sábado, 15 de julio de 2017

EL LEGADO DE ATENA - Capítulo 66. Salve al rey

Avanish fue un joven entusiasta como muchos otros en la larga historia de la humanidad, quien creyó y luchó por la paz entre dioses y humanos cuando los inmortales decidieron exterminar a todos los humanos que nacieron con un don especial. Siendo tan ferviente su convicción, fue transformado y se convirtió en el primer Shaman King de la Tierra, el mediador entre el cielo y los hombres.

Su sacrificio, junto al de muchos otros, logró detener ese terrible genocidio, y pensó que todos podrían coexistir en ese pequeño planeta azul… Pero su visión de un mundo pacífico terminó siendo corrompida por las acciones de algunos dioses que, al reflexionar sobre el nuevo pacto con los mortales, decidieron volverlos peones, guerreros que lucharían hasta la muerte en sus nombres. Aquellos que tanto despreciaron de repente fueron convertidos en armas para satisfacer sus deseos de conquista y gloria…

Él alzó la voz, pero esta vez fue ignorado y humillado, y aun sin contar con la aprobación de los Grandes Espíritus decidió emprender una lucha para combatir ese cruel destino para la humanidad. Pidió a su gente seguirlo a la batalla, mas todos se negaron, temerosos del castigo de los dioses, convencidos de que mientras les permitieran prosperar y vivir no importaba que algunos tuvieran que sacrificarse en sus guerras santas.

Presa de la desilusión al ser traicionado no sólo por dioses, sino también por los mortales, Avanish decidió abandonar su puesto como Shaman King, siendo perseguido por su desacato.  Herido por aquellos que intentaron destruirlo, su destino lo llevó a conocer a Hécate, esa bella doncella que lo ayudó y ocultó por mucho tiempo, poniéndolo a dormir para que sus heridas pudieran sanar. Sumido en un confortable letargo soñaba constantemente con el mundo del hombre y el paso de las Eras, siendo testigo de los grandes acontecimientos y horribles desastres.

Al despertar, Hécate continuó cuidando de él, siendo su amabilidad lo que le permitió considerar efímeramente el que podría vivir allí con ella para siempre...
— Quédate aquí. Prometo que serás feliz —le pidió la inocente joven, sierva de Gea desde su nacimiento.
Pero él tomó una decisión diferente…

En ocasiones llegaba a preguntarse qué sería de su existencia si hubiera aceptado tal proposición, ¿en verdad habría sido feliz? Tal vez, es lo que sus sueños en ocasiones le mostraban, el precio de su necedad.



 Capítulo 66.
Salve al rey.

Poseidón miró con desprecio al impertinente dios de la guerra. — Ares, ya me preguntaba cuándo es que decidirías aparecer —le dijo, sabiendo que el aludido había estado presente, quizá, desde el momento en que inició la batalla—. ¿Acaso conspirabas con Apolo?
No te precipites, querido tío —le pidió la deidad, dejando de aplaudir—; como el dios de la guerra debo atestiguar todas y cada una de las grandes batallas que se suscitan en el universo, ¿crees que iba a perderme ésta?
Desafortunadamente ya no puedo poner un pie en la Tierra, pero no por ello la guerra dejará de ser parte de los corazones de los hombres… y de los dioses que la habitan —dijo con osadía—. He visto cada pequeño ajetreo de esta temporada desde casa, suerte para mí que tú y Apolo optaron por llevar su batalla hasta este recóndito lugar, sólo así es que puedo felicitarte en persona.
— No intentes engañarme, sé que nos separan años luz de distancia y es mejor que siga siendo así—Poseidón le advirtió, sabiendo que aquello no era más que una vana manifestación del dios de la guerra—. ¿Qué buscas aquí?
Cuánta agresividad, no todos somos como mi patético hermano, puedes relajarte —dijo, mirando con sus ojos rojos la ánfora sellada—. Pero admitiré algo para ti, mereces saberlo ya que te has coronado como el nuevo dios protector de la Tierra y de la humanidad —fingió admiración y se inclinó en una sarcástica reverencia—. La verdad es que sí tuve algo que ver en este pequeño lio —confesó aquel ser envuelto por el brumoso velo carmesí donde el miedo, el terror y la violencia tenían sus orígenes.
— ¿Qué estás diciendo? —Poseidón lo miró con desconfianza—. Explícate.
Ares alzó las manos, sobreactuando. — No por gusto, claro, aunque admito que no me desagradó. Me asignaron una tarea que implicaba tentar a cada uno de nuestros encantadores familiares y amigos a desobedecer las órdenes de Zeus… el resultado me dejó perplejo, sólo Apolo y nadie más… —explicó con fingida tristeza—. Me sorprendí con la decisión de Artemisa de abandonar sus dominios al conocer las intenciones de Apolo, eligiendo mejor huir que embarcarse en tal cruzada; parece ser que no siempre los mellizos coinciden en todo… chica lista —comentó para sí.
— ¿Quién? —exigió saber Poseidón con un deje de ira— ¿A quién respondes ahora, Ares?
¿No es obvio? —dentro de aquel brumoso velo se dibujó una sonrisa sádica y traviesa.
A la mente de Poseidón llegaron varios nombres, Atena entre ellos, pero sólo uno sobresalió por encima de los demás, sobresaltándole como si hubiera sido golpeado por un rayo.
— Zeus. —Poseidón casi dio un suspiro de resignación que logró disfrazar con un bufido de ira.
¿Y cómo decirle no al viejo?—Ares confirmó con entusiasmo—. Él que nunca llama ni me confía algo tan importante. — La divinidad se extendió y giró alrededor de Poseidón como un fantasma—. Él quería probar qué tanta es su autoridad aún sobre nosotros, por lo que no te preocupes, no se molestará porque le hayas dado a mi hermanito tal lección —el dios explicó, dando dos pequeños golpecitos al ánfora con la punta del dedo en modo de burla para quien allí dormía ahora—. Estoy seguro de que otros reinos celestiales han tenido los mismos conflictos familiares, pero eso no nos compete, hay mucha existencia allá afuera con la que se puede jugar —rió.
Típico de Zeus —pensó el dios del mar, decidido a sólo aceptarlo y no encolerizarse por los desastrosos planes de su hermano menor… Además, nada podía ser peor que aquella ocasión en que el sinvergüenza convenció a Hades de secuestrar a Perséfone. La tristeza de su hermana Deméter casi destruyó la vida en la Tierra.
Sí, típico de él salirse con la suya —coincidió Ares, compartiendo el mismo pensamiento del Rey de los mares—. Pues no sólo expuso a quien podría alzarse en su contra, sino que de esta forma logró que tú, el nuevo dios protector de la Tierra, y Atena, la actual regente del Olimpo, limaran cualquier aspereza que los separó alguna vez. —La presencia de la kamui de Poseidón era el claro símbolo de paz y alianza entre ellos.
Y por último, se aseguró de que todos vieran a quién tendrán que enfrentar si se les ocurre volver a poner sus ojos ambiciosos sobre ese pequeño pero interesante mundo. — Señaló al Emperador con las manos abiertas—. Te garantizo que el mensaje llegó fuerte y claro esta vez.
— Eso espero —amenazó Poseidón, no sólo a Ares, sino a todos aquellos que lo observaban desde algún lugar del infinito.

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Territorio Sagrado, ante los Grandes Espíritus.

Aun tras la volátil técnica de Atlas de Aries, el cuerpo de Avanish permaneció entero, mas no enteramente ileso. Sobre su blanca piel aparecieron pequeñas áreas negras, carbonizadas como su brazo llameante, en las que leves fisuras brillaban con un intenso color rojizo cual lava ardiente.
El primer Shaman King mantuvo la cabeza inclinada hacia las dos espadas cruzadas que salían de su pecho.
Su quietud dio esperanzas a los cuatro guerreros que hasta ahora han sobrevivido al enfrentamiento. Éstos sólo podían preguntarse en qué momento Shiryu de Dragón y Bud de Mizar arribaron al lugar y se movilizaron de tal forma para lograr atravesar al líder de los Patronos.
Las espadas Balmung y Excálibur lograron entrar por su espalda y emerger sin dificultad por el pecho del enemigo que tenían en común, esperando que de alguna forma eso fuera suficiente, mas Yoh Asakura fue el primero en saber que no sería así. — ¡Cuidado! —gritó, intentando advertirles.
— Eso fue inesperado —escucharon de Avanish, quien lanzó una siniestra mirada por encima de su hombro izquierdo—, pero inútil.
Shiryu y Bud intentaron mover sus armas, mas éstas quedaron adheridas dentro de las entrañas del primer Shaman King los segundos suficientes para que éste las expulsara al hacer estallar su poder espiritual.
Las espadas salieron del cuerpo del peligris cuando un torrente de fuego rojo emergió de las profundas heridas que le provocaron.
Ahora, con dos alas de fuego ardiendo en su espalda, Avanish lanzó una rápida mirada a todos sus adversarios, prestándole mayor atención a aquellos que por un momento de seguro se sintieron victoriosos.
— Los esperaba— les dijo con una sonrisa amistosa—. Con ustedes dos el Godaseirei se completa, pero ¿acaso eso debería preocuparme? —cuestionó con excesiva confianza.
— Se terminó, Avanish —dijo el Patriarca sin temor—. Todos tus guerreros han caído y es momento de que los acompañes para que juntos enfrenten su juicio final.
— Este mundo no puede perdonarte por todo lo que has ocasionado, llegó el tiempo de que pagues por tus ambiciones desmedidas —secundó Bud, ungido con el ropaje sagrado de Odín una vez más.
— Ilusos, ninguno de ustedes posee el poder suficiente para destruirme o cumplir la demanda de los dioses —Avanish aclaró sin miedo alguno—. Están aquí como representantes de la Gran Madre Gea. —Miró con tranquilidad a los seis guerreros divinos que lo rodearon en el aire en un aparente círculo inquebrantable—. Parece que ella no está dispuesta a favorecerme…
— ¿Aun después de todo lo que has ocasionado creíste que los Grandes Espíritus te tendrían consideración? —cuestionó Yoh, con el ceño fruncido—. Tuvieron piedad de ti hace miles de años, te dejaron marchar aun cuando no cumpliste tu papel de Shaman King hasta el final… Esperaban que encontraras paz en tu exilio, mas llegaste a conclusiones erróneas que pusieron en peligro a toda la humanidad. Eso es imperdonable y no volverá a pasar.
— Son padres inclementes, mas en el fondo amorosos con todos sus hijos. Ellos no serían capaces de destruirme, pero tampoco me permitirán continuar… el trabajo de ustedes es cumplir ese deseo. —Avanish cerró los ojos un instante sólo para reabrirlos de repente—. Mas nunca he sido un hijo obediente, por lo que desafiaré al destino una vez más y los aniquilaré antes de que eso suceda. ¡Los juegos se acabaron!
El grito de Avanish desencadenó su poder y retumbó en todas direcciones, mutando el entorno del territorio sagrado.
El interminable bosque de pinos se encendió de repente, convirtiéndose de inmediato en un mar de fuego rojo mientras el cielo se ennegrecía por completo; sólo el torbellino de los Grandes Espíritus continuó radiante e inmutable.
El ángel invocado por Avanish rugió, frenando su propia batalla con un aullido que era el cantico de millones de almas leales respondiendo a su señor. La entidad se volvió violentas ráfagas de viento para eludir al espíritu de la tierra a quien enfrentaba, y así viajar hasta llegar a la mano de su amo en el momento justo para que éste respondiera un ataque de Excálibur.

Shiryu no demoró en reiniciar la batalla, mas cuando su brazo cortante buscó la cabeza del inmortal se encontró con una cuchilla que repelió con la misma fiereza su ataque.
En el instante en que Shiryu retrocedió, Bud contraatacó con la espada Balmung al primer Shaman King, mas Avanish contrarrestó cada uno de los espadazos con la misma velocidad. El santo del Dragón rápidamente se unió al duelo de espadas.
Pese a tener a dos enemigos atacándolo con tanta ferocidad, Avanish no cambió su expresión confiada, pues parecía adelantarse a la trayectoria de cada estocada.
El primer Shaman King desplegó un veloz y brillante mandoble que obligó al par a retroceder cuando sintieron hilos de sangre resbalar por sus cuerpos.
El santo del Dragón terminó con su hombro derecho bañado en sangre mientras que Bud vio partirse en dos el casco de su armadura.

Avanish se permitió una breve pausa por la que el resto pudo ver la espada azul que ahora blandía en su mano izquierda, la auténtica forma del titán alado.
¡Esa espada! —Atlas la reconoció al instante, casi sintiendo un ardor en las heridas que sufrió a causa de ella.
— Correcto —Avanish señaló al atlante con la Áxalon, la espada que fue forjada con la voluntad de numerosas almas para combatir a los dioses—. Caesar la blandió con orgullo y pagó el precio de utilizarla sólo para ver cumplida su misión —le recordó mientras la espada flameaba con una energía azul muy poderosa—. Su infortunio fue el que apareciste en el camino y evitaste que asesinara a Poseidón… Lo que él no pudo hacer yo deberé terminarlo —lo amenazó, así como a cada uno de los guerreros que lo rodeaban.

Yoh Asakura se lanzó con valentía para atacar con sus espadas gemelas, seguido por Caribdis que revistió sus brazos con un letal aire cortante. Avanish combatió a ambos con una sublime destreza. La marine shogun aprovechó la cercanía para ver las heridas recientes en el pecho del primer Shaman King, sin entender por qué es que el enemigo no había muerto por ellas, mas Asakura sabía que se requeriría de un arma mucho más especial para llevar a cabo tal hazaña… comenzaba a dudar si es que en verdad podría destruir el alma de Avanish llegado el momento.
Una vez más, Avanish ejecutó un rápido y fiero corte que le permitió herir a ambos contendientes. Caribdis retrocedió por el espadazo que recibió en el pecho e Yoh por la patada que le conectó en la quijada, mas antes de que la Áxalon se clavara en el corazón de la marine shogun, uno de los Pretorianos de Atlantis la defendió con su escudo mientras dos de ellos precipitaron sus tridentes hacia el señor de los Patronos.
El colosal escudo redondo fue quebrado en miles de pedazos por la estocada de la Áxalon, mas salvó a la atlante de morir.
Para defenderse de los colosos Avanish aleteó una sola vez, repeliendo el ataque combinado y respondiendo con un inmisericorde corte que decapitó a los dos guerreros de Atlas de un solo tajo. En cuanto sus cabezas se separaron de sus cuerpos, los tritones se redujeron a un enjambre luminoso de energía que el resto de sus compañeros atravesaron para continuar la lucha.
Avanish se preparó para recibirlos, bloqueando los tridentes con simples movimientos de su arma, mas no contó con que entre ellos se colaría el veloz Fénix, quien logró asestarle un fuerte impacto en la cara, mientras que Bud de Mizar apareció por la retaguardia atacándolo con la Balmung, de la que emergieron centenas de rayos cortantes.
Avanish lo imitó, mas las descargas de la Áxalon sobrepasaron el poder de la Balmung y vapulearon al señor de Asgard. Antes de que Bud cayera al fuego que había inundado el suelo, se levantó una columna de tierra que adquirió la forma de una mano para atraparlo y mantenerlo a salvo unos momentos, mientras que el resto de los Pretorianos se lanzaron en picada sobre el primer Shaman King.
Avanish fue llevado al mar de fuego por la potencia de los aguerridos Pretorianos que se sumergieron con él dentro de tal infierno. Sólo habían desaparecido de la vista unos segundos cuando una infame explosión lanzó los restos de los colosos de vuelta al cielo, donde se deshicieron en partículas de energía.
Avanish emergió de las llamas rojas sin ninguna nueva herida en su cuerpo, algo que Shiryu intentó cambiar cuando arremetió con los Cien Dragones de Rozan. El antiguo dios de la Tierra sólo antepuso la mano de fuego, la cual funcionó como un escudo contra el que la furia de los dragones se estrelló sin encontrar satisfacción. El Patriarca se precipitó hacia Avanish valiéndose de Excálibur para atacarlo de manera directa.
— ¡Fuiste tú! —clamó el Patriarca en medio del duelo de espadas—. ¡Tú envenenaste la mente de Albert! ¡Lo utilizaste! ¡Lo llevaste a perder la razón!
— ¿Envenenar? —Avanish cuestionó hilarante—. Yo sólo le di el valor necesario para mostrar ante ti su verdadero corazón —corrigió, sin remordimientos—. Pensé que el gran Patriarca del Santuario sólo estaba ciego físicamente, pero acabo de entender que su ceguera va más allá—se mofó.
Furioso, el santo del Dragón logró provocar una nueva herida en el pecho del primer Shaman King, trazándose como una quemadura negra sobre su pálida piel. En respuesta inmediata Avanish incrustó la Áxalon en el costado del Patriarca tras quebrar la cuchilla de cosmos dorado que le daba forma a la legendaria Excálibur.
— No tienes por qué estar triste, te reunirás con él muy pronto —Avanish sentenció al mantener la espada dentada dentro del cuerpo del Patriarca y dejar que el fuego de todas las almas en ella lo consumiera.
Antes de que el daño fuera irreparable, Caribis de Scylla manipuló el aire para formar una garra gigantesca que sujetó al Patriarca y lo liberó de tal martirio, jalándolo en el momento justo en que las llamas del Fénix chocaron contra el enemigo una vez más.
El cosmos de Ikki pareció absorber las llamas del mar de fuego para acrecentar su fuerza, creando una tempestad que azotó contra Avanish.
En medio de la tormenta solar, Avanish buscó eliminar la fuente de tal ventisca, mas antes de poder ejecutar cualquier plan, el cosmos de Atlas estalló desde otra dirección, liberando su cosmos divino en una gran columna de luz. — ¡Ascensión de la Atlántida!
Ambas fuerzas unidas estremecieron el territorio sagrado por largos segundos en los que el fuego y la luz engulleron por completo al primer Shaman King.

El entorno se blanqueó por un par de segundos, y conforme la blancura disminuía para descubrir la extinción del océano llameante, una siniestra silueta se movilizó para herir a Ikki de Fénix y a Atlas de Aries de manera brutal.
Cuando Avanish volvió a plantar los pies en la tierra carbonizada, Fénix y Aries dejaron escapar un grito de dolor al ser golpeados por la Áxalon, que logró atravesar las armaduras divinas, hiriéndolos con numerosos cortes que sangraron de manera abundante.
El espíritu de la tierra atrapó a ambos antes de que se impactaran contra el suelo. El resto de los guerreros quedaron boquiabiertos al comenzar a creer que realmente enfrentaban a un enemigo invencible.
Salpicado por la sangre de sus enemigos, Avanish ejecutó un poderoso ataque en el que sus alas rojas se deshicieron en miles de agujas de fuego sagrado que se dispararon en todas direcciones. El espíritu de la tierra creó varias extensiones de sí mismo para proteger a los combatientes, mas en cuanto las agujas tocaban cualquier superficie estallaban con brutalidad, reduciendo a los gigantes en arena y así alcanzando a aquellos que intentó defender.
Los seis guerreros gritaron casi al unísono, presas de un indescriptible dolor. Todos cayeron humeantes al suelo, con sus armaduras sagradas bastante dañadas y sangre goteando por cada rasgadura en ellas.
¿Cuánto más tengo que hacerlos sufrir para que entiendan que no están capacitados para vencerme? —Avanish cuestionó con tranquilidad y hasta pena—. Es lo que me pregunto al verlos así, pero entonces recuerdo que yo mismo fui tan terco y tenaz como ustedes alguna vez… Así que adelante, levántense, no importa cuántas veces lo hagan, el resultado será el mismo.

Yoh Asakura fue el primero en intentarlo, logrando ponerse de rodillas, mas antes de que diera el impulso que necesitaba para ponerse de pie una mano lo sujetó fuertemente por el tobillo. — Espera, padre— le pidió aquel espíritu sagrado que nació de su propio corazón.
Aun ciego, Asakura logró visualizar claramente en la oscuridad una mano dorada cerrada sobre su extremidad—. Tengo un mensaje para ti.
— ¿Un mensaje? —repitió, confundido.

Ajenos a tal situación, los santos, el asgardiano y la marine shogun se alzaron con determinación y sus cosmos encendidos. Los cinco se arrojaron a la batalla sin cuartel en la que un solo hombre fue capaz de contener todos y cada uno de sus golpes, patadas, espadazos y cosmos.
Avanish respondió con la misma ferocidad de la que era blanco, mas el quinteto se las ingeniaba para protegerse entre ellos y evitar que alguno cayera fulminado al piso. Para ser guerreros que jamás habían luchado juntos, sus voluntades se vincularon de una manera especial que les permitió una coordinación armoniosa.
Consciente de ello, Avanish golpeó a los cinco al mismo tiempo, un ataque espiritual que les atravesó el pecho y bloqueó en cada uno un sentido al azar, desconcertándolos lo suficiente como para atacarlos con su energía espiritual.

Nuevamente dispersos por el campo de batalla, sólo las voces de sus cosmos les permitió a todos comunicarse entre sí, siendo Yoh quien dijera—: Todo se solucionará. — Su eterno mantra, aquel con el que siempre intentó mantener la esperanza en el espíritu de sus amigos—. Escúchenme, el plan no ha cambiado. Sólo necesito una abertura, aunque su cuerpo ha sido dañado, no es suficiente, aún no.
¿Cómo es posible que pese a todos nuestros intentos apenas y tiene un par de rasguños? —cuestionó Bud de Mizar tras haber perdido el sentido del olfato.
Es un ser divino —les recordó el ahora ciego Atlas de Aries—. Se requerirá de un poder mayor al que cualquiera de nosotros seis pudiéramos aspirar solos… Algo que hasta nuestra propia diosa nos ha prohibido.
No estarás sugiriendo que… —Ikki intuyó, sabiéndose incapaz de hablar al no contar con sentido del gusto.
Parece ser la única opción que tenemos. —Shiryu, ahora también sordo, entendió lo mismo que el santo del Fénix. Aunque el Patriarca se resistió a utilizar la Exclamación de Atena en el Santuario, ahora era diferente, no sólo se encontraban en una dimensión ajena a la Tierra, sino que Avanish era un enemigo cuya sola existencia seguía poniendo en peligro al mundo entero. El Pontífice jamás sabrá si su decisión contra Hades habría cambiado el destino de Hyoga o de Seiya, por lo que no estaba dispuesto a permitir que nadie más muriera por sus errores.

Sin permitirles más tiempo de calma, Avanish volvió a atacarlos con las agujas de fuego.
— No lo permitiré. —Aun sin sentido del tacto, Caribdis de Scylla  logró ponerse de pie, extendiendo su cosmos y ordenándole al viento y a las bestias que se desplazaban en él que protegieran a todos del infame ataque.
Para sorpresa de Avanish, sus ataques de fuego perdieron potencia y explotaron sin herir a ninguno de sus oponentes.
Sea lo que sea que tengan que hacer les daré algo de tiempo —agregó Bud, partiendo de manera temeraria hacia Avanish, quien se encontraba perdido entre una densa bruma abrasante.
No puedo moverme libremente, pero no se preocupen, no lo dejaré morir —prometió Caribdis, cuyo cosmos de tonalidades divinas acompañó a Bud en forma de ráfagas cortantes que tomaron la forma de las bestias de Scylla y de ella misma.

¿Estás seguro de esto, Shiryu? —inquirió Ikki una última vez al reunirse con los santos de Dragón y Aries. Aunque él no sentía inconveniente con faltar a las reglas, sabía que Shiryu siempre había sido un hombre disciplinado que las respetaba y defendía con orgullo.
Los anteriores santos de oro mancillaron su honor con el único fin de proteger el Santuario, a Atena y al mundo —respondió el Patriarca con solemnidad—. Llegó nuestro momento de imitar tal entrega, sin importar las consecuencias —concluyó, tomando la posición agazapada que quedaba en medio de la trinidad.
Nuestra diosa lo entenderá —secundó Atlas al colocarse a la izquierda del Patriarca, sin importarle que en su estigma de traidor se agregase una nueva falta.
Si esto es lo que debe de hacerse para traer la paz a nuestro mundo entonces no habrá arrepentimientos — acordó Fénix, tomando el lado derecho de la trinidad—. ¿Escuchaste, Asakura? Más vale que no lo eches a perder.

En la distancia Yoh Asakura asintió. —Gracias, santos de Atena —pensó agradecido—. Grandes Espíritus, por favor, no permitan que estos valientes hombres mueran aquí —pidió, desplegando su propio poder para convertir sus espadas gemelas en una sola katana resplandeciente.

Bud de Mizar corrió con el fuego de su vida ardiendo en la espada y armadura de Odín, arremetiendo contra Avanish quien se defendió con la Áxalon. La fiereza del tigre de Zeta combinó perfectamente con la ferocidad de los vientos de Scylla, por lo que la danza de cortes y golpes lograron rasgar repetidas veces el cuerpo del primer Shaman King, dejando sólo las marcas del filo en trazos oscuros muy superficiales.  Aquel despliegue de habilidad terminó cuando el puño flameante del antiguo dios de la Tierra descargó sus llamas contra el dios guerrero de Odín. Sin embargo, el viento dejó la ofensiva para volverse un escudo protector que reflejó las llamas y permitió que Bud ejecutara una estocada con la que volvió a atravesar el pecho de Avanish, creando un tercer orificio justo en el centro de su diafragma.
Cuando la Balmung salió por la espalda del primer Shaman King, éste sólo sonrió sin que algún dolor se marcara en sus facciones. 
Con su poder espiritual, Avanish destrozó la espada Balmung resguardada en su pecho, dejando a Bud sólo con la empuñadura en las manos. El primer Shaman King golpeó con su dedo índice cuatro veces el pecho del asgardiano, pulverizando el peto de la armadura sagrada e inyectándole un intenso dolor que desapareció el resto de los cinco sentidos del dios guerrero.
Privado de sus sentidos, Bud de Mizar supo que su tiempo había terminado… lo único que podía permitirse era el mantenerse en pie.
Avanish estuvo a poco de ejecutar al hombre que Skuld eligió como padre de Odín en este mundo, mas el estallido de tres inmensos cosmos hizo que desistiera, dirigiendo toda su atención hacia donde los santos de Atena le tenían preparado un último desafío.

A lo lejos, el peligris pudo ver a los santos formando la temible y prohibida trinidad que desencadenará la Exclamación de Atena.
Los cosmos de los tres santos crecieron al unísono, junto a su grito de batalla al exclamar con orgullo y solemnidad —: ATHENA EXCLAMATION!! (¡¡EXCLAMACIÓN DE ATENA!!)

La siempre indiferente Caribdis quedó perpleja al ver esa manifestación de poder, una recreación a escala del estallido que le dio origen al universo conocido, el milagroso Big Bang.
Bud de Mizar aceptó compartir el fatal destino del enemigo, mas de nuevo el Espíritu de la Muerte se negó a  tenderle la mano y llevarlo al Valhalla, pues intervino el viento que lo envolvió frenéticamente para alejarlo de tal colisión.

Avanish admiró con seriedad aquel bólido de destrucción que salió de las manos de los tres santos de Atena. El territorio sagrado vibró con violencia y los silenciosos Grandes Espíritus gimieron por la conmoción de tan devastadora técnica.
Antes de ser impactado por tal cantidad de energía, Avanish interpuso su brazo flameante, deteniendo el avance de la hecatombe.
Sin dejarse impresionar, Shiryu, Ikki y Atlas no desistieron y continuaron acrecentando su cosmos más allá del infinito.
Un último grito de lucha que retumbó como una campana del día del juicio, dibujó en el cosmos de los santos la imagen de la diosa de la guerra, desencadenando lo impensable. Avanish se sorprendió cuando su garra negra y llameante se volvió pedazos  ante sus ojos, siendo así engullido por el pequeño y deslumbrante Big Bang.
El cielo negro del territorio sagrado comenzó a fracturarse y se quebró completamente en cuanto la explosión ocurrió, arrasando con todo lo que hubiera a su paso.

Restregándose los ojos una última vez, Yoh descubrió que su vista se había restaurado, por lo que con más confianza se desplazó hacia Avanish en el momento en que la detonación ocurrió. — Allá vamos, Anna— pensó para sí, sin preocuparse por las energías residuales que calcinarían a cualquier ser vivo.
Sin saber el destino de los demás guerreros, Yoh tenía en claro que su vida sería un pequeño precio a pagar si con ello cumplía con el deseo de todos, por lo que avanzó depositando todo su poder espiritual en la katana de oro, encontrando a Avanish en medio de toda aquella tempestad.

Yoh apretó los dientes con furia al ver que Avanish estaba de pie; había perdido su brazo izquierdo por completo, las alas de fuego se extinguieron y todos los rasguños antes sufridos se volvieron largas grietas sin sangrar, sólo perpetua y pulcra luz emanaba en la delgadez de ellas, destellos del alma de Avanish y el poder brindado por la Gran Voluntad.
Avanish lucía en shock, con la cabeza inclinada hacia el cielo como quien acaba de recibir un fuerte impacto bajo el mentón, sujetando muy apenas en su mano derecha la Áxalon indemne.
Yoh fijó entonces la vista en aquel hueco en que las tres heridas logradas por Excálibur y Balmung marcaban los vértices de un triángulo invertido. Asakura atacó con su katana justo en esa ventana que le permitiría ponerle fin a la cadena de calamidades que azotaron al mundo.

La katana del Shaman King entró sin dificultad dentro de aquel resplandor que fue incapaz de cegarlo. En esta ocasión la punta de su katana no emergió por la espalda del enemigo, como si en verdad hubiera logrado alcanzar lo inalcanzable. Sin embargo, así como encontrarse ante un espejo, la Áxalon también libró su camino inclemente a través del pecho de Yoh Asakura.
Asakura tragó el gran borboteo de sangre que subió por su garganta, mirando de reojo hacia abajo, donde Avanish mantenía la espada dentada penetrando su cuerpo.
El primer Shaman King bajó el mentón, mostrando un gesto risueño con el cual dejaba en claro que todo lo que habían intentado resultó inútil e insignificante.
— Qué lástima —le dijo Avanish—. Creí haberte dicho que no tenías el poder suficiente para destruir mi alma, ¿creías que te subestimaba? —Empujó la Áxalón a través de Asakura hasta que la empuñadura golpeó el peto desquebrajado.
Pese a la agonía, Yoh mantuvo sujeta la katana con suma firmeza. Su vista se oscureció un mero segundo en que un vómito escarlata le manchó el mentón, mas rápidamente miró a Avanish a los ojos para decir—: ¿De qué… hablas? Y-yo sólo apunté —acompañado de una sonrisa triunfante.

Confundido, Avanish intentó descubrir el enigma de esas palabras, pero fue tarde. En el instante en que Asakura lo miró a los ojos, una horrible sensación lo atravesó por la espalda, lo suficientemente fuerte y desgarradora como para que por primera vez se viera obligado a soltar un quejido agonizante.

En la distancia de aquel desolador paraje ahora blanco, Shiryu, Ikki, Atlas, Bud y Caribdis pudieron ver cómo Avanish quedó en medio de Yoh Asakura y el espíritu de la tierra, quien tras haber adoptado un tamaño más humano atacó con lo único que el primer Shaman King no pudo prever.
La daga dorada con la que se pretendió asesinar a Atena en el pasado finalmente cobraría la vida de un dios.
— Adiviné que si me veías empuñar esa daga tú esquivarías mi intento sin dudarlo… y todo esto habría sido en vano —Yoh explicó, acrecentando su energía espiritual para someter a Avanish, cuyo poder iba decayendo rápidamente—. Al subestimarme sabía que me dejarías herirte sólo para probar que eras superior a mí, para mofarte de nosotros una última vez… Pero sólo bastó ese descuido tuyo para que mi espíritu acompañante pudiera herirte con tal reliquia… cortesía del Santuario de Atena, enviada por la mujer más peligrosa de este mundo, mi ex esposa, Anna Hiragizawa —se atrevió a bromear ante el rostro furioso de Avanish.
El primer Shaman King se tragó el resto de los alaridos que pudieron haber escapado de sus labios, miró con frustración a su enemigo con claros esfuerzos de resistirse a la derrota, negándose a soltar la espada con la que pretendió traer una revolución al mundo de los mortales.
Luchó, intentó hacerlo, mas la estocada en su espalda (un golpe directo a su alma) bastó para hacerle perder su auténtica fuerza. Siendo la única razón por la que ahora Asakura se convirtió en un auténtico peligro… ¡¿pero por qué no moría pese a que le atravesó el corazón?!
Al ver la determinación de Asakura brillando en sus ojos y en su poder espiritual, los sentidos de Avanish le jugaron una treta, pues por unos segundos se vio a sí mismo reflejado en su rival, una versión más joven e  ingenua, cuando todavía era un mortal.
Los recuerdos de su vida desde el inicio hasta el final bombardearon su mente al contemplar aquella imagen, los cuales le transmitían una verdad: Perdiste.

— Reconozco el susurro de la muerte cuando ésta te toma de la mano… pero ¿acaso los dioses no te pidieron llevarles mi alma? De esta forma terminarás destruyéndola… Desapareceré para siempre  —Avanish recalcó con un gesto más relajado.
— ¿Ah? ¡Cierto, pero qué descuidado! —Yoh gritó como todo un atolondrado que apenas y acababa de recordar ese detalle tan importante—. Maldición, supongo que tendré que enviarles una tarjeta de disculpas, o flores, a las diosas les gustan las flores ¿verdad?
Avanish contempló a Yoh en silencio, encontrando una mentira que nadie creería.
— Pero es como te dije antes, ese ya no será tu problema… es hora de que te vayas, esta vez para siempre —Asakura dijo, viendo que de las grietas en el cuerpo de Avanish la luz comenzaba a escapar en partículas que desaparecían a los pocos segundos en el aire.
Avanish intentó liberarse una última vez, pero cuando la daga de oro dio un giro violento en su espalda entendió que la derrota era irreversible. Miró por encima de su hombro, encontrándose no sólo con la fría mirada esmeralda del espíritu de la tierra, sino también con la del agua, el viento y el fuego sujetando entre todos la empuñadura de la daga, sobre la que empleaban toda su fuerza y energía.
Avanish entrecerró los ojos al mirar a esos cuatro seres, extensiones de los Grandes Espíritus, representaciones vivas de la misma madre Gea quien había decidido ponerse del lado de su actual campeón. Al volver la vista hacia Asakura miró a una niña de vestido blanco sujetándose a la cintura de Yoh para ayudarlo a estar de pie, encontrando también a la tenebrosa y oscura valkiria que ayudaba al Shaman King a mantener la mano cerrada sobre la empuñadura de su katana espiritual.
— Ganaron —dijo, finalmente rindiéndose al ver que su cuerpo también estaba descomponiéndose en arena clara—… Y no sólo aquí… Poseidón ha salvado el mundo de los hombres, ¿puedes creerlo? —Avanish cuestionó, sabiéndolo pese a haber ocurrido en un lugar retirado del cosmos—. Será un mundo extraño a partir de hoy… —Soltó la Áxalon y permaneció mirando con orgullo y expectación a su actual sucesor.
— Aún no termina —repuso Yoh para desconcierto de Avanish—. Todavía no puedes irte, no hasta que respondas cuáles eran tus verdades intenciones… Fue nuestra apuesta ¿recuerdas?
— Je, ya veo… La piedad que me brindas se basa en esa duda—el peligris respondió con sorna mientras desaparecía—. ¿Por qué no puedes creer que sólo fue porque estaba harto de los dioses y los humanos que los sirven ciegamente? Fui sincero… no quería que esta fuera una falsa utopía… donde las promesas vanas entre mortales e inmortales se rompiesen y todo vuelva a repetirse… Estaba seguro de que nada había cambiado, pero me equivoqué… —admitió tras un suspiro de resignación—. Realmente tú y los demás seres de este mundo han creado una Nueva Era…
Yoh Asakura no estaba convencido de sus palabras. — Dudaba de tu respuesta ya que, lo quisieras o no, tus acciones permitieron que todos llegáramos a caminar por la misma vereda… el dios Poseidón cerró una vieja herida en su alma, liberó a las atlantes confinados, hizo las paces con Atena y finalmente se ha convertido en el dios que este mundo estará honrado de tener como guardián… Se descubrió a un potencial enemigo dentro de la orden del Santuario que a la larga pudo haber corrompido una vez más ese lugar sagrado… Detuvimos la maldición que Hades dejó en este mundo… Revelaste las intenciones y ambiciones de Apolo… Eliminamos a Sennefer y Ehrimanes, las últimas semillas de Nyx que se mantenían en la Tierra, por lo que las puertas de ese reino no volverán a abrirse jamás —rememoró.
— ¿Qué esperas que te diga? ¿Que todo eso estaba planeado? ¿Que tras causar tantas muertes y devastación sólo seguía la ruta del héroe incomprendido? —Avanish preguntó, ocultando la agonía de su destrucción tras una faz arrogante, y hasta rió—. Eso, Asakura, es algo que nunca llegarás a saber —le dijo sin un ápice de remordimiento.

Yoh cerró los ojos un instante para decir una última cosa a su enemigo. —  A diferencia de ti, yo sí cumplo mis promesas. ¿Querías saber por qué no tomé el ritual?
Avanish no dijo nada.
— Quería seguir siendo un ser humano sólo un poco más de tiempo —fue la respuesta—. Después de tener dos vidas llenas de pena y sufrimiento, en ésta he sido muy feliz pese a las adversidades —dijo con sinceridad—… No pensé que tal capricho traería tantos problemas, pero supongo que ya no puedo demorarlo más.
— Comprendo —dijo el sereno Avanish antes de perder conciencia del ser, recordando por un momento su lejana niñez, juventud y las pequeñeces con las que podía ser feliz entonces. Pensó en lo mucho que le habría gustado vivir aquella etapa de su vida como mortal al lado de Hécate y sus hijas, para quienes jamás pudo ser un padre de familia ideal—… Cierto, ser humano es algo maravilloso... Yoh Asakura, el precio de tu victoria es perder ese invaluable regalo, ¿podrás seguir con eso?
— Serán sólo cuatrocientos ochenta y cinco años, me las arreglaré —respondió con camaradería—. Después ya veremos, un paso a la vez, viejo.
Avanish compartió esa sonrisa. — En verdad que somos parecidos, pero tú has logrado lo que yo no pude... Lo has hecho bien—fueron sus palabras finales antes de desaparecer.
En cuanto las últimas chispas luminosas se extinguieron y el último grano de polvo voló en el viento, el remolino de los Grandes Espíritus destelló con fuerza, cegando a todos los presentes, cubriéndolos con la luz blanca que se extendió por todo el territorio sagrado, arrastrando a los valientes guerreros hasta el lugar al que pertenecían.

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Continente Mu
Santuario del Shaman King

Yoh Asakura avanzó despacio por el oscuro túnel, sosteniendo la mano del gentil espíritu luminoso que guiaba su camino.
Asakura se detuvo un instante al atravesar el umbral de aquella vasta y solitaria cámara donde el trono del Shaman King se erigía al fondo. Junto al sencillo asiento de piedra pudo distinguir al Espíritu de la Muerte aguardándolo, habiendo dejado atrás la imagen de valquiria para presentarse en su forma de hombre joven de ojos dorados, encapuchado y vestido con una túnica negra que cubría sus pies.
— Señor Yoh —escuchó a su derecha, donde el líder de los Oficiales que le servían había estado esperando su llegada.
— Hola Silver, he vuelto a casa— lo saludó con una voz animada que contrastaba con su débil y demacrado aspecto.
El apache con máscara metálica y gran penacho de plumas blancas en la cabeza se atragantó por el pesar que le causaba ver al alegre Yoh dando sus últimos pasos. Aunque intentó no bajar la mirada, llegó a ver la gran herida en su armadura, así como la sangre que fluía de ella.
— … Bienvenido —respondió él, siendo la rutina de bienvenida que solían llevar a cabo cada que se veían dentro de esa habitación.
— ¿Cómo van las cosas? —le preguntó Yoh, dando un paso para reiniciar el recorrido al que Silver no podría acompañarlo.
El alto y fornido apache vio las huellas del Shaman King marcadas con la sangre que bajaba por su ropaje. — Todos en la aldea están trabajando arduamente, como siempre… Estoy seguro de que muchos de ellos lamentarán no poder estar aquí.
— No importa, de cualquier forma no me gusta la concurrencia —Asakura respondió, manteniendo la vista hacia el frente—. Además, no es como si no fuéramos a volver a vernos —aclaró, ocultando el terrible dolor que le ocasionaba la herida que la Áxalon dejó en su pecho. Con el corazón perforado, la única razón por la que continuaba de pie y andando era por la ayuda del Espíritu de la Vida que caminaba a su lado.
Tu sentido del humor nunca me ha sido del todo agradable —Yoh escuchó a pocos pasos de llegar al pie de las escalinatas que lo conducirían a su legítimo trono.

Anticipándose a la llegada de tan honorable soberano, Silver se apartó de la entrada del recinto y reverenció respetuosamente al invitado. Yoh giró lo más rápido que pudo en su condición para darle la bienvenida a quien menos esperó ver arribar a su morada.
Sobre las huellas de sangre marcadas en el suelo, el dios de mar avanzó con un majestuoso y firme porte.
— Mírate nada más, parece que te fue mejor que a mí —dijo Yoh con camaradería, impresionado por la portentosa kamui azul que cubría al Emperador de la Atlántida.
Poseidón sólo había necesitado de una lejana mirada para saber la condición del Rey de los shamanes y comprender lo que acontecería dentro de poco.
— Cumpliste tu deber.
— Y tú el tuyo—añadió Asakura con aire cansado—. Y ahora los dos seremos promovidos a nuevos empleos ¿no te emociona? Me tranquiliza que vayas a ser tú quien proteja a partir de ahora a la humanidad… Ya no podré involucrarme demasiado pero continuaré velándolos de otras maneras.
Poseidón jamás degradará el papel que Yoh Asakura ha tenido los últimos quince años. Pese a que el shaman intentó actuar con un perfil bajo, siempre estuvo guiando los pasos de muchos individuos para que encontraran su destino, ya fuera como santos, dioses guerreros, apóstoles o marines shoguns, entre otras cosas.
El Olímpico no pronunció palabra, sólo lo pensó y la urna sagrada en la que había confinado el alma de Apolo se materializó ante ambos.
— Ya que te preparas para marchar por una nueva senda, quizá puedas encargarte de esto en el camino. Después de todo, es deber del Shaman King encargarse de estos percances diplomáticos. —Poseidón acercó la ánfora a Yoh quien la sujetó por una de las asas—. Si alguien en el Olimpo está en desacuerdo con lo que sucedió entre Apolo y yo, que venga a tratarlo directamente conmigo.
Asakura sabía bien que nadie en este mundo (ni de ningún otro) será capaz de retirar el sello de la ánfora sagrada a menos que Poseidón lo consienta, por lo que llevar aquel objeto al Olimpo no era una ofrenda, sino una advertencia que vaya que le iba a incomodar mostrar.
— Tus hermanas seguro apreciarían más que les mandaras joyas o flores —se lamentó Yoh, quien aceptaba sin demasiados ánimos tal encomienda—. Pero yo se los diré, cuenta con ello.
Asakura arrojó el ánfora hacia atrás sin asegurarse si alguien estaría listo para atraparla. Por fortuna el Espíritu encapuchado la cachó sin ningún problema, observándola por unos segundos antes de guardarla enigmáticamente entre su túnica, un portal directo hacia el reino de la muerte y los espíritus.
Entonces el Shaman King extendió la mano hacia Poseidón en un humilde acto. El dios del mar observó la mano de Asakura que se negaba a temblar pese al esfuerzo que hacía para mantenerla en alto.
Es un inesperado acto, Poseidón no dudó en estrecharla con la suya, sellando una alianza inquebrantable que sólo dos reyes como ellos serían capaces de perpetuar. Uno aceptando su humanidad y el otro sacrificándola.
— Ten paciencia —Yoh le sugirió—. Y gracias por confiar en la humanidad otra vez.
— Nos veremos en el otro lado —dijo Poseidón con un tono amistoso, sabiendo que la próxima vez que se vieran Yoh Asakura ya no sería más un mortal.
— Sí, serán cuatrocientos ochenta y cinco años muy divertidos, lo prometo —dijo traviesamente.

Yoh Asakura subió los escalones para sentarse en aquel trono. Cuando sus manos descansaron sobre los reposabrazos, la niña le dedicó una dulce sonrisa, dándole un beso en la mejilla antes de soltar su mano, retirando de esa manera la bendición de la vida.
Yoh recargó la cabeza en el respaldó dejando ver una sonrisa pacífica y sin remordimientos cuando la Muerte posó la mano sobre su hombro.
¿Estás listo? —le preguntó con una voz familiar para Yoh, la de aquel amigo y rival que siempre cuestionó cada una de sus acciones, Ren Tao.
— Sí —respondió con su último aliento, manteniendo la mirada hacia adelante conforme sus ojos se cerraban lentamente—. Pero realmente me pregunto si ustedes están en verdad listos para —se dijo en tono de broma antes de perecer y comenzar un nuevo camino.



ESTA HISTORIA CONCLUIRÁ EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO


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