miércoles, 11 de mayo de 2011

Sobre el Capitulo 20

Bueno, finalmente he publicado el capitulo 20 de mi fanfic de Saint Seiya "El Legado de Atena". Pueden leerlo aquí mismo en el blog ----->
O en la comodidad de FF.Net = Capitulo 20

Reseña:
Egipto ha sido salvado, pero en el Santuario la batalla entre Nergal Patrono del Zohar de Brontes VS Nauj el Santo dorado de Libra llega a su clímax, dando fin a la encrucijada por los doce templos.

Datos de la Autora:
Este episodio es el penúltimo para cerrar el ARC de Egipto.
Si los episodios del Prologo al Cap 9 fueron la introducción de la historia que sirvió para situar al lector en la clase del nuevo mundo que aquí presento
del 11-20 ha servido de 'introducción' a la verdadera trama del fanfic.
Con estos episodios aprendimos que Existen mas Ordenes de Caballería aparte del Santuario de Atena, esta Asgard, los marine shoguns de Poseidón, los Apóstoles de Ra y quizá algunos otros más por ahí, quieeeen sabe.
El enemigo de estos episodios, SENNEFER, no se trata del 'enemigo' principal, sino que se
descubre que él únicamente es un 'colaborador' de alguien mucho más grande que él mismo.

Hay mucho misterio alrededor de estos enigmáticos antagonistas.... y sus Zohars jajaja que curiosamente, sólo por escoger una palabra en HEBREO ya alguien por ahí dice que el enemigo va a ser DIOS, y máaaas seguro dice estar únicamente porque uno de los malos usa PLAGAS para pelear.... Yo honestamente les digo que son meras coincidencias jajaja Después de que estuve buscando un nombre para las armaduras, la palabra ZOHAR me llamó la atención (aparte que me recordó a los juegos de XENOSAGA) y que diseñara a un personaje que use las plagas de Egipto para pelear no significa que es porque DIOS saldrá jajaja (estábamos en Egipto, no me pude resistir a la ironía XD)

Siempre me ha gustado mucho la mitología Egipcia, por lo que si tenía que escribir un fic de Saint Seiya no iba a desperdiciar la oportunidad para escribir algo referente a ella. Quizá me haya equivocado en algunas cosas, pero rendí homenaje a esta exquisita cultura que tanto admiro.

En esta temporada QUISE usar algunos de los clichés clásicos de SS, esos que en ningún fic o peli de la serie debe faltar, por eso es que me animé a hacer que los enemigos subieran por las 12 casas.

Trabajé más con los personajes, ya solo me faltan los Santos de Aries, Sagitario y Piscis para tener a los 12 dorados.

Apareció Ikki, el Ave Fénix, y se demostró que los antiguos santos de bronce continúan siendo los mejores en el oficio =P

Ya que estoy por terminar esto, debo detenerme un poco para reorganizar ideas. Sé hacia donde me dirijo pero la ruta sigue siendo dudosa en mi cabeza, por lo que puede que me tome algo de tiempo para tener todo listo e iniciar la próxima ARC con el pie derecho, sólo puedo adelantar que.... IREMOS A ASGARD!!!

Por mientras trabajaré un poco en SECTOR HEAVEN, ya que lo he dejado muy abandonado estos meses y merece continuar =)

Me despido de ustedes mis lectores!

El LEGADO DE ATENA CAPITULO 20

El potente estallido cegó a todo aquel que miraba la batalla entre los titanes. El viento levantó una gran polvareda que cubrió las ruinas de Meskhenet.

Entre la densa bruma arenosa, el primero que recobró la visión fue el Chaty. Sin dudar abandonó el refugio, exponiéndose al cielo abierto.

Sin miedo en su andar caminó por la explanada del templo de Horus, con la vista hacia arriba de donde aún percibía el bondadoso Ka que los ha salvado a todos.

Nichrom, Apóstol Sagrado de Osiris llegó a su lado, dejando atrás a los santos quienes prefirieron mantener distancia en cuanto los demás Apóstoles se aglomeraron alrededor del Visir.

Una luz celestial apartó la neblina y la oscuridad. El Chaty fue el primero en arrodillarse ante el majestuoso halcón anaranjado que permaneció en las alturas, mirándolos.

Nichrom fue el siguiente, seguido por los demás guerreros de Ra al escuchar la alabanza del Chaty hacia Horus, el glorioso señor de los cielos.

El Ka proveniente de tal manifestación no les permitía dudar de la intervención divina. Los Apóstoles se sentían honrados por estar ante uno de los dioses de Egipto, sin embargo la vergüenza de que el supremo soberano contemplara las ruinas del reino les oprimía el corazón.

Horus permaneció en silencio, guardando cualquier juicio sólo para él.

El fuego del que se formaba el halcón volvió a tornarse dorado, convirtiéndose poco a poco en pizcas de oro que cayeron suavemente sobre Meskhenet.

Muchos de los refugiados salieron de los templos al no escuchar más tormenta ni sentir más terremotos. Mientras los niños maravillados acumularon la arena dorada entre sus manitas, los adultos admiraron con devoción la imagen del halcón que poco a poco se desvanecía.

De las alturas una figura comenzó a descender lentamente. Conforme bajaba la incertidumbre creció en la población, después de todo las alas de una armadura dorada como aquella harían pensar a los creyentes que se trataba del mismo Horus quien debió encarnar para salvarles… Pero estaban errados, no era otro más que Ikki, el Ave Fénix, envuelto por el ropaje divino que obtuvo tras las batallas en el Eliseum.

En brazos traía consigo el cuerpo inerte de la Reina de Egipto, privado de la Alba Divina.

En cuanto el Fénix puso los pies en el suelo la magnifica cloth se prendió en llamas, las cuales se transformaron en granos de arena hasta regresar a su forma original.

Ikki abrió los ojos al resentir cómo la extraña cosmoenergía que le ayudó durante la lucha se separó de su cuerpo. Con la mirada siguió los rastros del polvo dorado, distinguiendo como formaba la silueta de un ave que se perdió en la negrura del horizonte.

El chillido de un halcón se dejó escuchar por la llanura, siendo la señal que indicaba que Egipto había sido purificado del mal.


Capitulo 20.

Lluvia de fuego

Souva de Escorpión se veía en su cuerpo de ocho años. Había vuelto a ser ese niño que buscaba comida para los más pequeños del grupo en la basura detrás de los restaurantes.

Eran alrededor de nueve chiquillos en total. Todos ellos quedaron huérfanos por razones diferentes o habían huido de casa por maltratos y abusos. Cuando él escapó por última vez del orfanato se encontró con algunos de ellos, demostrando que sus habilidades para conseguir alimento serían provechosas para el bienestar de todos.

No tenían padres ni un hogar, pero se apoyaban entre ellos y vivían resguardados del frío en una vieja bodega abandonada. Fue una época difícil… pero muy feliz.

Todavía los recuerdo…

Recordaba todos sus rostros, sus voces, sus nombres. Ellos fueron su familia en la época más oscura de toda su vida. Significaban tanto para él y no pudo salvarlos…

Debí estar ahí…

Ese día regresó tarde a casa. Algo inesperado ocurrió cuando un hombre se acercó a él durante su estadía en el parque. Sin razón aparente el sujeto le convidó una hamburguesa de un puesto cercano.

Al principio creyó que se trataba de un policía, no era la primera vez que alguno intentaba engañarlo para bajar la guardia y momentos después terminar en un odioso orfanato. El hombre rió cuando Souva lo encaró con tales suposiciones, dando respuestas sinceras pese a que mantuvo la mitad de su rostro cubierto con una máscara negra.

Él terminó aceptando cuando el hambre pudo más que sus instintos. Comió lo que pudo hasta quedar satisfecho mientras su benefactor únicamente le hizo preguntas sobre su vida por la cual mostró mucho interés.

Se sintió muy contento cuando el hombre le permitió llevar comida también para sus amigos, despidiéndose del generoso señor al que no preguntó nombre.

En el camino a casa pensó en lo alegre que estarían todos por las jugosas hamburguesas, sabiendo lo carnívoros que solían ser algunos, pero en cuanto giró por el callejón escuchó el inicio de toda una ráfaga de disparos.

Un angustioso presentimiento lo obligó a correr, dejando caer todo lo que le estorbaba.

El infortunio los señaló ese día, dos bandas rivales comenzaron un enfrentamiento que terminó en el interior de la bodega abandonada. La lluvia de proyectiles no perdonó a maleantes ni a niños que fueron atrapados en la guerrilla callejera.

Souva encontró la manera de entrar al edificio sin ser notado, buscando con desesperación a su familia, encontrándolos uno a uno en el suelo, en el orden en que sirvieron de escudos humanos para protegerse entre ellos.

El llanto de un bebé lo llevó a toda prisa a un viejo cuarto repleto de basura, encontrando a una niña aferrada a su hermanito. La pequeña mostraba una herida de bala en el estomago mientras el bebé lloraba a todo pulmón.

Él quedó perplejo al final del camino de cadáveres, arrodillándose junto a su amiga quien abrió los ojos y le sonrió con gran alivio pese a las circunstancias.

No se dio cuenta cuando terminaron los disparos, ni tampoco del sonido de los pasos que subieron hasta adentrarse al lugar. Escuchó la tosca voz de un hombre quien sorprendido por el descubrimiento de los niños decidió no dejar testigos.

El sujeto lo zarandeó por los hombros con brusquedad, arrojándolo al suelo. Él miró por encima del hombro y vio la boca negra de la pistola que le daría muerte. Se pregunto si ese mismo miedo fue el que paralizó a su madre cuando la asesinaron…

Pestañeó asustado cuando jalaron el gatillo, el maleante rió al darse cuenta que vació el cargador anteriormente. Souva supo que no tendría otra oportunidad, en cuestión de segundos todo terminaría; el constante lloriqueo del bebé, los cuerpos de sus compañeros, la agonía de la pequeña… todo eso, más el deseo de vivir, lo llevó a tomar los restos de una botella rota con la que hirió el brazo del sujeto, desarmándolo. Fue tan rápido… reaccionó con tal inconsciencia que tardó en darse cuenta que enterró las puntas de cristal en el cuello del maleante.

El hombre se retorció en el suelo, sujetándose la garganta herida. Se arrastró intentando alcanzar al chiquillo.

Souva jamás olvidará la mezcla de confusión, ira y miedo que brillaron con tal intensidad en esos ojos para después apagarse de manera tan abrupta.

Con las manos manchadas con sangre se dejó caer el piso completamente abrumado…

Souva sabía lo que seguía a continuación, el hombre del parque llegaría al lugar. Él le rogaría que los ayudara, que salvara a sus amigos… pero allí nada de eso sucedió. El maestro Kenta no apareció… en vez de eso comenzó a ser acosado por voces y sombras que fueron oscureciendo el entorno.

— Souva, ¿por qué sobreviviste y nosotros no? —inquirió una voz infantil.

— ¿Dónde estabas cuando más te necesitábamos? — cuestionó otra voz igual de joven.

— Siempre te creíste mejor que los demás, ¿esto es lo que deseabas, librarte de nosotros?

— ¿Por qué no nos salvaste? ¡¿Por qué?!

— ¡Tenía mucho miedo! ¡Me dolió mucho!

Souva se tapó los oídos conforme las voces aumentaban de volumen, sintiéndose en medio de una multitud deseosa de lincharlo. De pronto una mano lo sujetó por el hombro, se volvió para observar el ensangrentado rostro de uno de sus fallecidos compañeros— Souva ven con nosotros, es lo justo —musitó el niño con las cuencas oculares vacías, siendo un punto rojo visible en el fondo de ambos abismos.

Sobresaltado, Souva lo empujó para intentar ponerse de pie, tropezando cuando otras manos lo sujetaron por los tobillos. Giró desesperado, descubriendo a los demás cadáveres impidiéndole el huir.

Uno lo mordió en la pierna al punto de arrancarle el pedazo de piel. Souva gritó completamente aterrado— Somos una familia, debemos estar juntos para siempre—; otros más lo agarraron por los brazos, mordiéndolo salvajemente. Todos se convirtieron en una jauría de animales salvajes que pensaban despedazarlo vivo. Los rostros alegres y las sonrisas amables desaparecieron, se transformaron en horribles espectros que estaban despellejándolo vivo.

El dolor era terrible, insoportable, sentía que su corazón no lo soportaría más, no al latir de manera tan violenta. No podía parar de llorar y gritar, estaba totalmente indefenso.

En medio de la agonía, cuando sintió que estaba por fallecer sólo un nombre vino a su mente, la única persona que lo había ayudado en el pasado — ¡¡¡Maestro Kenta!!! —gritó agonizante, rodeado por las criaturas carroñeras que no mostraban piedad.

—¡¡E-esto no es lo que pasó…!!

—¡Maestro Kenta, maestro Kenta! —chilló el infante en medio de la oscuridad, lanzando un alarido lastimero.

—¡Souva, reacciona! ¡No es real!— la voz de una mujer se perdía entre el dolor y la impotencia— ¡Nada de lo que ves es real! ¡Tienes que despertar!

¿Despertar?...

—¡No te dejes engañar!— repetía la voz femenina que poco a poco ganaba eco por encima de las demás sonidos.

—Esto no es lo que pasó… — insistió debilitado— El maestro Kenta… el maestro Kenta…— estaba muy confundido, tanto que lo que creía conocer era dudoso… su mente empezaba a aceptar aquello como la realidad.

De pronto, en medio de todo el caos, una luz se prendió sobre el escenario que le mostró la verdad— Puedo salvar a tu amiga, pero a cambio debes prometer venir conmigo— le dijo el hombre enmascarado ese día.

—¡Sí!… Él llegó… llegó y salvó a Chihiro… y yo… yo me fui con él… Él me entrenó para convertirme en un santo… Yo… ¡Los Apóstoles —recordó súbitamente—… Shai… ellos….! ¡El Patriarca y todos los demás peligran! ¡¡Aaaaah!!

Souva aspiró aire con fuerza, como si hubiera retenido la respiración por un largo periodo de tiempo. Tosió sonoramente, padeciendo de una espantosa migraña que podría reventarle la cabeza en cualquier momento. Se tambaleó hasta caer de rodillas, vomitando una gran cantidad de sustancia oscura, grumosa, de aspecto muy desagradable.

Se tomó unos momentos para agarrar aire, mirando hacia todas direcciones invadido por un delirio de persecución. Recibió unas leves palmadas en la espalda, encontrándose con la mirada pasiva de Jack quien le sonrió.

—Tranquilízate, ya pasó lo peor. Pudiste salir del trance.

—¿Qué trance?—inquirió muy aturdido.

Aún estaban en el derruido templo de Virgo, seguía siendo de noche. Notó como Terario de Acuario y Shaina de Ofiuco permanecían paralizados con una expresión que delataba terror. Frente a ellos, Elphaba de Perseo se encontraba en pose de descanso sobre sus rodillas, irradiando un tranquilo cosmos aguamarina.

— ¿Qué es lo qué está haciendo? ¿Qué sucedió?— el Escorpión preguntó con urgencia, levantándose—. Lo último que recuerdo fue a Shai y ella… nos atacó— se sobó la frente, tocando el golpe sangrante en ella.

—No debes importunar a la señorita Elphaba, ella es la razón por la que pudimos salir del trance en que la guerrera dorada de Virgo nos encerró —explicó Jack, procurando que Souva no cometiera alguna imprudencia—. Yo fui capaz de salir primero que ustedes. Antes de entrar en completa comunión con sus espíritus ella me explicó que la técnica de la amazona dorada mantiene aprisionada la mente del enemigo, la hace perder toda noción de la realidad y la sumerge en un recuerdo importante del pasado, lleno de culpa y remordimiento. De no salir rápidamente de ella nuestras mentes serían aplastadas por la fuerza psíquica, entraríamos en shock y nuestro cuerpo finalmente sucumbiría.

— Ugh, que técnica tan embustera… —el Santo del Escorpión se atragantó, recordando lo visto en la pesadilla—, pero supongo que… Shai ya no es la misma chica a la que conocí —musitó con algo de tristeza.

Terario de Acuario reaccionó de la misma forma que Souva lo hizo. Después de un sonoro grito, la desorientación y el mareo, vomitó la oscura esencia.

A Terario le permitieron su espacio para aclarar sus ideas y raciocinio. El Santo permaneció tosigoso en el piso, recobrándose poco a poco.

Estuvo atrapado dentro de aquella lejana memoria en el que sus padres murieron, si por sí solo era un mal sueño que lo acosaba de vez en cuando, los nuevos elementos lo dejaron perplejo.

Sus padres lucharon exhaustivamente para mantenerlo con vida, abrigándolo con su calor corporal. Su madre y padre poco a poco fueron quedándose en silencio, repitiendo constantemente que no debían quedarse dormidos, que él tenía que sobrevivir. Cuando ya no los escuchó más y el frío comenzó a calarle los huesos, Terario cayó en la inconsciencia, despertando en una cama tibia y rodeado por personas que no conocía. Así fue como sucedió en verdad, sin embargo en esta ocasión cuando abrió los ojos se encontró todavía en el interior de la casa repleta de hielo. En medio de los fríos cadáveres, Terario observó los rostros muertos de sus progenitores. Intentó salir, pero en cuanto deseó abrirse camino los cadáveres se tensaron, reteniéndolo con fuerza entre ellos.

Pronto ese abrazo que le salvó la vida se volvió mortal, sintió como si numerosas cuchillas le atravesaran el cuerpo. Al tocarlo, las pálidas manos le robaron cualquier reserva de calor. Todo su ser se congeló a tal punto en que sus padres fueron capaces de romperle los dedos con la facilidad con la que se quiebra una rama marchita… y así prosiguieron con el resto de las extremidades hasta que la voz del maestro Vladmir y la risa de la dulce Natasha lo sacaron del hechizo.

El Santo de Acuario sacudió la cabeza tratando de alejar las ilusiones. Se levantó hasta ordenar sus pensamientos, mirando con ojos cansados a los demás. Escuchó la misma explicación de Jack, mostrándose molesto por haber sido víctima de tales alucinaciones.

— ¿Cuánto tiempo ha pasado? —quiso saber el santo de Acuario.

— Una hora cuando mucho. En ese lapso una lucha comenzó al final de los templos, misma que continúa. Puedo sentir como dos cosmoenergías siguen en conflicto, aún hay tiempo de alcanzarlos —comentó el joven, ligeramente preocupado al reconocer que una de ellas pertenecía a Nauj.

— Eso no tienes porque decirlo —añadió el Escorpión, mirando de reojo a las dos amazonas de plata quienes continuaban ausentes de la realidad.

— Yo me quedaré— Jack se adelantó a decir, resignado al papel de custodio.

Souva agradeció, siguiendo a Acuario al ser el primero en reiniciar el ascenso.

Grecia, El Santuario de Atena, explanada hacia el Templo del Patriarca.

— Cierra la boca, miserable —Libra exclamó rabioso, escupiendo el amargo sabor de la sangre—. ¡Aquí el único que va a morir serás tú!

Nergal, Patrono del Zohar de Brontes, no tuvo piedad hacia su tullido rival. Cada puñetazo era ejecutado para causarle el mayor daño posible, mas Nauj bloqueó los atronadores golpes con el escudo de Libra.

El Santo tampoco desaprovechaba la oportunidad para atacar con el tridente, sobretodo en el pequeño espacio bajo la celada del casco y en el cuello al ser los puntos vulnerables que estaban descubiertos por la resistente armadura.

Nergal se percató de ello, evadiendo con cabeceos los mortales impactos. La táctica defensiva del Santo lo obligaba a adentrarse a su defensa, exponiéndose demasiado; un reto temerario que aceptaba al confiar plenamente en su superioridad.

Fastidiado por la defensa dorada, Nergal sujetó la orilla del escudo, reteniéndolo por un instante en que se impulsó para saltar por encima del santo, pateándolo en la espalda con el talón.

La patada tomó desprevenido a Nauj, perdiendo momentáneamente el equilibrio hasta que giró con gran velocidad para cubrirse de la ráfaga lanzada por el Patrono.

Los pies del Santo marcaron una zanja en el suelo al haber contenido la embestida. Nauj bajó el escudo humeante, mirando a su oponente. Rugió furibundo al ser abatido por el dolor en su cuerpo cubierto de llagas que le transmitieron una intensa fiebre, sintiendo la boca seca y los ojos ardientes.

El sudor únicamente aumentaba la agonía al pasar por las dolorosas úlceras que comenzaron a reventarse.

Nergal y todo lo que estuviera frente a él se estaban convirtiendo en borrones con tintes alucinógenos que los sacudimientos de cabeza no regresaban a la normalidad.

Al ver como el Santo de Libra apenas podía mantener en alto el escudo y el tridente, el Patrono alistó el contraataque. Envolviéndose con su cosmos para hostigar a Nauj.

Libra interceptó el golpe, pero cuando precipitó el tridente contra su adversario este lo atrapó por debajo del brazo.

El Santo lo golpeó repetidas veces con el escudo, siendo inútil cuando de un manotazo Nergal se lo tumbó de las manos. Sobrepasando las fuerzas del Caballero dorado, el Patrono le arrebató el tridente y tras algunos giros lo precipitó contra Nauj.

Las tres puntas entraron por su costado. La cloth dorada resistió lo más que pudo, siendo la razón por la que no murió al instante. El Patrono no presionó más, pero mantuvo al Santo clavado, sonriendo como un orgulloso pescador que finalmente arponeó a una presa impertinente.

—Es evidente que ya no tienes nada más que ofrecerme… —le dijo con altivez—. Y para ser honesto ya habías comenzado a aburrirme.

Antes de que el Patrono retrocediera extrayendo la punta del arma, Nauj se lo impidió sujetándole las muñecas.

—Curioso que la digas, yo también —Nauj musitó, manifestando su cosmos.

— ¿Qué puedes hacer ya? —preguntó sin sorprenderse ni intentar zafarse—. Mi plaga está por dejarte en un estado crítico del que quizá jamás te recuperes, es mejor que te rindas y aceptes tu derrota.

— Je, gracioso que lo menciones, ¡porque estoy a un sólo golpe de ganar éste combate! ¡Aaaaah!— reuniendo toda su energía en una sola patada, el empeine del santo de Libra golpeó por debajo de la mandíbula del enemigo.

Sólo hasta en el último segundo Nauj mostró la verdadera intensidad de su cosmoenergía, siendo algo que el enemigo lamentó haber subestimado.

El poderoso impacto retumbó en su cabeza, Nergal creyó que perdería el sentido pero se aferró a la conciencia. El casco del Zohar de Brontes se desprendió siendo la intención del Santo, pateándolo hacia el abismo.

Sabiendo al Patrono aturdido, Libra le azotó la cabeza fuertemente contra el suelo. Nergal intentó levantarse cuando una gruesa cadena de oro se le enredó en el cuello.

Nauj mantuvo su rodilla sobre la espalda del invasor para evitar que se pusiera de pie; usando uno de los chacos de Libra intentaba que dejara de respirar o destrozarle el cuello. ¡Lo que sucediera primero, no importaba!

Inspirado por el agudo dolor en todo su ser, es con la misma potencia con la que apretaba la cadena.

—¡Aprende la lección para cuando vuelvas a renacer, nunca te confíes de un animal agonizante, es cuando atacan con todo su poder! —bramó Nauj dominado por la furia.

Boca abajo, el Patrono se retorcía en intentos por liberarse. La falta de aire fue un giro inesperado que le impedía concentrarse. Forcejeó inútilmente, su boca se abría con desesperación sin poder emitir más que asfixia y la lucha por tomar oxigeno.

Con los ojos desorbitados y la lengua casi de fuera buscó una salida, sus fuerzas menguaban ante el estrangulamiento mientras las de santo se incrementaron por la rabia y la cercanía de la muerte.

— ¡Muérete maldito, muérete ya! —rugió Nauj como si estuviera poseído por un demonio, estrujando todavía más la cadena que se encajaban a la piel del contrincante—. ¡Te creías inalcanzable con esta armadura tuya ¿no?! ¡Ahora es cuando te digo lo mismo que tú mencionaste al principio! “¡Es una lástima que debajo de toda tu coraza se encuentre un cuerpo frágil...¡yo te liberaré de tu mundano recipiente para que alcances la inmortalidad!”.

Nergal divisó la espada de Libra que descuidadamente había dejado en el suelo, pero estaba a muchos metros fuera de su alcance. Con lo poco que le quedaba de lucidez, el Patrono golpeteó un par de veces el suelo, un movimiento que pasó desapercibido para el Santo.

Aristeo de la Lira estaba sumido en la indecisión de intervenir. La energía tan violenta que fluía del Santo dorado lo desconcertaba bastante, sintiéndose espectador del brutal enfrentamiento entre dos bestias irracionales. Por una parte debería sentirse aliviado por el que los invasores serían frenados por el Santo, sin embargo la desconfianza que comenzó sentir por él lo llevaba a desear, en lo más profundo del subconsciente, la derrota del Caballero…

Aristeo se puso en alerta al percibir algo en la explanada, no era una sensación de peligro pero sí un sonido casi imperceptible.

— Insectos…— murmuró el santo plateado al lograr dividir los sonidos y darle forma a lo que se movía por el lugar— ¡Libra, cuidado! —intentó advertirle.

Una densa nube ensombreció todavía más el camino hacia el templo del Patriarca, acompañado de un zumbido ensordecedor. Un enjambre de miles de langostas se precipitó sobre el lugar aturdiendo la visión y el oído de cualquiera.

Nauj no se permitió soltar al Patrono pese a la cortina traicionera de animalejos, no perdería el objetivo… pero todo eso cambió cuando fue atravesado por su propia espada.

Sin que el Santo se diera cuenta, las mismas langostas llevaron la espada de Libra hasta la mano del Patrono quien la empuñó a como le fue posible. Por la posición desventajosa no consiguió un golpe mortal, mas la hombrera y parte del peto dorado se despedazaron por el impacto.

Nauj lanzó un alarido que sobrepasó al sonoro zumbido, siendo la señal con la que la plaga de langostas se apaciguó entre las sombras.

Al sentir la cadena en su cuello floja, Nergal giró la espada alojada en la clavícula del Santo, agrandando todavía más la herida hasta que los chacos cayeron.

Rabiando con odio, Nergal mantuvo el espadón entre la carne y el hueso. Tumbó a su enemigo con brusquedad, asegurándose que la cuchilla se enterrara por completo a la piedra y así mismo clavar al santo de Libra al piso.

Nergal retrocedió, aspirando aire frenéticamente. Su gesto desencajado indicaba la sensibilidad en su garganta así como indignación por la situación vivida.

Nauj se convulsionó de dolor, cerrando la mandíbula en busca de sobrellevar el tormento de muchas heridas.

Consciente de lo cerca que estuvo de morir, el Patrono se enfureció todavía más, el odio hizo arder su cosmos monstruosamente.

Con voz enronquecida gritó— ¡No puedo creer…. que haya estado a punto de ser derrotado... por tal insignificancia…! ¡M-maldito…! ¡Has acabado con mi paciencia! ¡Al diablo el estúpido plan de Sennefer! ¡Santos, Apóstoles, me da igual, todos van a morir! —un aire frío invocó las tinieblas que escondieron el paisaje estrellado sobre el Santuario.

Cientos de langostas crearon una alfombra bajo los pies del Patrono, elevándolo muy por encima del templo del Patriarca y de la misma estatua de Atena. A dicha altura pudo contemplar la montaña sagrada desde la cima hasta su pie. Nergal alzó la mano hacia el cielo avivando todavía más su aura.

—¡Le toma a un dios uno segundos levantar sus templos, veremos si yo puedo tardar menos destruyéndolos! —bramó iracundo.

Las nubes oscuras comenzaron a tomar tintes rojos y anaranjados, como si la cortina negra escondiera objetos de intenso resplandor que estaban a punto de mostrarse. El cosmos de Nergal se dejó sentir por todo el Santuario, despertando diversos temores en los habitantes.

— ¡Plaga #7 , lluvia de fuego!

Grandes esferas flameantes salieron del nubarrón oscuro. Acompañado por un diluvio de intenso granizo, meteoros cubiertos de fuego se precipitaron contra la montaña sagrada de Atena.

El tamaño de las bolas de lumbre variaba desde no más grandes que un puño, hasta la de las dimensiones de un barco.

Sin duda tal tempestad sería capaz de destruir cada templo del Santuario, incluso provocar grandes deslaves que terminarían por desaparecer Villa Rodorio.

Al sentirse empequeñecidos por el poder mostrado por el Patrono, ninguno de los Santos llegó a responder el agravio contra las tierras de la diosa de la guerra.

Sin embargo, justo antes de que el primer cometa osara golpear un pilar en el templo de la diosa, dos poderosos cosmos estallaron hasta el infinito.

—Rozan Hyakuryūha!! (¡Cien dragones de Rozan!)

—Pegasus Ryūsei Ken!! (¡Meteoros de Pegaso!)

Cada rincón del Santuario se cubrió por una bruma cósmica verde y azul de la que emergieron un sin número de dragones voladores acompañados por centenares de meteoros.

Nergal quedó pasmado ante la visión del ejército de bestias y cometas que chocaron contra su tormenta. Por supuesto, la marejada de dragones y meteoros arrasó las esferas de fuego conforme ascendía hacia las nubes, desintegrando a su paso todo cuerpo extraño que amenazara al Santuario.

El Patrono quedó atrapado por toda esa energía que lo embistió, sus gritos se ahogaron entre los alaridos de los dragones y la velocidad de los cometas.

Las saetas verdes y azules desaparecieron entre las estrellas, regresando el silencio y la calma, mas el aire quedó impregnado por el cosmos de los dos individuos que aparecieron junto al santo de Libra.

Nauj creyó que sería aplastado por el terrible poder de Nergal, pero quedó sin palabras cuando esos dos hombres lo protegieron, empleando sus cosmoenergías para oponerse al feroz vendaval.

Las ropas blancas y el casco dorado de uno de ellos señalaban distinción, el Patriarca sin duda.

La armadura de bronce del segundo era engañosa, pues el sujeto despedía un cosmos diferente al de cualquiera que haya sentido antes.

El Santo de bronce se giró hacia el caído, inclinándose con la intención de ayudarlo. El Patriarca permaneció con el mentón hacia el firmamento.

—U-ustedes… son… —el santo de Libra intentó hablar.

—¡Gran Patriarca, señor Seiya, esto todavía no ha terminado! —el caballero de la Lira advirtió, azorado al escuchar como del cielo una silueta caía a gran velocidad.

Poco antes de tocar tierra, insectos emergieron de entre las rocas, creando un colchón sobre el que el Patrono cayó de rodillas. El hombre sangraba en abundancia por la cabeza. Sus cabellos se empaparon alrededor de la zona herida, cayendo por su rostro hasta cegarle el párpado.

Con las manos temblorosas, el Patrono se palpó la cara, viendo la sangre con detenimiento. Verla lo hizo entender que estaba por alcanzar el límite que le advirtieron jamás debía sobrepasar a menos que deseara morir irremediablemente.

Admitía no tener la energía para continuar, debió emplear mucho de sí para salir bien librado de tales ataques.

Al escuchar las pisadas del Patriarca acercándose, obligó al Patrono a levantar la cabeza, poniéndose en guardia. Sonrió por estar finalmente ante el hombre al que se supone debía cortarle la cabeza.

Shiryu se detuvo a varios pasos del enemigo con un semblante solemne— Tengo entendido que estabas buscándome…

El Patrono sonrió con malignidad— Ah, así es… y mi intención no ha cambiado— aseguró, reuniendo fuerzas.

—¿Quién eres, cuál es tú afán por destruir la sagrada orden de Atena? —Shiryu inquirió sin mostrar temor a un posible ataque.

— ¡¿Y crees que voy a decírtelo así nada más?! —recriminó— ¡Quizá lo sepas en el otro mundo!— lanzándose sobre Shiryu con todo el poder que le quedaba concentrado en su puño.

Una tonada musical y el mundo se distorsionó para el atacante. Bastó una simple nota para que Nergal perdiera control de él mismo, cayendo de rodillas. El Patrono sacudió la cabeza, intentando el volver a atacar, mas la melodía lo paralizó con su embrujo.

Adolorido, se tapó los oídos con rapidez, ¡esa música lo lastimaba de alguna forma! Rabioso miró en dirección hacia donde el trovador movía los dedos sobre las cuerdas del arpa plateada.

—Espero disculpe mi atrevimiento Patriarca, pero no puedo permitir que se derrame más sangre estando tan cerca del templo de nuestra diosa, ni mucho menos que usted deba mancharse las manos con alguien como él —Aristeo habló con tranquilidad mientras tocaba el arpa y castigaba severamente los sentidos del Patrono—. Permítame ser yo quien extraiga la verdad de sus labios.

—De acuerdo Aristeo, puedes proceder—el Patriarca accedió, no del todo gustoso al escuchar los gritos de Nergal quien se contorsionaba en el suelo.

La música afectaba directamente el sistema nervioso, ¿cómo combatir algo así? Mientras se convulsionaba entendió que fue un error confiar en la protección del Zohar… pese a todo estaba comprobando que sin importar cual invencible se crea una cosa, siempre existirá un punto débil… ¡No existe tal cosa como la defensa perfecta!

Nergal se apretaba las orejas con fuerza, agarrándolas como si titubeara en arrancarlas.

—Es momento de hablar —Aristeo susurró a través de su hermoso cosmos plateado—. Ya que soy un hombre piadoso te diré que sería inútil mutilarte o destruir tus oídos, mi melodía llegará a ti con la misma efectividad, por lo que ahórranos la desagradable escena.

El Patrono bufó en cólera, peor que un animal. Miró con odio al Santo de plata, intentando sobreponerse pero la música le taladraba la cabeza, impidiéndole cualquier plan o acción libre.

—Confiesa. Mencionaste no ser un Apóstol al servicio de Ra, ¿a quién sirves entonces? ¿Cuál es el verdadero motivo detrás de tus actos?

Las respuestas a todas las preguntas pasaban por la mente del Patrono, mas tensaba la mandíbula para evitar cualquier acto inconsciente con tal de detener la tortura.

En el torbellino de recuerdos, rostros y nombres, uno sobresalía al resto de los demás, aquel que le pertenecía a la persona que le confío el Zohar de Brontes… aquel que le confesó que lo ocurrido hace quince años no fue una alucinación suya.

Entre rugidos y pataletas, Nergal apuntó los dedos de su mano hacia su garganta, decidido a morir con tal de no revelar nada. Pero antes de cometer suicido, se escuchó el grito de una mujer en la explanada.

—¡¡Patriarca, cuidado!!

Dos proyectiles púrpuras cayeron desde las estrellas de manera repentina. En un golpe traicionero, uno atravesó el pecho del Santo de la Lira, destruyendo el arpa al mismo tiempo.

El segundo iba dirigido hacia el Patriarca quien, al no haber percibido peligro o un cosmos amenazante, no reaccionó a tiempo, sin embargo se volteó para atrapar a la amazona de Virgo quien recibió el impacto en su lugar.

Una flama púrpura ardió en el peto de la Amazona de oro antes de que cayera inconsciente en los brazos del Patriarca. Aristeo se desplomó inmediatamente al suelo con un agujero cauterizado muy cerca del corazón.

Una segunda mujer arribó al lugar— ¡Arriba! —advirtió la sierva de Isis, señalando hacia el cielo de donde una sombra permaneció levitando.

Seiya se colocó entre el nuevo enemigo y el Patriarca sin demora. Indignado por no haber detectado la presencia del sujeto— ¿Quién eres tú? ¡Identifícate! —exigió, siendo ignorado.

Levantando la cabeza con dificultad, el Patrono de Brontes escuchó una voz conocida… una que lo atemorizó.

—Nergal, ya nada tienes que hacer aquí, debes retirarte —dijo el misterioso guerrero que permanecía en las alturas levitando junto a un portal sombrío.

—¡Caesar! ¡Esto todavía no ha terminado…! —exclamó molesto el Patrono de Brontes.

—Sennefer ha abandonado Egipto —lo interrumpió con tal anuncio—. Tú debes hacer lo mismo…

Nergal miró con resentimiento al sujeto de armadura oscura; la coraza que protegía a Caesar era diferente a su propio Zohar al contar con acabados curvos y alzados de más distinción. El metal simulaba estar hecho por gruesas escamas de dragón, realzando la apariencia de las alas caídas que colgaban de su espalda. La celada en su casco estaba moldeada para hacer ilusión de un reptil.

Al ver la duda en el Patrono, Caesar preguntó— ¿Qué esperas? ¿Acaso piensas desobedecer? —sonó claramente una advertencia.

Pese a la distancia, Nergal pudo imaginar claramente como los ojos rojizos de Caesar se alargaron en el gesto intimidante con el que solía aplacar su rebeldía.

— ¡Ustedes no irán a ningún lado! —espetó Seiya de Pegaso elevando su cosmos contra el enemigo—. Pegasus Ryūsei Ken!! (¡Meteoros de Pegaso!)

Para sorpresa del mismo Seiya, Caesar bloqueó la ráfaga de golpes con los brazos sin recibir daño alguno.

— ¿Así es cómo tratan a aquel que vino a detener la lucha? Después de que mi señor con tanta generosidad me pidió frenar la batalla —cuestionó con seriedad—… Es evidente que no lo merecen —añadió con desprecio.

— ¡Así es Caesar! ¡Acabemos con ellos, aplástemelos aquí y ahora! — incitó Nergal, poniéndose de pie. La idea de un nuevo festín de sangre fue suficiente para recuperar energías— ¡Entre tú y yo terminaremos con el Santuario!

—Aunque la idea me resulta atrayente, deberá ser en otra ocasión. Regresa Nergal, el señor lo pide —insistió de modo impaciente.

Resistiéndose hasta el último momento, el Patrono de Brontes accedió. Un portal oscuro apareció a cuestas, entrando sólo hasta decir —Lo que dicen de los legendarios santos de bronce que combatieron en el Eliseum no son sólo palabrerías. ¡Mis respetos Pegaso y Dragón, aunque la próxima vez no subestimaré las leyendas!— desapareciendo tras la lúgubre cortina.

Caesar estuvo por hacer lo mismo, deteniéndose al escuchar la voz del Pontífice.

— Guerrero, aguarda un momento.

El hombre se volvió con curiosidad hacia el Patriarca.

— ¿Por qué detener la afrenta a estas alturas? Llegaron demasiado lejos como para simplemente dar media vuelta y desaparecer. ¿O acaso se dieron cuenta de sus límites?

El hombre suspiró ante las osadas palabras del Patriarca, calló unos instantes sólo para decir—. No es el momento de que nos enfrentemos a ustedes Santos de Atena… Es cierto que estamos destinados a entrar en batalla, pero el tiempo no ha llegado… —empezando a ser absorbido por la oscuridad—. Ahora hay otras prioridades, un sendero por el que seguro nos volveremos a ver. Les anuncio que la caída del Santuario está próxima… “Al hombre lo que es del hombre…” —citó antes de desaparecer.

FIN DEL CAPITULO 20