Avanish fue un joven entusiasta como
muchos otros en la larga historia de la humanidad, quien creyó y luchó por la
paz entre dioses y humanos cuando los inmortales decidieron exterminar a todos
los humanos que nacieron con un don especial. Siendo tan ferviente su
convicción, fue transformado y se
convirtió en el primer Shaman King de la Tierra, el mediador entre el cielo y los
hombres.
Su sacrificio, junto al de muchos otros,
logró detener ese terrible genocidio, y pensó que todos podrían coexistir en
ese pequeño planeta azul… Pero su visión de un mundo pacífico terminó siendo
corrompida por las acciones de algunos dioses que, al reflexionar sobre el
nuevo pacto con los mortales, decidieron volverlos peones, guerreros que lucharían hasta la muerte en sus nombres.
Aquellos que tanto despreciaron de repente fueron convertidos en armas para
satisfacer sus deseos de conquista y gloria…
Él alzó la voz, pero esta vez fue
ignorado y humillado, y aun sin contar con la aprobación de los Grandes
Espíritus decidió emprender una lucha para combatir ese cruel destino para la
humanidad. Pidió a su gente seguirlo a la batalla, mas todos se negaron,
temerosos del castigo de los dioses, convencidos de que mientras les
permitieran prosperar y vivir no importaba que algunos tuvieran que
sacrificarse en sus guerras santas.
Presa de la desilusión al ser traicionado
no sólo por dioses, sino también por los mortales, Avanish decidió abandonar su
puesto como Shaman King, siendo perseguido por su desacato. Herido por aquellos que intentaron
destruirlo, su destino lo llevó a conocer a Hécate, esa bella doncella que lo
ayudó y ocultó por mucho tiempo, poniéndolo a dormir para que sus heridas
pudieran sanar. Sumido en un confortable letargo soñaba constantemente con el
mundo del hombre y el paso de las Eras, siendo testigo de los grandes
acontecimientos y horribles desastres.
Al despertar, Hécate continuó cuidando
de él, siendo su amabilidad lo que le permitió considerar efímeramente el que
podría vivir allí con ella para siempre...
— Quédate
aquí. Prometo que serás feliz —le pidió la inocente joven, sierva de
Gea desde su nacimiento.
Pero él tomó una decisión diferente…
En ocasiones llegaba a preguntarse qué
sería de su existencia si hubiera aceptado tal proposición, ¿en verdad habría
sido feliz? Tal vez, es lo que sus sueños en ocasiones le mostraban, el precio
de su necedad.
Capítulo 66.
Salve al rey.
Poseidón miró con desprecio al impertinente
dios de la guerra. — Ares, ya me preguntaba cuándo es que decidirías aparecer
—le dijo, sabiendo que el aludido había estado presente, quizá, desde el
momento en que inició la batalla—. ¿Acaso conspirabas con Apolo?
— No
te precipites, querido tío —le pidió la deidad, dejando de aplaudir—; como el dios de la guerra debo atestiguar
todas y cada una de las grandes batallas que se suscitan en el universo, ¿crees
que iba a perderme ésta?
— Desafortunadamente
ya no puedo poner un pie en la Tierra, pero no por ello la guerra dejará de ser
parte de los corazones de los hombres… y de los dioses que la habitan —dijo
con osadía—. He visto cada pequeño
ajetreo de esta temporada desde casa, suerte para mí que tú y Apolo optaron por
llevar su batalla hasta este recóndito lugar, sólo así es que puedo felicitarte
en persona.
— No intentes engañarme, sé que nos
separan años luz de distancia y es mejor que siga siendo así—Poseidón le
advirtió, sabiendo que aquello no era más que una vana manifestación del dios
de la guerra—. ¿Qué buscas aquí?
— Cuánta
agresividad, no todos somos como mi patético hermano, puedes relajarte
—dijo, mirando con sus ojos rojos la ánfora sellada—. Pero admitiré algo para ti, mereces saberlo ya que te has coronado como
el nuevo dios protector de la Tierra y de la humanidad —fingió admiración y
se inclinó en una sarcástica reverencia—. La
verdad es que sí tuve algo que ver en este pequeño lio —confesó aquel ser
envuelto por el brumoso velo carmesí donde el miedo, el terror y la violencia tenían
sus orígenes.
— ¿Qué estás diciendo? —Poseidón lo miró
con desconfianza—. Explícate.
Ares alzó las manos, sobreactuando. — No por gusto, claro, aunque admito que no me
desagradó. Me asignaron una tarea que implicaba tentar a cada uno de nuestros encantadores familiares y amigos a
desobedecer las órdenes de Zeus… el resultado me dejó perplejo, sólo Apolo y
nadie más… —explicó con fingida tristeza—. Me sorprendí con la decisión de Artemisa de abandonar sus dominios al
conocer las intenciones de Apolo, eligiendo mejor huir que embarcarse en tal cruzada; parece ser que no siempre los
mellizos coinciden en todo… chica lista —comentó para sí.
— ¿Quién? —exigió saber Poseidón con un
deje de ira— ¿A quién respondes ahora, Ares?
— ¿No
es obvio? —dentro de aquel brumoso velo se dibujó una sonrisa sádica y
traviesa.
A la mente de Poseidón llegaron varios
nombres, Atena entre ellos, pero sólo uno sobresalió por encima de los demás,
sobresaltándole como si hubiera sido golpeado por un rayo.
— Zeus. —Poseidón casi dio un suspiro de
resignación que logró disfrazar con un bufido de ira.
— ¿Y
cómo decirle no al viejo?—Ares confirmó
con entusiasmo—. Él que nunca llama ni me
confía algo tan importante. — La divinidad se extendió y giró alrededor de
Poseidón como un fantasma—. Él quería
probar qué tanta es su autoridad aún sobre nosotros, por lo que no te
preocupes, no se molestará porque le hayas dado a mi hermanito tal lección
—el dios explicó, dando dos pequeños golpecitos al ánfora con la punta del dedo
en modo de burla para quien allí dormía ahora—. Estoy seguro de que otros reinos celestiales han tenido los mismos
conflictos familiares, pero eso no nos compete, hay mucha existencia allá
afuera con la que se puede jugar —rió.
— Típico
de Zeus —pensó el dios del mar, decidido a sólo aceptarlo y no encolerizarse
por los desastrosos planes de su hermano menor… Además, nada podía ser peor que
aquella ocasión en que el sinvergüenza convenció a Hades de secuestrar a Perséfone.
La tristeza de su hermana Deméter casi destruyó la vida en la Tierra.
— Sí,
típico de él salirse con la suya
—coincidió Ares, compartiendo el mismo pensamiento del Rey de los mares—. Pues no sólo expuso a quien podría alzarse en
su contra, sino que de esta forma logró que tú, el nuevo dios protector de la
Tierra, y Atena, la actual regente del Olimpo, limaran cualquier aspereza que
los separó alguna vez. —La presencia de la kamui de Poseidón era el claro símbolo
de paz y alianza entre ellos.
— Y
por último, se aseguró de que todos vieran a quién tendrán que enfrentar si se
les ocurre volver a poner sus ojos ambiciosos sobre ese pequeño pero
interesante mundo. — Señaló al Emperador con las manos abiertas—. Te garantizo que el mensaje llegó fuerte y
claro esta vez.
— Eso espero —amenazó Poseidón, no sólo
a Ares, sino a todos aquellos que lo observaban desde algún lugar del infinito.
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Territorio Sagrado, ante los Grandes
Espíritus.
Aun tras la volátil técnica de Atlas de
Aries, el cuerpo de Avanish permaneció entero, mas no enteramente ileso. Sobre
su blanca piel aparecieron pequeñas áreas negras, carbonizadas como su brazo
llameante, en las que leves fisuras brillaban con un intenso color rojizo cual
lava ardiente.
El primer Shaman King mantuvo la cabeza
inclinada hacia las dos espadas cruzadas que salían de su pecho.
Su quietud dio esperanzas a los cuatro
guerreros que hasta ahora han sobrevivido al enfrentamiento. Éstos sólo podían
preguntarse en qué momento Shiryu de Dragón y Bud de Mizar arribaron al lugar y
se movilizaron de tal forma para lograr atravesar al líder de los Patronos.
Las espadas Balmung y Excálibur lograron
entrar por su espalda y emerger sin dificultad por el pecho del enemigo que
tenían en común, esperando que de alguna forma eso fuera suficiente, mas Yoh
Asakura fue el primero en saber que no sería así. — ¡Cuidado! —gritó,
intentando advertirles.
— Eso fue inesperado —escucharon de
Avanish, quien lanzó una siniestra mirada por encima de su hombro izquierdo—,
pero inútil.
Shiryu y Bud intentaron mover sus armas,
mas éstas quedaron adheridas dentro de las entrañas del primer Shaman King los
segundos suficientes para que éste las expulsara al hacer estallar su poder
espiritual.
Las espadas salieron del cuerpo del
peligris cuando un torrente de fuego rojo emergió de las profundas heridas que
le provocaron.
Ahora, con dos alas de fuego ardiendo en
su espalda, Avanish lanzó una rápida mirada a todos sus adversarios,
prestándole mayor atención a aquellos que por un momento de seguro se sintieron
victoriosos.
— Los esperaba— les dijo con una sonrisa
amistosa—. Con ustedes dos el Godaseirei
se completa, pero ¿acaso eso debería preocuparme? —cuestionó con excesiva
confianza.
— Se terminó, Avanish —dijo el Patriarca
sin temor—. Todos tus guerreros han caído y es momento de que los acompañes para
que juntos enfrenten su juicio final.
— Este mundo no puede perdonarte por
todo lo que has ocasionado, llegó el tiempo de que pagues por tus ambiciones
desmedidas —secundó Bud, ungido con el ropaje sagrado de Odín una vez más.
— Ilusos, ninguno de ustedes posee el
poder suficiente para destruirme o cumplir la demanda de los dioses —Avanish
aclaró sin miedo alguno—. Están aquí como representantes de la Gran Madre Gea.
—Miró con tranquilidad a los seis guerreros divinos que lo rodearon en el aire
en un aparente círculo inquebrantable—.
Parece que ella no está dispuesta a favorecerme…
— ¿Aun después de todo lo que has
ocasionado creíste que los Grandes Espíritus te tendrían consideración?
—cuestionó Yoh, con el ceño fruncido—. Tuvieron piedad de ti hace miles de
años, te dejaron marchar aun cuando no cumpliste tu papel de Shaman King hasta
el final… Esperaban que encontraras paz en tu exilio, mas llegaste a
conclusiones erróneas que pusieron en peligro a toda la humanidad. Eso es
imperdonable y no volverá a pasar.
— Son padres inclementes, mas en el
fondo amorosos con todos sus hijos. Ellos no serían capaces de destruirme, pero
tampoco me permitirán continuar… el trabajo de ustedes es cumplir ese deseo.
—Avanish cerró los ojos un instante sólo para reabrirlos de repente—. Mas nunca
he sido un hijo obediente, por lo que desafiaré al destino una vez más y los aniquilaré
antes de que eso suceda. ¡Los juegos se acabaron!
El grito de Avanish desencadenó su poder
y retumbó en todas direcciones, mutando el entorno del territorio sagrado.
El interminable bosque de pinos se
encendió de repente, convirtiéndose de inmediato en un mar de fuego rojo mientras
el cielo se ennegrecía por completo; sólo el torbellino de los Grandes Espíritus
continuó radiante e inmutable.
El ángel invocado por Avanish rugió,
frenando su propia batalla con un aullido que era el cantico de millones de
almas leales respondiendo a su señor. La entidad se volvió violentas ráfagas de
viento para eludir al espíritu de la tierra a quien enfrentaba, y así viajar
hasta llegar a la mano de su amo en el momento justo para que éste respondiera
un ataque de Excálibur.
Shiryu no demoró en reiniciar la
batalla, mas cuando su brazo cortante buscó la cabeza del inmortal se encontró
con una cuchilla que repelió con la misma fiereza su ataque.
En el instante en que Shiryu retrocedió,
Bud contraatacó con la espada Balmung al primer Shaman King, mas Avanish contrarrestó
cada uno de los espadazos con la misma velocidad. El santo del Dragón
rápidamente se unió al duelo de espadas.
Pese a tener a dos enemigos atacándolo con
tanta ferocidad, Avanish no cambió su expresión confiada, pues parecía
adelantarse a la trayectoria de cada estocada.
El primer Shaman King desplegó un veloz
y brillante mandoble que obligó al par a retroceder cuando sintieron hilos de
sangre resbalar por sus cuerpos.
El santo del Dragón terminó con su hombro
derecho bañado en sangre mientras que Bud vio partirse en dos el casco de su
armadura.
Avanish se permitió una breve pausa por
la que el resto pudo ver la espada azul que ahora blandía en su mano izquierda,
la auténtica forma del titán alado.
— ¡Esa
espada! —Atlas la reconoció al instante, casi sintiendo un ardor en las
heridas que sufrió a causa de ella.
— Correcto —Avanish señaló al atlante
con la Áxalon, la espada que fue forjada con la voluntad de numerosas almas
para combatir a los dioses—. Caesar la blandió con orgullo y pagó el precio de
utilizarla sólo para ver cumplida su misión —le recordó mientras la espada
flameaba con una energía azul muy poderosa—. Su infortunio fue el que
apareciste en el camino y evitaste que asesinara a Poseidón… Lo que él no pudo
hacer yo deberé terminarlo —lo amenazó, así como a cada uno de los guerreros
que lo rodeaban.
Yoh Asakura se lanzó con valentía para atacar
con sus espadas gemelas, seguido por Caribdis que revistió sus brazos con un
letal aire cortante. Avanish combatió a ambos con una sublime destreza. La
marine shogun aprovechó la cercanía para ver las heridas recientes en el pecho
del primer Shaman King, sin entender por qué es que el enemigo no había muerto
por ellas, mas Asakura sabía que se requeriría de un arma mucho más especial
para llevar a cabo tal hazaña… comenzaba a dudar si es que en verdad podría destruir
el alma de Avanish llegado el momento.
Una vez más, Avanish ejecutó un rápido y
fiero corte que le permitió herir a ambos contendientes. Caribdis retrocedió
por el espadazo que recibió en el pecho e Yoh por la patada que le conectó en la
quijada, mas antes de que la Áxalon se clavara en el corazón de la marine shogun,
uno de los Pretorianos de Atlantis la defendió con su escudo mientras dos de
ellos precipitaron sus tridentes hacia el señor de los Patronos.
El colosal escudo redondo fue quebrado
en miles de pedazos por la estocada de la Áxalon, mas salvó a la atlante de
morir.
Para defenderse de los colosos Avanish
aleteó una sola vez, repeliendo el ataque combinado y respondiendo con un inmisericorde
corte que decapitó a los dos guerreros de Atlas de un solo tajo. En cuanto sus
cabezas se separaron de sus cuerpos, los tritones se redujeron a un enjambre
luminoso de energía que el resto de sus compañeros atravesaron para continuar
la lucha.
Avanish se preparó para recibirlos,
bloqueando los tridentes con simples movimientos de su arma, mas no contó con
que entre ellos se colaría el veloz Fénix, quien logró asestarle un fuerte
impacto en la cara, mientras que Bud de Mizar apareció por la retaguardia atacándolo
con la Balmung, de la que emergieron centenas de rayos cortantes.
Avanish lo imitó, mas las descargas de
la Áxalon sobrepasaron el poder de la Balmung y vapulearon al señor de Asgard. Antes
de que Bud cayera al fuego que había inundado el suelo, se levantó una columna
de tierra que adquirió la forma de una mano para atraparlo y mantenerlo a salvo
unos momentos, mientras que el resto de los Pretorianos se lanzaron en picada
sobre el primer Shaman King.
Avanish fue llevado al mar de fuego por
la potencia de los aguerridos Pretorianos que se sumergieron con él dentro de
tal infierno. Sólo habían desaparecido de la vista unos segundos cuando una
infame explosión lanzó los restos de los colosos de vuelta al cielo, donde se deshicieron
en partículas de energía.
Avanish emergió de las llamas rojas sin
ninguna nueva herida en su cuerpo, algo que Shiryu intentó cambiar cuando
arremetió con los Cien Dragones de Rozan. El antiguo dios de la Tierra sólo
antepuso la mano de fuego, la cual funcionó como un escudo contra el que la
furia de los dragones se estrelló sin encontrar satisfacción. El Patriarca se
precipitó hacia Avanish valiéndose de Excálibur para atacarlo de manera
directa.
— ¡Fuiste tú! —clamó el Patriarca en
medio del duelo de espadas—. ¡Tú envenenaste la mente de Albert! ¡Lo
utilizaste! ¡Lo llevaste a perder la razón!
— ¿Envenenar? —Avanish cuestionó
hilarante—. Yo sólo le di el valor necesario para mostrar ante ti su verdadero corazón
—corrigió, sin remordimientos—. Pensé que el gran Patriarca del Santuario sólo
estaba ciego físicamente, pero acabo de entender que su ceguera va más allá—se
mofó.
Furioso, el santo del Dragón logró provocar
una nueva herida en el pecho del primer Shaman King, trazándose como una
quemadura negra sobre su pálida piel. En respuesta inmediata Avanish incrustó
la Áxalon en el costado del Patriarca tras quebrar la cuchilla de cosmos dorado
que le daba forma a la legendaria Excálibur.
— No tienes por qué estar triste, te
reunirás con él muy pronto —Avanish sentenció al mantener la espada dentada dentro
del cuerpo del Patriarca y dejar que el fuego de todas las almas en ella lo
consumiera.
Antes de que el daño fuera irreparable,
Caribis de Scylla manipuló el aire para formar una garra gigantesca que sujetó
al Patriarca y lo liberó de tal martirio, jalándolo en el momento justo en que
las llamas del Fénix chocaron contra el enemigo una vez más.
El cosmos de Ikki pareció absorber las
llamas del mar de fuego para acrecentar su fuerza, creando una tempestad que azotó
contra Avanish.
En medio de la tormenta solar, Avanish
buscó eliminar la fuente de tal ventisca, mas antes de poder ejecutar cualquier
plan, el cosmos de Atlas estalló desde otra dirección, liberando su cosmos
divino en una gran columna de luz. — ¡Ascensión de la Atlántida!
Ambas fuerzas unidas estremecieron el
territorio sagrado por largos segundos en los que el fuego y la luz engulleron
por completo al primer Shaman King.
El entorno se blanqueó por un par de
segundos, y conforme la blancura disminuía para descubrir la extinción del
océano llameante, una siniestra silueta se movilizó para herir a Ikki de Fénix
y a Atlas de Aries de manera brutal.
Cuando Avanish volvió a plantar los pies
en la tierra carbonizada, Fénix y Aries dejaron escapar un grito de dolor al
ser golpeados por la Áxalon, que logró atravesar las armaduras divinas,
hiriéndolos con numerosos cortes que sangraron de manera abundante.
El espíritu de la tierra atrapó a ambos
antes de que se impactaran contra el suelo. El resto de los guerreros quedaron
boquiabiertos al comenzar a creer que realmente enfrentaban a un enemigo
invencible.
Salpicado por la sangre de sus enemigos,
Avanish ejecutó un poderoso ataque en el que sus alas rojas se deshicieron en
miles de agujas de fuego sagrado que se dispararon en todas direcciones. El
espíritu de la tierra creó varias extensiones de sí mismo para proteger a los combatientes,
mas en cuanto las agujas tocaban cualquier superficie estallaban con
brutalidad, reduciendo a los gigantes en arena y así alcanzando a aquellos que
intentó defender.
Los seis guerreros gritaron casi al
unísono, presas de un indescriptible dolor. Todos cayeron humeantes al suelo,
con sus armaduras sagradas bastante dañadas y sangre goteando por cada
rasgadura en ellas.
— ¿Cuánto
más tengo que hacerlos sufrir para que entiendan que no están capacitados para
vencerme? —Avanish cuestionó con tranquilidad y hasta pena—. Es lo que me
pregunto al verlos así, pero entonces recuerdo que yo mismo fui tan terco y
tenaz como ustedes alguna vez… Así que adelante, levántense, no importa cuántas
veces lo hagan, el resultado será el mismo.
Yoh Asakura fue el primero en intentarlo,
logrando ponerse de rodillas, mas antes de que diera el impulso que necesitaba
para ponerse de pie una mano lo sujetó fuertemente por el tobillo. — Espera, padre— le pidió aquel espíritu sagrado
que nació de su propio corazón.
Aun ciego, Asakura logró visualizar
claramente en la oscuridad una mano dorada cerrada sobre su extremidad—. Tengo un mensaje para ti.
— ¿Un mensaje? —repitió, confundido.
Ajenos a tal situación, los santos, el
asgardiano y la marine shogun se alzaron con determinación y sus cosmos
encendidos. Los cinco se arrojaron a la batalla sin cuartel en la que un solo
hombre fue capaz de contener todos y cada uno de sus golpes, patadas, espadazos
y cosmos.
Avanish respondió con la misma ferocidad
de la que era blanco, mas el quinteto se las ingeniaba para protegerse entre ellos
y evitar que alguno cayera fulminado al piso. Para ser guerreros que jamás
habían luchado juntos, sus voluntades se vincularon de una manera especial que
les permitió una coordinación armoniosa.
Consciente de ello, Avanish golpeó a los
cinco al mismo tiempo, un ataque espiritual que les atravesó el pecho y bloqueó
en cada uno un sentido al azar, desconcertándolos lo suficiente como para
atacarlos con su energía espiritual.
Nuevamente dispersos por el campo de
batalla, sólo las voces de sus cosmos les permitió a todos comunicarse entre
sí, siendo Yoh quien dijera—: Todo se
solucionará. — Su eterno mantra, aquel con el que siempre intentó mantener
la esperanza en el espíritu de sus amigos—. Escúchenme,
el plan no ha cambiado. Sólo necesito una abertura, aunque su cuerpo ha sido
dañado, no es suficiente, aún no.
— ¿Cómo
es posible que pese a todos nuestros intentos apenas y tiene un par de
rasguños? —cuestionó Bud de Mizar tras haber perdido el sentido del olfato.
— Es
un ser divino —les recordó el ahora ciego Atlas de Aries—. Se requerirá de un poder mayor al que
cualquiera de nosotros seis pudiéramos aspirar solos… Algo que hasta nuestra
propia diosa nos ha prohibido.
— No
estarás sugiriendo que… —Ikki intuyó, sabiéndose incapaz de hablar al no
contar con sentido del gusto.
— Parece
ser la única opción que tenemos. —Shiryu, ahora también sordo, entendió lo mismo
que el santo del Fénix. Aunque el Patriarca se resistió a utilizar la Exclamación
de Atena en el Santuario, ahora era diferente, no sólo se encontraban
en una dimensión ajena a la Tierra, sino que Avanish era un enemigo cuya sola
existencia seguía poniendo en peligro al mundo entero. El Pontífice jamás sabrá
si su decisión contra Hades habría
cambiado el destino de Hyoga o de Seiya, por lo que no estaba dispuesto a
permitir que nadie más muriera por sus errores.
Sin permitirles más tiempo de calma, Avanish
volvió a atacarlos con las agujas de fuego.
— No lo permitiré. —Aun sin sentido del
tacto, Caribdis de Scylla logró ponerse
de pie, extendiendo su cosmos y ordenándole al viento y a las bestias que se
desplazaban en él que protegieran a todos del infame ataque.
Para sorpresa de Avanish, sus ataques de
fuego perdieron potencia y explotaron sin herir a ninguno de sus oponentes.
— Sea
lo que sea que tengan que hacer les daré algo de tiempo —agregó Bud,
partiendo de manera temeraria hacia Avanish, quien se encontraba perdido entre
una densa bruma abrasante.
— No
puedo moverme libremente, pero no se preocupen, no lo dejaré morir —prometió
Caribdis, cuyo cosmos de tonalidades divinas acompañó a Bud en forma de ráfagas
cortantes que tomaron la forma de las bestias de Scylla y de ella misma.
— ¿Estás
seguro de esto, Shiryu? —inquirió Ikki una última vez al reunirse con los
santos de Dragón y Aries. Aunque él no sentía inconveniente con faltar a las
reglas, sabía que Shiryu siempre había sido un hombre disciplinado que las
respetaba y defendía con orgullo.
— Los
anteriores santos de oro mancillaron su honor con el único fin de proteger el
Santuario, a Atena y al mundo —respondió el Patriarca con solemnidad—. Llegó nuestro momento de imitar tal entrega,
sin importar las consecuencias —concluyó, tomando la posición agazapada que
quedaba en medio de la trinidad.
— Nuestra
diosa lo entenderá —secundó Atlas al colocarse a la izquierda del
Patriarca, sin importarle que en su estigma de traidor se agregase una nueva
falta.
— Si
esto es lo que debe de hacerse para traer la paz a nuestro mundo entonces no
habrá arrepentimientos — acordó Fénix, tomando el lado derecho de la trinidad—.
¿Escuchaste, Asakura? Más vale que no lo
eches a perder.
En la distancia Yoh Asakura asintió. —Gracias, santos de Atena —pensó agradecido—.
Grandes Espíritus, por favor, no permitan
que estos valientes hombres mueran aquí —pidió, desplegando su propio poder
para convertir sus espadas gemelas en una sola katana resplandeciente.
Bud de Mizar corrió con el fuego de su
vida ardiendo en la espada y armadura de Odín, arremetiendo contra Avanish
quien se defendió con la Áxalon. La fiereza del tigre de Zeta combinó
perfectamente con la ferocidad de los vientos de Scylla, por lo que la danza de
cortes y golpes lograron rasgar repetidas veces el cuerpo del primer Shaman
King, dejando sólo las marcas del filo en trazos oscuros muy superficiales. Aquel despliegue de habilidad terminó cuando
el puño flameante del antiguo dios de la Tierra descargó sus llamas contra el
dios guerrero de Odín. Sin embargo, el viento dejó la ofensiva para volverse un
escudo protector que reflejó las llamas y permitió que Bud ejecutara una
estocada con la que volvió a atravesar el pecho de Avanish, creando un tercer orificio
justo en el centro de su diafragma.
Cuando la Balmung salió por la espalda del
primer Shaman King, éste sólo sonrió sin que algún dolor se marcara en sus
facciones.
Con su poder espiritual, Avanish destrozó
la espada Balmung resguardada en su pecho, dejando a Bud sólo con la empuñadura
en las manos. El primer Shaman King golpeó con su dedo índice cuatro veces el
pecho del asgardiano, pulverizando el peto de la armadura sagrada e
inyectándole un intenso dolor que desapareció el resto de los cinco sentidos
del dios guerrero.
Privado de sus sentidos, Bud de Mizar
supo que su tiempo había terminado… lo único que podía permitirse era el
mantenerse en pie.
Avanish estuvo a poco de ejecutar al hombre
que Skuld eligió como padre de Odín en este mundo, mas el estallido de tres inmensos
cosmos hizo que desistiera, dirigiendo toda su atención hacia donde los santos
de Atena le tenían preparado un último desafío.
A lo lejos, el peligris pudo ver a los
santos formando la temible y prohibida trinidad que desencadenará la
Exclamación de Atena.
Los cosmos de los tres santos crecieron
al unísono, junto a su grito de batalla al exclamar con orgullo y solemnidad —:
ATHENA
EXCLAMATION!! (¡¡EXCLAMACIÓN DE ATENA!!)
La siempre indiferente Caribdis quedó
perpleja al ver esa manifestación de poder, una recreación a escala del
estallido que le dio origen al universo conocido, el milagroso Big Bang.
Bud de Mizar aceptó compartir el fatal
destino del enemigo, mas de nuevo el Espíritu de la Muerte se negó a tenderle la mano y llevarlo al Valhalla, pues
intervino el viento que lo envolvió frenéticamente para alejarlo de tal
colisión.
Avanish admiró con seriedad aquel bólido
de destrucción que salió de las manos de los tres santos de Atena. El
territorio sagrado vibró con violencia y los silenciosos Grandes Espíritus
gimieron por la conmoción de tan devastadora técnica.
Antes de ser impactado por tal cantidad
de energía, Avanish interpuso su brazo flameante, deteniendo el avance de la hecatombe.
Sin dejarse impresionar, Shiryu, Ikki y
Atlas no desistieron y continuaron acrecentando su cosmos más allá del
infinito.
Un último grito de lucha que retumbó
como una campana del día del juicio, dibujó en el cosmos de los santos la
imagen de la diosa de la guerra, desencadenando lo impensable. Avanish se
sorprendió cuando su garra negra y llameante se volvió pedazos ante sus ojos, siendo así engullido por el pequeño
y deslumbrante Big Bang.
El cielo negro del territorio sagrado
comenzó a fracturarse y se quebró completamente en cuanto la explosión ocurrió,
arrasando con todo lo que hubiera a su paso.
Restregándose los ojos una última vez,
Yoh descubrió que su vista se había restaurado, por lo que con más confianza se
desplazó hacia Avanish en el momento en que la detonación ocurrió. — Allá vamos, Anna— pensó para sí, sin
preocuparse por las energías residuales que calcinarían a cualquier ser vivo.
Sin saber el destino de los demás
guerreros, Yoh tenía en claro que su vida sería un pequeño precio a pagar si
con ello cumplía con el deseo de todos, por lo que avanzó depositando todo su
poder espiritual en la katana de oro, encontrando a Avanish en medio de toda
aquella tempestad.
Yoh apretó los dientes con furia al ver
que Avanish estaba de pie; había perdido su brazo izquierdo por completo, las
alas de fuego se extinguieron y todos los rasguños antes sufridos se volvieron
largas grietas sin sangrar, sólo perpetua y pulcra luz emanaba en la delgadez
de ellas, destellos del alma de Avanish y el poder brindado por la Gran Voluntad.
Avanish lucía en shock, con la cabeza
inclinada hacia el cielo como quien acaba de recibir un fuerte impacto bajo el
mentón, sujetando muy apenas en su mano derecha la Áxalon indemne.
Yoh fijó entonces la vista en aquel
hueco en que las tres heridas logradas por Excálibur y Balmung marcaban los vértices
de un triángulo invertido. Asakura atacó con su katana justo en esa ventana que
le permitiría ponerle fin a la cadena de calamidades que azotaron al mundo.
La katana del Shaman King entró sin
dificultad dentro de aquel resplandor que fue incapaz de cegarlo. En esta
ocasión la punta de su katana no emergió por la espalda del enemigo, como si en
verdad hubiera logrado alcanzar lo inalcanzable. Sin embargo, así como
encontrarse ante un espejo, la Áxalon también libró su camino inclemente a
través del pecho de Yoh Asakura.
Asakura tragó el gran borboteo de sangre
que subió por su garganta, mirando de reojo hacia abajo, donde Avanish mantenía
la espada dentada penetrando su cuerpo.
El primer Shaman King bajó el mentón,
mostrando un gesto risueño con el cual dejaba en claro que todo lo que habían
intentado resultó inútil e insignificante.
— Qué lástima —le dijo Avanish—. Creí
haberte dicho que no tenías el poder suficiente para destruir mi alma, ¿creías
que te subestimaba? —Empujó la Áxalón a través de Asakura hasta que la
empuñadura golpeó el peto desquebrajado.
Pese a la agonía, Yoh mantuvo sujeta la
katana con suma firmeza. Su vista se oscureció un mero segundo en que un vómito
escarlata le manchó el mentón, mas rápidamente miró a Avanish a los ojos para
decir—: ¿De qué… hablas? Y-yo sólo apunté —acompañado de una sonrisa triunfante.
Confundido, Avanish intentó descubrir el
enigma de esas palabras, pero fue tarde. En el instante en que Asakura lo miró
a los ojos, una horrible sensación lo atravesó por la espalda, lo
suficientemente fuerte y desgarradora como para que por primera vez se viera
obligado a soltar un quejido agonizante.
En la distancia de aquel desolador
paraje ahora blanco, Shiryu, Ikki, Atlas, Bud y Caribdis pudieron ver cómo
Avanish quedó en medio de Yoh Asakura y el espíritu de la tierra, quien tras
haber adoptado un tamaño más humano atacó con lo único que el primer Shaman
King no pudo prever.
La daga dorada con la que se pretendió
asesinar a Atena en el pasado finalmente cobraría la vida de un dios.
— Adiviné que si me veías empuñar esa
daga tú esquivarías mi intento sin dudarlo… y todo esto habría sido en vano
—Yoh explicó, acrecentando su energía espiritual para someter a Avanish, cuyo
poder iba decayendo rápidamente—. Al subestimarme sabía que me dejarías herirte
sólo para probar que eras superior a mí, para mofarte de nosotros una última
vez… Pero sólo bastó ese descuido tuyo para que mi espíritu acompañante pudiera
herirte con tal reliquia… cortesía del Santuario de Atena, enviada por la mujer
más peligrosa de este mundo, mi ex
esposa, Anna Hiragizawa —se atrevió a bromear ante el rostro furioso de
Avanish.
El primer Shaman King se tragó el resto
de los alaridos que pudieron haber escapado de sus labios, miró con frustración
a su enemigo con claros esfuerzos de resistirse a la derrota, negándose a
soltar la espada con la que pretendió traer una revolución al mundo de los
mortales.
Luchó, intentó hacerlo, mas la estocada
en su espalda (un golpe directo a su alma) bastó para hacerle perder su
auténtica fuerza. Siendo la única razón por la que ahora Asakura se convirtió
en un auténtico peligro… ¡¿pero por qué no moría pese a que le atravesó el
corazón?!
Al ver la determinación de Asakura
brillando en sus ojos y en su poder espiritual, los sentidos de Avanish le
jugaron una treta, pues por unos segundos se vio a sí mismo reflejado en su
rival, una versión más joven e ingenua,
cuando todavía era un mortal.
Los recuerdos de su vida desde el inicio
hasta el final bombardearon su mente al contemplar aquella imagen, los cuales
le transmitían una verdad: Perdiste.
— Reconozco el susurro de la muerte
cuando ésta te toma de la mano… pero ¿acaso los dioses no te pidieron llevarles
mi alma? De esta forma terminarás destruyéndola… Desapareceré para siempre —Avanish recalcó con un gesto más relajado.
— ¿Ah? ¡Cierto, pero qué descuidado!
—Yoh gritó como todo un atolondrado que apenas y acababa de recordar ese
detalle tan importante—. Maldición, supongo que tendré que enviarles una
tarjeta de disculpas, o flores, a las diosas les gustan las flores ¿verdad?
Avanish contempló a Yoh en silencio,
encontrando una mentira que nadie creería.
— Pero es como te dije antes, ese ya no
será tu problema… es hora de que te vayas, esta vez para siempre —Asakura dijo,
viendo que de las grietas en el cuerpo de Avanish la luz comenzaba a escapar en
partículas que desaparecían a los pocos segundos en el aire.
Avanish intentó liberarse una última vez,
pero cuando la daga de oro dio un giro violento en su espalda entendió que la
derrota era irreversible. Miró por encima de su hombro, encontrándose no sólo
con la fría mirada esmeralda del espíritu de la tierra, sino también con la del
agua, el viento y el fuego sujetando entre todos la empuñadura de la daga, sobre
la que empleaban toda su fuerza y energía.
Avanish entrecerró los ojos al mirar a
esos cuatro seres, extensiones de los Grandes Espíritus, representaciones vivas
de la misma madre Gea quien había decidido ponerse del lado de su actual
campeón. Al volver la vista hacia Asakura miró a una niña de vestido blanco
sujetándose a la cintura de Yoh para ayudarlo a estar de pie, encontrando
también a la tenebrosa y oscura valkiria que ayudaba al Shaman King a mantener
la mano cerrada sobre la empuñadura de su katana espiritual.
— Ganaron —dijo, finalmente rindiéndose
al ver que su cuerpo también estaba descomponiéndose en arena clara—… Y no sólo
aquí… Poseidón ha salvado el mundo de los hombres, ¿puedes creerlo? —Avanish
cuestionó, sabiéndolo pese a haber ocurrido en un lugar retirado del cosmos—.
Será un mundo extraño a partir de hoy… —Soltó la Áxalon y permaneció mirando
con orgullo y expectación a su actual sucesor.
— Aún no termina —repuso Yoh para
desconcierto de Avanish—. Todavía no puedes irte, no hasta que respondas cuáles
eran tus verdades intenciones… Fue nuestra apuesta ¿recuerdas?
— Je, ya veo… La piedad que me brindas
se basa en esa duda—el peligris respondió con sorna mientras desaparecía—. ¿Por
qué no puedes creer que sólo fue porque estaba harto de los dioses y los
humanos que los sirven ciegamente? Fui sincero… no quería que esta fuera una
falsa utopía… donde las promesas vanas entre mortales e inmortales se rompiesen
y todo vuelva a repetirse… Estaba seguro de que nada había cambiado, pero me equivoqué… —admitió tras un suspiro
de resignación—. Realmente tú y los demás seres de este mundo han creado una Nueva
Era…
Yoh Asakura no estaba convencido de sus
palabras. — Dudaba de tu respuesta ya que, lo quisieras o no, tus acciones
permitieron que todos llegáramos a caminar por la misma vereda… el dios
Poseidón cerró una vieja herida en su alma, liberó a las atlantes confinados,
hizo las paces con Atena y finalmente se ha convertido en el dios que este
mundo estará honrado de tener como guardián… Se descubrió a un potencial
enemigo dentro de la orden del Santuario que a la larga pudo haber corrompido
una vez más ese lugar sagrado… Detuvimos la maldición que Hades dejó en este
mundo… Revelaste las intenciones y ambiciones de Apolo… Eliminamos a Sennefer y
Ehrimanes, las últimas semillas de Nyx que se mantenían en la Tierra, por lo
que las puertas de ese reino no volverán a abrirse jamás —rememoró.
— ¿Qué esperas que te diga? ¿Que todo
eso estaba planeado? ¿Que tras causar tantas muertes y devastación sólo seguía
la ruta del héroe incomprendido? —Avanish preguntó, ocultando la agonía de su
destrucción tras una faz arrogante, y hasta rió—. Eso, Asakura, es algo que
nunca llegarás a saber —le dijo sin un ápice de remordimiento.
Yoh cerró los ojos un instante para
decir una última cosa a su enemigo. — A
diferencia de ti, yo sí cumplo mis promesas. ¿Querías saber por qué no tomé el
ritual?
Avanish no dijo nada.
— Quería seguir siendo un ser humano
sólo un poco más de tiempo —fue la respuesta—. Después de tener dos vidas
llenas de pena y sufrimiento, en ésta he sido muy feliz pese a las adversidades
—dijo con sinceridad—… No pensé que tal capricho traería tantos problemas, pero
supongo que ya no puedo demorarlo más.
— Comprendo —dijo el sereno Avanish
antes de perder conciencia del ser, recordando por un momento su lejana niñez,
juventud y las pequeñeces con las que podía ser feliz entonces. Pensó en lo
mucho que le habría gustado vivir aquella etapa de su vida como mortal al lado
de Hécate y sus hijas, para quienes jamás pudo ser un padre de familia ideal—… Cierto,
ser humano es algo maravilloso... Yoh Asakura, el precio de tu
victoria es perder ese invaluable regalo, ¿podrás seguir con eso?
— Serán sólo cuatrocientos ochenta y
cinco años, me las arreglaré —respondió con camaradería—. Después ya veremos,
un paso a la vez, viejo.
Avanish compartió esa sonrisa. — En
verdad que somos parecidos, pero tú has logrado lo que yo no pude... Lo has
hecho bien—fueron sus palabras finales antes de desaparecer.
En cuanto las últimas chispas luminosas
se extinguieron y el último grano de polvo voló en el viento, el remolino de
los Grandes Espíritus destelló con fuerza, cegando a todos los presentes,
cubriéndolos con la luz blanca que se extendió por todo el territorio sagrado, arrastrando
a los valientes guerreros hasta el lugar al que pertenecían.
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Continente Mu
Santuario del Shaman King
Yoh Asakura avanzó despacio por el
oscuro túnel, sosteniendo la mano del gentil espíritu luminoso que guiaba su
camino.
Asakura se detuvo un instante al atravesar
el umbral de aquella vasta y solitaria cámara donde el trono del Shaman King se
erigía al fondo. Junto al sencillo asiento de piedra pudo distinguir al Espíritu
de la Muerte aguardándolo, habiendo dejado atrás la imagen de valquiria para
presentarse en su forma de hombre joven de ojos dorados, encapuchado y vestido
con una túnica negra que cubría sus pies.
— Señor Yoh —escuchó a su derecha, donde
el líder de los Oficiales que le servían había estado esperando su llegada.
— Hola Silver, he vuelto a casa— lo
saludó con una voz animada que contrastaba con su débil y demacrado aspecto.
El apache con máscara metálica y gran
penacho de plumas blancas en la cabeza se atragantó por el pesar que le causaba
ver al alegre Yoh dando sus últimos pasos. Aunque intentó no bajar la mirada,
llegó a ver la gran herida en su armadura, así como la sangre que fluía de
ella.
— … Bienvenido —respondió él, siendo la
rutina de bienvenida que solían llevar a cabo cada que se veían dentro de esa habitación.
— ¿Cómo van las cosas? —le preguntó Yoh,
dando un paso para reiniciar el recorrido al que Silver no podría acompañarlo.
El alto y fornido apache vio las huellas
del Shaman King marcadas con la sangre que bajaba por su ropaje. — Todos en la
aldea están trabajando arduamente, como siempre… Estoy seguro de que muchos de
ellos lamentarán no poder estar aquí.
— No importa, de cualquier forma no me
gusta la concurrencia —Asakura respondió, manteniendo la vista hacia el
frente—. Además, no es como si no fuéramos a volver a vernos —aclaró, ocultando
el terrible dolor que le ocasionaba la herida que la Áxalon dejó en su pecho.
Con el corazón perforado, la única razón por la que continuaba de pie y andando
era por la ayuda del Espíritu de la Vida que caminaba a su lado.
— Tu
sentido del humor nunca me ha sido del todo agradable —Yoh escuchó a pocos
pasos de llegar al pie de las escalinatas que lo conducirían a su legítimo
trono.
Anticipándose a la llegada de tan
honorable soberano, Silver se apartó de la entrada del recinto y reverenció respetuosamente
al invitado. Yoh giró lo más rápido que pudo en su condición para darle la
bienvenida a quien menos esperó ver arribar a su morada.
Sobre las huellas de sangre marcadas en
el suelo, el dios de mar avanzó con un majestuoso y firme porte.
— Mírate nada más, parece que te fue
mejor que a mí —dijo Yoh con camaradería, impresionado por la portentosa kamui
azul que cubría al Emperador de la Atlántida.
Poseidón sólo había necesitado de una
lejana mirada para saber la condición del Rey de los shamanes y comprender lo
que acontecería dentro de poco.
— Cumpliste tu deber.
— Y tú el tuyo—añadió Asakura con aire
cansado—. Y ahora los dos seremos promovidos
a nuevos empleos ¿no te emociona? Me tranquiliza que vayas a ser tú quien
proteja a partir de ahora a la humanidad… Ya no podré involucrarme demasiado
pero continuaré velándolos de otras maneras.
Poseidón jamás degradará el papel que
Yoh Asakura ha tenido los últimos quince años. Pese a que el shaman intentó
actuar con un perfil bajo, siempre estuvo guiando los pasos de muchos
individuos para que encontraran su destino, ya fuera como santos, dioses
guerreros, apóstoles o marines shoguns, entre otras cosas.
El Olímpico no pronunció palabra, sólo
lo pensó y la urna sagrada en la que había confinado el alma de Apolo se
materializó ante ambos.
— Ya que te preparas para marchar por
una nueva senda, quizá puedas encargarte de esto en el camino. Después de todo,
es deber del Shaman King encargarse de estos percances diplomáticos. —Poseidón
acercó la ánfora a Yoh quien la sujetó por una de las asas—. Si alguien en el
Olimpo está en desacuerdo con lo que sucedió entre Apolo y yo, que venga a
tratarlo directamente conmigo.
Asakura sabía bien que nadie en este mundo
(ni de ningún otro) será capaz de retirar el sello de la ánfora sagrada a menos
que Poseidón lo consienta, por lo que llevar aquel objeto al Olimpo no era una
ofrenda, sino una advertencia que vaya que le iba a incomodar mostrar.
— Tus hermanas seguro apreciarían más que
les mandaras joyas o flores —se lamentó Yoh, quien aceptaba sin demasiados ánimos
tal encomienda—. Pero yo se los diré, cuenta con ello.
Asakura arrojó el ánfora hacia atrás sin
asegurarse si alguien estaría listo para atraparla. Por fortuna el Espíritu encapuchado
la cachó sin ningún problema, observándola por unos segundos antes de guardarla
enigmáticamente entre su túnica, un portal directo hacia el reino de la muerte
y los espíritus.
Entonces el Shaman King extendió la mano
hacia Poseidón en un humilde acto. El dios del mar observó la mano de Asakura
que se negaba a temblar pese al esfuerzo que hacía para mantenerla en alto.
Es un inesperado acto, Poseidón no dudó
en estrecharla con la suya, sellando una alianza inquebrantable que sólo dos
reyes como ellos serían capaces de perpetuar. Uno aceptando su humanidad y el otro
sacrificándola.
— Ten paciencia —Yoh le sugirió—. Y
gracias por confiar en la humanidad otra vez.
— Nos veremos en el otro lado —dijo
Poseidón con un tono amistoso, sabiendo que la próxima vez que se vieran Yoh
Asakura ya no sería más un mortal.
— Sí, serán cuatrocientos ochenta y
cinco años muy divertidos, lo prometo —dijo traviesamente.
Yoh Asakura subió los escalones para
sentarse en aquel trono. Cuando sus manos descansaron sobre los reposabrazos,
la niña le dedicó una dulce sonrisa, dándole un beso en la mejilla antes de
soltar su mano, retirando de esa manera la bendición de la vida.
Yoh recargó la cabeza en el respaldó
dejando ver una sonrisa pacífica y sin remordimientos cuando la Muerte posó la
mano sobre su hombro.
— ¿Estás
listo? —le preguntó con una voz familiar para Yoh, la de aquel amigo y
rival que siempre cuestionó cada una de sus acciones, Ren Tao.
— Sí —respondió con su último aliento,
manteniendo la mirada hacia adelante conforme sus ojos se cerraban lentamente—.
Pero realmente me pregunto si ustedes están en verdad listos para mí —se dijo en tono de broma antes de
perecer y comenzar un nuevo camino.
ESTA HISTORIA CONCLUIRÁ EN EL
SIGUIENTE CAPÍTULO
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