable que lo castigue por ello —sopló un poco de humo, meditando—, pero… entendí que ya no era necesario seguir ocultándonos —explicó con tranquilidad—. Su incursión ha logrado mandar un mensaje, lo acontecido en Meskhenet es sólo una muestra de lo que nuestras fuerzas son capaces de hacer, quedará como una herida difícil de aliviar. Quizá hayamos perdido el anonimato con el que nos hemos movido todos estos años, pero logramos intimidar a algunos de nuestros futuros enemigos. Ellos todavía desconocen nuestras ambiciones, en estos momentos deben estar confundidos, intentando descifrar nuestras identidades o capacidades. Podemos aprovechar ese aturdimiento para nuestros fines.

Sennefer y Nergal sonrieron airosos por sentir cada palabra como un alago a su logro.

Además, la experiencia bien vale la pena. Ninguno de ustedes se había enfrentado a guerreros como los Apóstoles o los Santos. Díganme, ya que conocen su habilidad ¿se sienten capaces de vencerlos la próxima vez?

— Definitivamente —respondió Caesar, aquel que fue designado como el líder de los Patronos—. El poder del santo de Pegaso no fue lo que esperaba. Considerando que es uno de los hombres que más ha desafiado y herido a los mismos dioses, resultó una decepción.

— Según vimos, Nergal tuvo muchos problemas con ellos —dijo entre risas otro varón.

— Me tomaron por sorpresa —se apresuró a decir el Patrono Nergal—. Habría continuado peleando de no ser por ese entrometido santo de la Lyra. Admito que descuidé al número de oponentes que se reunieron a mí alrededor. La próxima vez no permitiré que sean tantos —prometió con un deje de furia—, mataré a todos los que se pongan en mi camino.

— Fuiste un vanidoso —Leviatán murmuró divertida.

Supongo que Nergal ha aprendido una valiosa lección después de esto, nunca viajar sin un compañero —musitó con alegría el misterioso joven de ropa blanca—. No deben de olvidar su mortalidad. Aunque ahora se sientan capaces de superar hasta a los dioses, deben aceptar sus limitaciones. Que lo que les he obsequiado no los engañe, ¿me lo prometen? —preguntó con tono risueño.

— No lo defraudaremos, mi señor —Caesar dijo con un tono reverencial.

Sé que no lo harán.

Un vapor blanquecino comenzó a brotar del estanque que rodeaban los Patronos. Del interior emergió una hermosa joven de cabello azul celeste, cubierta por un aura pálida que le daba una presencia divina. Sobre sus ojos cerrados había una antigua cicatriz que como un antifaz cruzaba por su bello rosto.

Usaba un vestido blanco largo y desmangado, completamente seco pese a que moraba en el interior de la fuente. Las puntas de sus dedos quedaron suspendidas sobre el agua mientras era contemplada por todos.

Todo está listo, Hécate* ha tenido éxito —anunció la mujer con una voz gentil—. Llegó el tiempo apropiado para que partan.

Es una buena noticia —comentó el joven de la pipa.

Los Patronos se mostraron confundidos. No era algo extraño la ausencia de Hécate, pero parecía que esta vez fue con una intención.

¿Alguna advertencia en tus visiones, Tara? —preguntó el de vestimenta blanca.

No, todo sigue tal cual he visto, señor —ella respondió con solemnidad—. Los guerreros de esa tierra caerán, y al final del camino el desgarrador llanto de un niño finalizará la batalla.

Bien, entonces… Caesar, será tu turno de actuar —el Patrono asintió ante la orden de su señor—. Pero tal cual hemos acordado no puedes ir solo, llevarás contigo a Dahack, ¿o tienen alguna objeción?

Ninguna —respondieron dos voces al unisonó.

El resto de ustedes continuará con sus respectivas tareas hasta que vuelva a requerir de su presencia, pero tú Sennefer, en vista que concluí mi parte del convenio por el que has conseguido tu más ferviente anhelo, debo preguntarte… ¿estás listo para cumplir el tuyo?

Sennefer inclinó la cabeza una vez más para decir— Emplearé todo mi poder para ver cumplido su deseo. Estoy a su entera disposición, señor Avanish*.

Excelente, porque tengo una propuesta para ti —el joven sonrió ampliamente frente al fuego rojo.




Capitulo 24

Asambleas de guerra. Parte I.

Grecia, Santuario de Atena.

Para Sugita de Capricornio, volver al Santuario después de una brutal batalla fue un júbilo por el que cualquier novato se sentiría sobrecogido.

Gracias a la habilidad del santo de Géminis, pudieron regresar en menor tiempo trayendo consigo también a Seiya de Pegaso y a Leonardo de Sagita. El resto de la brigada permaneció en Egipto bajo las órdenes de Ikki de Fénix para continuar con las labores.

Los custodios de la entrada principal se sobresaltaron al ver cómo en las cercanías el manto entre dimensiones se fracturaba, mostrando un limbo negro en el que las estrellas y galaxias se movían. Quedaron todavía más absortos cuando los cuatro santos emergieron de la abertura antes de que ésta se cerrara. Tardaron un poco en reconocerlos ya que dos de ellos traían vestimentas nada parecidas a las usadas en Grecia.

Sólo hasta que Albert de Géminis les hablara salieron de la conmoción, dándoles el paso de inmediato.

A lo largo del camino fueron bien recibidos por los soldados, hasta llegar a la fuente donde Shunrei ya los esperaba. En un acto maternal la mujer abrazó a cada uno de los tres jóvenes quienes tomaron el gesto con aprecio.

Seiya parecía muy apurado por partir hacia los aposentos del Patriarca, por lo que tras intercambiar algunos saludos y recomendaciones, se marchó.

— Deben estar exhaustos y hambrientos —Shunrei les sonrió con amabilidad—, será mejor que descansen un poco ahora que pueden. Ya habrá tiempo para aclarar lo sucedido, por mi parte sólo puedo decirles que estoy orgullosa.

Leonardo reaccionó gustoso ante la palabra comida, por lo que estaba completamente de acuerdo con la idea del descanso. Sugita se apenó un poco por lo que nada más pudo responder con el mismo gesto. Albert permaneció inexpresivo.

— Consciente de su llegada —la mujer continuó—, el Patriarca ha convocado una reunión dorada, al mediodía, por lo que es importante que asistan con puntualidad. Todos los santos de oro estarán allí, conocerán a aquellos que arribaron durante su ausencia y se tratarán asuntos relativos a lo ocurrido aquí y en Meskhenet.

— ¿Todos los santos dorados? —se le escapó decir a Sugita con un deje de emoción y admiración.

— Cuando menos los que el Patriarca ha reconocido como tales —Shunrei respondió con alegría.

— Escuché que Kiki de Jamir está aquí —se adelantó Albert.

La esposa del Patriarca asintió— Durante todos estos altercados, otro más ocurrió en Jamir. Afortunadamente Kenai se encontraba en una misión en aquellas tierras, pero perdimos al santo del Cuervo.

— ¡¿Qué?! ¡¿Kraz?! —Leonardo de Sagita se sobresaltó—. ¿Kraz está… muerto?

Shunrei asintió con tristeza, pero mantuvo serenidad— En el Templo de Plata los demás podrán darte detalles, Leonardo. Será mejor que vayas y te reportes, otros de tus compañeros seguramente te necesitarán. Puedes retirarte.

Leonardo permaneció unos segundos cabizbajo, no era posible que uno de sus hermanos de plata hubiera tenido tal fin. Sólo hasta que Shunrei le tocara el hombro es que asimiló la petición, partiendo inmediatamente hacia el templo.

A Sugita le avergonzó no saber nada sobre el santo caído como para compartir una reacción similar, en cambio Albert no lucía para nada afectado, por lo que buscó proseguir con la charla.

— ¿Dónde se encuentra ahora? —Albert deseó saber.

— El Patriarca le ha permitido establecerse en el Templo de Aires por el momento. Tengo entendido que sus cloths sufrieron daños durante las batallas, si gustan pueden ir a verle, tal vez pueda hacer algo por ellas.

Albert sabía que las cloths de los santos tenían su propia forma de sanarse a sí mismas, en los días pasados seguramente la armadura de Géminis ha restaurado gran parte de sus piezas, pero la idea de que en cualquier momento tuviera que luchar de nuevo le transmitía cierto temor, no iba a marchar a la batalla con una coraza herida y frágil.

— Ven conmigo —le ordenó a Capricornio quien asintió.

Sugita no sabía de lo que hablaba Albert, pero suponía que admitir su falta de conocimiento sólo provocaría alguna clase de reprimenda o insulto.

— Albert, espera un momento —Shunrei pidió—. El templo de Géminis aún se encuentra inhabitable, hice algunos preparativos para que…

— No debe preocuparse, me alojaré en la biblioteca mientras tanto —Géminis se adelantó a decir—. Si nos disculpa, nos retiramos.

Los guerreros de Géminis y Capricornio subieron las escalinatas hacia el templo de Aries llevando consigo sus respectivas cajas de oro. Allí las reparaciones habían concluido, por lo que lo único que encontraron a las puertas de la primera casa fue otro dúo que despreocupadamente tomaba el sol de la mañana.

A la distancia, sentados muy cómodamente en las escaleras, Souva de Escorpión y Kenai de Cáncer saludaron a ambos con alegría. Hasta que se acercaron lo suficiente uno de ellos se atrevió a decir algo.

— Pero qué galantes, con esos atuendos casi no los reconocimos —siendo el risueño Escorpión quien lo hiciera.

— Ese bronceado te sienta bien Albert, te va mejor que el color amarillento de biblioteca —secundó Cáncer de modo bromista.

Albert se mantuvo paciente pese a tal bienvenida— Cualquiera pensaría que después de una experiencia tan cercana a la muerte llegarían a madurar, pero ustedes no se curarán ni muriendo —comentó.

— Quizá sí, la Muerte no tiene sentido del humor y eso bien que lo sé —Kenai añadió con cinismo.

Sugita desvió la vista hacia el cielo cuando un ligero chillido lo obligó a mirar. Vio como un majestuoso cuervo de plumas plateadas descendió de las alturas para posarse sobre el hombro izquierdo del santo de Cáncer sin que éste se lo impidiera.

Mientras los santos hablaban, el cuervo miró con atención a los recién llegados.

— Es la primera vez que veo a un cuervo como ese… —Sugita lo admiró como si fuera algo único.

— Sí, es extraño de ver. Aquí nuestro médico brujo regresó con una extraña afición por las aves de rapiña —Souva agregó bromista—. Esperen a pasar por su templo.

— Son buena compañía aunque no lo creas —el shaman aclaró al sobar el pico del ave—. Este es mi favorito, pueden llamarlo Kraz.

Albert y Souva pestañearon extrañados ante el nombre, a Sugita le confundió la idea de que se llamara igual que el santo que murió recientemente.

No importa cuánto lo mirara, Albert percibía algo muy antinatural en el cuervo gris. Sólo le bastó intercambiar miradas con Kenai para saber que éste le ocultaba alguna clase de secreto que podría intentar descubrir.

— Nombrar a tu nueva mascota como tu discípulo muerto es algo de mal gusto ¿no lo crees? —Albert preguntó.

El santo intercambio miradas con el ave antes de decir— Tienes algo de razón, quizá debería llamarlo Mortimer o algo parecido —meditó Kenai, recibiendo severos picotazos en la cabeza por parte del cuervo.

— ¡No, no, no! “Kraz”… “Kraz” está bien, es el que le gusta —aclaró, sonriendo con nerviosismo para apaciguar a la orgullosa criatura ante la mirada absorta de los presentes.

— A todo esto ¿qué es lo que hacen aquí? —el santo de Capricornio preguntó a Souva.

— Bueno… el maestro de Jamir nos ha pedido que le permitamos echarle un vistazo a nuestros ropajes sagrados —respondió con actitud relajada—. Éramos los últimos así que tendrán que hacer fila.

Por supuesto que tal enunciado hizo que Albert terminara por subir los últimos peldaños para entrar sin más al Templo de Aries.

— Me enteré que tuvieron sus problemas, pero mírate, estás ileso —Souva examinó a Sugita, no viendo ni si quiera un raspón o cicatriz a diferencia del santo de Géminis quien aún conservaba algunos vendajes en el cuerpo.

Sugita se miró los brazos ante el comentario sin encontrar palabras que excusaran su falta de heridas de guerra, por lo que Kenai intervino.

— Los beneficios de ser joven, sanan rápido —Kenai se levantó con la intención de guiarlo—. Lo mejor será que vayamos adentro, si tu armadura está dañada de seguro Kiki podrá repararla antes de la reunión. Ven, no querrás ser el único que no vista apropiadamente su ropaje ¿o sí? —inquirió, a lo que el joven santo asintió.

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Llevaban pocos días viviendo en el Santuario. Para Ayaka era la primera vez que pisaba aquellas tierras desconocidas, por lo que, cuando no se encontraba ayudando a su maestro, aprovechaba para recorrer los sitios cercanos y conocer a las personas que allí moraban.

En cambio, Kiki de Jamir no se permitió distracciones pese a la nostalgia que el Templo de Aries despertaba en su corazón. Una vez que intercambiara información con el Patriarca y llegaran a ciertos acuerdos, se instaló para dar tratamiento a las dañadas cloths.

Las remembranzas del Patriarca pudieron ser las razones por las que le concedió alojarse en la Primera Casa. Claro, Kiki entendía que era un caso temporal puesto que él no era el sucesor de la armadura de Aries pese a su propia desilusión. Muchos le concederían el titulo sin dudarlo tras haber sido el aprendiz del antiguo santo de oro, Mu de Aries, sin embargo ni el destino, ni la cloth de oro, compartían ese mismo pensamiento.

El lemuriano podía admitirlo, siendo más joven reprochó su mala suerte, pero el tiempo lo hizo reflexionar para aceptar su papel en el orden de las cosas. Siguiendo el ejemplo de vida que le dejó su antiguo maestro, decidió emplear sus conocimientos tal y como los anteriores a él, incluso transmitirlos para el futuro.

Podía contemplar sin envidias ni resentimientos a los cuatro guerreros dorados que orgullosos vestían sus respectivas armaduras sagradas. Los vio partir hacia los aposentos del Patriarca, sólo hasta perderlos de vista es que le permitió a Ayaka tomarse el resto del día, sin causar molestias a nadie.

La pequeña lemuriana partió contenta una vez que terminara de acomodar los utensilios y herramientas en sus respectivos cofres. Intentó disuadir a su maestro para que la acompañara, pero éste se negó con sutileza al tener otros planes.

Kiki se encaminó hacia algún punto de los terrenos montañosos que rodeaban el Santuario, donde hace muchos años encontró un lugar perfecto para meditar o pasar un tiempo de tranquilidad. Era un pequeño espacio entre las altas cordilleras donde el suelo y ciertas rocas estaban cubiertos por algo de musgo o césped; sobre una pared caía una delgada línea de agua cuyo principio y final siempre ha sido desconocido para él.

Con la mano tomó un sorbo de agua fresca, notando la sombra que se proyectó instantes después en el muro frente a él. El lemuriano giró lentamente para encontrarse con la figura de la amazona plateada de Perseo.

La aterradora máscara de Medusa no era algo por lo que Kiki pudiera sentirse intimidado, jamás lo estuvo.

— Tiempo sin vernos, Elphaba —saludó el pelinaranja—. Recibí tu mensaje, aquí estoy.

— Por un momento creí que no te atreverías a hacerlo —dijo la mujer.

— Sé que tú y yo tenemos asuntos pendientes —Kiki permaneció apático—. Dime, ¿tanto misterio y frialdad acaso significan que has cambiado de opinión?

Elphaba no respondió.

— ¿Piensas matarme? —inquirió el lemuriano, logrando una reacción en la amazona.

— Lo has sugerido tantas veces que comienza a ser una posibilidad tentadora —contestó secamente—. Es como si desearas que cambiara mi elección. ¿Aún te inquieta más que haya decidido amarte que el asesinarte? —preguntó casi entristecida, acercándose a él.

— Sabes que no es así —dijo con una sonrisa—, es sólo que desearía que los sentimientos de los que hablas hubieran nacido sin que esas leyes por las que te riges influyeran.

Elphaba de Perseo se cruzó de brazos, mostrando algo de fastidio— Veo que tu estancia en Jamir te ha cambiado, solías ser más agradable y despreocupado.

— Allá hay mucho tiempo para reflexionar… Por lo que respóndeme una cosa, de no ser por ese pequeño incidente en el pasado ¿habrías podido llegar a amar a alguien como yo?

La amazona volvió a callar.

Cuando llegó a vivir al Santuario siendo una niña, Elphaba y Kiki no congeniaron, mucho menos si el travieso lemuriano se la pasaba presumiendo sus extrañas habilidades entre los demás chicos de su edad, sin mencionar las historias de cuando fue el aprendiz de un santo de oro. Tales cosas no las toleraba entonces y quizá ni ahora siendo una mujer.

De cierta manera Elphaba escogió a Kiki como el rival con el que debía competir día a día para superarse, intentando sobresalir en todas y cada unas de las pruebas puestas por los maestros. Ganar, esa fue su meta por los primeros años de entrenamiento, algo que el lemuriano tomaba como un juego al aceptar los continuos retos. Algunos los ganó, otros los perdió, jamás se permitieron un empate.

La extraña rivalidad continuó los años que siguieron, aun cuando ella fue puesta en manos del santo de Pegaso.

Pero entonces Kiki vio su rostro un día y, en contra de lo que ella misma pudiera imaginar, no fue capaz siquiera de pensar en hacerle daño.

— Debí haber elegido la segunda opción —la amazona respondió algo irritada.

— Aún estás a tiempo.

— ¿Bromeas? El Santuario te necesita más que nunca, no dejaría que rencillas personales perjudicaran a mis camaradas.

— Lo dices como si yo me fuera a quedar quieto para que lo hicieras —comentó tras una risita.

Elphaba bajó los brazos, estando a punto de golpear al desvergonzado lemuriano, pero logró contenerse.

Kiki percibió la ira corriendo por el cuerpo de Elphaba, por lo que para aminorar las cosas dijo— No quiero que malentiendas todo esto… yo tengo sentimientos fuertes por ti, te lo dije aquel día, te lo demostré, pero… quería que estuvieras segura de tus propios sentimientos. Creí que alejándome sería lo mejor, estaba tan confundido como tú, pero en Jamir encontré mi respuesta a todo esto y es ahora que la comparto contigo —el lemuriano se atrevió a tomarle las manos—. Eres importante para mí Elphaba, descubrí que te amaba incluso antes de verte a los ojos por primera vez aquel día…

La amazona ahogó cualquier sonido de su boca, atragantándose ante tales palabras.

— Quería que tú también encontraras tu propia resolución —prosiguió ante el silencio de la guerrera—, pero si no eres capaz de contestar la simple pregunta que te hice antes, significa que aún dudas.

— Kiki… soy muchas cosas pero no una maldita adivina —dijo finalmente—, no puedes preguntarme algo como eso y esperar que sepa la respuesta. Si no me hubieras visto ese día… ¡no sé lo que habría pasado entre nosotros, no tengo una esfera de cristal para saberlo! —Elphaba correspondió el apretón de manos con determinación—… Pero lo que sí puedo decirte con certeza es que… tarde o temprano yo me habría desprendido de mi máscara como lo hago ahora —dijo antes de apartarla de su rostro sin ninguna vacilación.

Kiki quedó cautivado por la suave mirada que la amazona mostraba en ese momento decisivo. Pese a las cicatrices en su rostro, era una mujer bella.

— Y te habría robado un beso para que entendieras lo que a tu cabeza de chorlito le cuesta aceptar.

Elphaba soltó la máscara, abrazándose al cuello del lemuriano para plantarle un largo beso con el que esperaba dejar muy en claro cuáles eran sus verdaderos pensamientos.

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El Santuario, Salón del Patriarca.

En el nuevo Santuario era la primera vez que una reunión de tal índole se llevaba a cabo.

Cada santo de oro arribó al Gran Salón con diferentes espacios de puntualidad, siendo Terario de Acuario el primero y Nauj de Libra el último en llegar. Por supuesto, aquellos que habían estado ausentes en sus respectivas misiones no conocían a los nuevos adeptos.

Souva se dio la libertad de llevar a cabo las presentaciones. Cada uno reservó sus comentarios respecto al otro, pero hubo algunos gestos que no pasaron desapercibidos.

Los nueve santos de oro aguardaron en la antesala a la cámara del Patriarca, esperando que el Pontífice les concediera el paso.

La amazona de Virgo, así como los santos de Libra y Géminis, mantuvieron su distancia y mutismo mientras el resto dialogó un poco entre ellos.

Durante los días pasados, el joven Jack de la constelación de Leo había logrado un acercamiento con la amazona de Tauro, algo por lo que Souva se entrometía sólo para hacer comentarios algo pecaminosos que Calíope catalogaba de mal gusto.

Kenai de Cáncer creció en una región de tundra muy similar a Siberia, por lo que era capaz de sostener una conversación con Terario de Acuario cuando menos. El santo de Acuario se prestó a la charla al sentir curiosidad por los tatuajes en el rostro de Kenai y por el clan de shamanes al que dice pertenecer.

Sugita de Capricornio escuchaba un poco de cada charla sin adentrarse a una. Ocultaba muy bien la emoción que le causaba poder estar en la orden dorada; la predicción que le dejó su madre se había cumplido después de todo. Él no se sentía capaz de compararse con ninguno de sus compañeros de armas, seguía siendo el más joven de ellos, pero en silencio les prometió que jamás se quedaría atrás.

Las puertas blancas de la cámara del Patriarca se abrieron lentamente para ellos. Un hombre y una mujer de la servidumbre se inclinaron respetuosos, animándolos a tomar un lugar.

— Fue idea mía— Souva de Escorpión murmuró cínicamente a Albert, anticipando la reacción de éste al ver dentro de la habitación una mesa rectangular con nueve asientos repartidos a los lados laterales y otros dos en los cabezales.

La larga mesa estaba cubierta por un amplio mantel rojo sobre el que se colocaron vasos y copas, junto a delgados cantaros con agua y vino.

Las sillas de madera mostraban tallados con diseños florales en los altos respaldos, siendo las dos situadas a los extremos las más elaboradas y distintivas.

Algunos dudaron un poco, pero una vez que el Patriarca y el santo de Pegaso aparecieran en lo alto rindieron sus respetos.

— Es una alegría que todos hayan podido asistir, por favor, tomen asiento —el Patriarca habló cordialmente conforme descendía por las escalinatas—. Me habría gustado que nuestra primera reunión se hubiera efectuado por motivos más amenos y de convivencia — sólo hasta que él tomara su lugar correspondiente el resto lo imitó. No existía un orden destinado, por lo que cada uno de los santos se acomodó donde quiso.

— Primero que nada deseo darles la bienvenida —el Patriarca comenzó—. Santos de Géminis y Capricornio, es un gusto tenerlos de regreso. Como todos pueden ver, la orden dorada comienza a completarse. Ya sea por designio de nuestra diosa o simple coincidencia, nueve de los doce santos dorados se han reunido ya en el Santuario.

— Y en buen momento —agregó Seiya en el asiento opuesto al Patriarca—. Todos están al tanto de lo ocurrido durante la invasión al Santuario y el ataque a Meskhenet.

— Es lamentable —prosiguió el Patriarca con solemnidad—. Nos es claro que todo esto no ha sido más que el preámbulo de batallas con motivos que aún desconocemos.

— Tres enemigos han salido a la luz —participó Nauj de Libra—, es evidente que todos provienen de una orden de guerreros que sirven los designios de alguien con el suficiente poder como para someterlos.

— Considerando que los tres Patronos (como se hicieron llamar) son dueños de un poder abrumador, no es difícil de imaginar que sirven a alguna clase de deidad —agregó Albert de Géminis.

— No es así —el santo de Libra aclaró con rapidez—, en mi batalla contra el llamado Nergal, me aseguró que ninguno de ellos se permitiría dominar por algún dios.

— ¿Un hombre común, quizá? —inquirió el guerrero de Acuario.

— No —dijo la amazona de Virgo—, pero sea quien sea debe tener la capacidad para despertar y subyugar a alguien como Sennefer, ya varios de nosotros hemos comprobado que es alguien de temer. Si él mismo abandonó la batalla sin ver cumplida su ambición hasta el final, significa que siguió alguna clase de orden, tal y como sucedió en el Santuario.

— Considerando las evidencias y muchas otras conjeturas de quienes fueron testigos de lo ocurrido, es casi un hecho que debe ser alguien que conozca el arte de los shamanes ¿no estás de acuerdo conmigo, Kenai? —Albert preguntó.

El santo de Cáncer apartó el vaso del que bebía agua para contestar— Egipto es la cuna del shamanismo como lo conocemos, que uno de los Patronos sea un shaman no significa que sigan a uno… pero en Jamir pude hacer mis propias averiguaciones —lentamente volvió a llenar el vaso de cristal—. Si me permite Patriarca creo que es el mejor momento para compartir mis descubrimientos con todos.

Shiryu asintió, esperando a que el santo de Cáncer revelara información importante.

— Ya todos saben que mi misión en Jamir era el primer paso para encontrar las cloths de oro que aún no regresan al Santuario. En mi andanza por el mundo de los espíritus, al ser la forma más rápida de lograr mi propósito, sentí ciertas anormalidades, fluctuaciones entre la delgada línea que divide el mundo de los mortales y el más allá.

Shai de Virgo se mostró más interesada que el resto. Comenzaba a darse cuenta que en el Santuario existían aliados valiosos y de gran conocimiento.

— Al creer que investigar más a fondo valdría bien la pena, tuve que visitar la entrada al mundo de los muertos para preguntarle al mismo custodio del lugar.

Para algunos en la mesa, las palabras de Kenai carecían de sentido o eran demasiado fantásticas para ser ciertas.

— Y este me dijo algo interesante… me confirmó que en efecto, algo o alguien estaba causando tales disturbios. Él no tiene ninguna obligación, ni mucho menos permitido revelarme más, pero mencionó que fuerzas muy antiguas están movilizándose en nuestro mundo, algo por lo que ciertamente se encontraba preocupado —pausó al tomar un trago de agua.

— Debió hablar de Sennefer y el Cetro de Anubis —indicó Shai de Virgo.

— Sí, pero ese hombre y su artilugio maldito son sólo uno de los dos problemas que lo mantienen inquieto. Como shaman que soy, me aseguró que si libraba al mundo de la amenaza del Cetro de Anubis sería una carga menos para nosotros… de lo segundo no fue capaz de aconsejarme nada ya que me obligó a regresar al mundo de los vivos por una razón. Cuando desperté, la Torre de Jamir estaba siendo invadida por tres enemigos que buscaban asesinar a todos los que estábamos allí. Perdí al santo del Cuervo en esa excursión —se lamentó por unos segundos—, pero de esos hombres obtuve una alarmante revelación. Cuando intenté extraer toda la información posible de uno de ellos, el hombre murió sin que yo fuera el responsable. Al examinar sus restos encontré esto —Kenai extrajo algo de entre su armadura, un rollo envuelto en una tela azul, la cual extendió en la mesa. Descubrió un pedazo de piel sobre el que se habían marcado símbolos en una especie de código alrededor del centro.

El shaman no sufría ninguna clase de remordimiento por haber tomado ese trozo de carne de un cadáver, desde pequeño ha sabido cómo curtir las pieles de los animales por lo que no fue muy diferente pese a pertenecer a un ser humano. Además, para él era importante preservar ese conjuro lo más intacto posible.

Unos cuantos en la mesa sí llegaron a sospechar que se trataba de piel humana, para otros pasó desapercibido, pero ninguno entendía la valía de dicho descubrimiento.

Seiya de Pegaso fue quien lanzó la pregunta que todos pensaban —¿Y eso qué significa?

— Esto, camaradas, es la mayor prueba de que lo que Albert y otros tantos han llegado a pensar sea factible, un habilidoso shaman está involucrado en todo esto.

— ¿Pero qué es eso exactamente? —Souva preguntó, contemplando fijamente las marcas.

—Es un sello ancestral que fue prohibido entre los mismos shamanes siglos atrás. Para mí el proceso es tan desconocido como para ustedes pero no tengo dudas, con estos símbolos y el ritual adecuado es posible sacar el alma de un cuerpo original para introducir otra, incluso de naturaleza diferente.

Muchos se mostraron inquietos ante tal explicación. ¿Algo como eso era posible? El espanto fue claro en ojos de algunos.

— ¿No puede ser posible que el mismo individuo que atacó Egipto sea el autor de dichos conjuros? —cuestionó el Patriarca.

— Es poco probable Patriarca, este arte prohibido se creó entre los clanes que se originaron en Norteamérica, mucho antes de que los primeros hombres blancos arribaran a sus tierras. Son rituales un tanto diferentes al compararlos con los de Medio Oriente.

— Parece que todo se reduce a Norteamérica… cada vez se vuelve más sospechosa la actitud tomada por el Shaman King ¿no piensa igual, Patriarca?—comentó Albert con sarcasmo.

— Kenai es el único shaman en esta mesa —se adelantó Souva al encontrar la mala intención en lo dicho por el santo de Géminis—, ¿qué opinas amigo? El Shaman King ha sido un hombre honorable que le ha brindado ayuda al Santuario desde que tengo memoria, ¿lo creerías capaz de algo semejante?

Toda la atención recayó sobre Kenai quien miró en redondo a sus compañeros. Se cruzó de brazos para dar una respuesta sincera tomando en cuenta todo lo expuesto por sí mismo.

— Es una posibilidad… yo no la descartaría.

Cierta conmoción originó murmullos entre los santos, Seiya de Pegaso parecía el más convencido de que era la suposición correcta.

— Pero —prosiguió Kenai— una vez mi abuelo dijo que no existía un trabajo más ingrato que el del mismo Shaman King —el santo sonrió ante la remembranza de ese viejo sabio—. Él, pese a su vasto poder e influencia sobre el mundo, en ocasiones está obligado a apartar la vista y permitir que las cosas sigan su curso… La humanidad es como un niño que debe aprender a levantarse cuando ha caído y el Shaman King es el padre que estará allí para confortarlo una vez que lo haga.

— Parece que estamos donde empezamos —renegó el santo de Libra, decidiendo tomar una de las botellas de vino para llenar su copa. Era claro que la reunión tomaría más de lo que esperaba y ya comenzaba a fastidiarse.

— Kenai tiene derecho a exponer sus opiniones. Pero una cosa es clara pese a que no podamos descartar ninguna de las dos posibilidades —Caliope de Tauro habló—, los Patronos están respaldados por uno o muchos shamanes. La búsqueda se ha reducido a Norteamérica, quizá más específicamente a la renombrada Aldea Apache. Tal vez el Shaman King esté inmiscuido, tal vez no, pero como quiera que sea muchos de nosotros estamos indefensos ante habilidades como las que ellos tienen —admitió Calíope, recordando la experiencia sufrida al pelear con Kaia, Apóstol Sagrada de Isis.

Sugita asintió, los combates en Egipto fueron de un nivel con los que nunca imaginó tendría que lidiar.

— Tras haber enfrentado algo como Sennefer me permite sugerir algo —Albert volvió a tomar la palabra—. No tengo problemas con enfrentar a enemigos de carne y hueso, pero si existe una manera de protegernos de aquellos a los que no podemos ver ni mucho menos tocar espero puedas dárnosla, Kenai.

— Supongo que lidiar con una horda de espíritus no fue del todo grato —Kenai comentó divertido.

— Tú debes saberlos mejor que nadie —respondió el santo de Geminis.

— Y por eso entiendo tu punto. Debo meditarlo un poco —pidió, rascándose la mejilla.

— La brujería de la que hablan quizá vaya a resolver uno de los mínimos problemas a los que nos enfrentaremos. Pero olvidan que los ropajes con los que se protegen esos sujetos parecían irrompibles, ni siquiera las armas de Libra fueron capaces de hacerle algún daño —Nauj dijo con indignación—, sin mencionar que cuando creí haberlo herido ni siquiera sangre brotó de su cuerpo ¿acaso todos serán inmortales?

— Son vulnerables, conocen el dolor. Cuando Aristeo de la Lyra empleó sus técnicas, el Patrono quedó totalmente indefenso— meditó el Patriarca en voz alta.

— Pero el santo del Cuervo fue capaz de hacer pedazos las armaduras de aquellos que los atacaron en Jamir —añadió el santo de Pegaso—, Kiki mencionó que no eran armaduras nada extraordinarias ni muy diferentes a las cloths.

— Tal vez entre ellos también existan rangos… los Patronos podrían ser los más poderosos de los guerreros —Shai comentó.

— Esto no nos está llevando a ninguna parte —musitó el santo de Libra.

— Es un rompecabezas que no debemos precipitarnos en armar, muchas de las piezas aún se encuentran perdidas —sugirió Jack del signo de Leo.

— Tiene razón —Terario de Acuario lo apoyó—. Debemos actuar con cautela.

— Encargarse del hombre que atacó Egipto debe ser una prioridad en cualquiera de los planes que escojamos seguir —Kenai recomendó—. Tal vez no sea el origen del problema pero debemos tomar en cuenta el consejo que se me fue dado.

— Desde que comenzaron estos incidentes he alertado a todos nuestros aliados —explicó el Patriarca—. En vista que tanto el Santuario y Egipto fueron atacados, no podemos descartar que intentarán lo mismo en otros lugares.

— Entonces ¿sólo esperaremos a que ellos hagan su siguiente movimiento? —preguntó Shai.

El Patriarca negó con la cabeza —Debemos estar preparados. Kenai me ha informado que conoce los lugares en donde los ropajes de Aries, Sagitario y Piscis se encuentran. Al desconocer los peligros con los que lidiaremos en el futuro, será necesario contar con todo el apoyo posible. Enviaré a algunos santos a la búsqueda en vista que Kenai tendrá mucho que resolver aquí.

— Intentaré encontrar alguna información que pueda sernos útil —se comidió el santo de Géminis—. También me aseguraré de incrementar la vigilancia y darles un debido adiestramiento a nuestras tropas. Debemos estar alerta para cualquier escenario posible.

El Patriarca accedió— Enviaré otro mensajero a la Aldea Apache, será necesario que uno de nuestros hombres permanezca allá para reportar cualquier anomalía —decidió pese a ser una asignación peligrosa para cualquiera.

Seiya de Pegaso divagó por sus pensamientos. Ver reunidos a los nueve santos de oro de la nueva generación lo llevó a hacer algunas comparaciones que lo hicieron sentir alguien viejo, de una época remota, pero tal sensación era una simple ilusión. Estaba en la mejor de sus épocas, capaz de enfrentar a los nuevos enemigos ¿pero qué hay de ellos? ¿Los santos de este nuevo mundo estarán capacitados para enfrentar tal guerra?

Una de las principales debilidades que veía a simple vista era la falta de hermandad entre ellos. Cierto que la generación anterior estuvo formada por guerreros muy distintos entre sí, pero al final se percibió que compartían un mismo ideal… algo que no veía en éste grupo.

Cuando compartió dicha preocupación con el Patriarca, Shiryu le aseguró que el tiempo se encargaría de crear esos lazos de amistad y camaradería, además le pidió que no olvidara que ni ellos mismos se llevaron bien al principio, sólo hasta que pasaron por fuertes experiencias es que llegaron a conocerse y respetarse.

A diferencia del Patriarca, el santo de Pegaso no confiaba tanto en los nuevos adeptos. ¿Qué es lo que realmente sabían sobre ellos?

El santo de Acuario domina las técnicas del puño de hielo que sólo los caballeros de cristal conocen. Hyoga no fue su instructor y aun así el ropaje dorado de Acuario le sirve. No ha escondido el nombre de su maestro, ni su ubicación, pero aunque aseguren ser fieles a la causa del Santuario toda esa situación le resultaba extraña.

El santo de Libra era demasiado prepotente para su gusto. Él mismo fue testigo de las reacciones violentas y brutales que tuvo durante un combate. ¿Alguien cómo él será el más adecuado para decidir cuándo se amerita el uso de las armas de Libra? Además, la manera en la que miraba a todos le parecía muy inquietante.

El santo de Leo era el único de ellos que no le despertaba ningún mal presentimiento. Pero parecía un joven demasiado influenciable, justo como Sugita de Capricornio. Le acongojaba que ambos pudieran hacer malas amistades y eso los llevara por un mal camino.

Aunque para ser justos, el resto de los santos tampoco eran un grupo de querubines bondadosos.

Albert de Géminis era el más problemático por su modo de actuar, pero para oponérsele siempre podrán contar con Souva de Escorpión quien sabe cómo mantenerlo a raya… aunque todo sería más sencillo si el Escorpión supiera comportarse.

Shai de Virgo estaba en una cuerda floja. Sin importar que haya sido discípula de Shaina durante su infancia, quien engaña una vez puede volver a hacerlo…

Podía confiar plenamente en la amazona de Tauro, quien aprendió las técnicas de Aldebaran. Se ha ganado un lugar importante en el Santuario por lo que muchos la consideran una autoridad que no dudarían en seguir.

Kenai de Cáncer era un tema diferente... Desde que llegó al Santuario acompañado por Yoh Asakura, intuyó alguna clase de doble intención. Quizá ahora sus sospechas estaban adquiriendo forma y el shaman no sea tan devoto al Santuario como pretende.

Seiya abandonó toda suposición paranoica al notar un gesto de preocupación en Shiryu.

Mientras los demás continuaban con las discusiones, el Patriarca guardó silencio total de un momento a otro. Nadie se percató de ello, ni mucho menos de su importancia hasta que se alzó de su asiento con evidente conmoción.

Todos guardaron silencio por el inesperado movimiento. Escuchando con claridad cuando Shiryu dijo— Asgard… fue atacada por el enemigo…

Fin del Capítulo 24

Hécate* Es el nombre de una diosa de las tierras salvajes y los partos. Debo aclarar que NO ES ESA Hécate que aparece en Saint Seiya Next Dimension, sólo es un nombre.

Avanish* nombre que significa dios de la Tierra.