Capítulo 15. Un nuevo comienzo.
Kagome Higurashi le pidió a Chii que dejara el arreglo de flores rosas
frente a la tumba. Al ya estar enterada del pasado que unía a Chii con los
nombres de aquella lápida, Kagome creyó apropiado que fuera la PERSOCOM quien
presentara la ofrenda.
Higurashi gentilmente le enseñó el rito de oración, a lo que Chii
accedió a imitar con curiosidad y alegría.
El sol se encontraba en la cúspide del cementerio cuando el breve
sepelio terminó. Fueron pocos los que asistieron, y de manera rápida se
retiraron en cuanto se finalizó el servicio. Aunque se le fue notificada la
noticia a Ojiro Mihara, hermano menor del finado Ichiro Mihara, toda la
historia sobre su desaparición y confinamiento quedó sólo entre el gobierno
japonés y los familiares, una decisión fácil de tomar pues oficialmente Ichiro
y Chitose Mihara habían muerto en una explosión hace ya más de un año; el sacar
a la luz lo que en verdad ocurrió no favorecería a nadie, y lo mejor era dejar
que los muertos descansasen en paz.
Ojiro Mihara se lamentó por la horrible situación en la que vivió su
hermano, se culpó por no haber indagado más sobre su presunta y sospechosa
muerte en el pasado. Para acallar sus culpas, como presidente de la Compañía Piffle
decidió que se encargaría de crear un departamento especializado en mejorar la
seguridad de la neurored de los
PERSOCOMS, asociado por supuesto con el gobierno japonés; así nadie con las
mismas aspiraciones de Minoru Kokubunji podrían tener éxito.
Ojiro tomó como un deber el cuidar el legado de su hermano.
El director Kurama, Fuuma Monou y Hatake Kakashi permanecieron lejos
de esa tumba en el cementerio. Se asentaron bajo la sombra de un árbol para
refugiarse de la intensa luz de mediodía. Los hombres permitieron que las
mujeres se encargaran de rendirle respeto a los difuntos mientras ellos
terminaban de actualizarse sobre lo ocurrido durante los últimos días.
— ¿Qué es lo que sucederá ahora, director? —preguntó Fuuma, vistiendo
un traje formal de color negro que lo hacía lucir como un joven empresario.
— Aunque las cosas no hayan salido como se esperaban, podemos estar
tranquilos —Kurama respondió, sin apartar la vista de Kagome y Chii, quienes a
lo lejos charlaban—. El Banco Nacional de Datos ha vuelto a donde pertenece. La
información grabada en la memoria de la PERSOCOM Dita es evidencia suficiente
para asegurar el final de Empresas DRACOM —aseguró, para alivio de los
presentes—. Tras la completa destrucción de su base operativa, se desconoce el
paradero de Minoru Kokubunji y Kojima Yoshiyuki… Ambos podrían estar muertos o
han escapado —comentó, sin interés de indagar en el tema—, pero ninguna de las
dos posibilidades nos concierne, ya no es nuestro problema.
— ¿Han averiguado algo sobre lo que dijo Kagome? ¿Sobre esas perlas
misteriosas? —cuestionó Fuuma al ser un tema que le preocupaba.
— Aunque al equipo le parece increíble lo relatado por la señorita
Higurashi —comentó Kurama, quien por su tiempo a cargo de SECTOR HEAVEN no le
parecía nada disparatada la existencia de perlas que pudieran traer de vuelta a
la vida a un muerto—, hemos estado investigando. No te mortifiques más, todos
los empleados de M están en proceso de interrogación, algunos han sido encarcelados
y otros estarán bajo custodia durante un largo tiempo. Hay posibilidades de que
entre la información que se obtenga esté la respuesta a esa interrogante. —Uno de
esos caso era el de Sai Jonouchi quien fue apresada hasta que confiese todos
los actos ilícitos llevados a cabo por DRACOM, siendo de interés para el
gobierno japonés y más si ella fue una de las deus de ese sofisticado sistema de batalla—. Lamentablemente,
Ichiro Mihara murió, es probable que nos hubiera dado grandes aportaciones. Su
muerte es sin duda una gran pérdida —Kurama agregó con tono respetuoso.
Hatake Kakashi decidió permanecer en silencio, habiendo omitido muchos
detalles en su reporte a la organización. No estaba dispuesto a revelar que el
más grande legado de Mihara se encontraba en Chii. Estuvo indeciso sobre si
borrar dicho programa sería lo ideal, pues tal como lo dijo el mismo Mihara, la
existencia de Chii podría evitar que alguien intentara algo parecido a lo de M.
Por supuesto que el ninja ya hizo los arreglos necesarios para ser la
única persona que podrá tener acceso a los sistemas de la PERSOCOM Chii. Su
sexto sentido le transmitió la necesidad de conservarlo, quizá dicho dispositivo
podrá ser de gran utilidad en un futuro cercano. Sólo tenía que arreglar
algunas cosas con Dita para que el secreto de Chii quedara oculto, incluso del
mismo Ojiro Mihara.
— Esto ya terminó, de un modo u otro. Estoy orgulloso, Fuuma —Kurama
dijo sin poder ser más afectivo.
El joven asintió agradecido y sonrió.
— Te recomiendo descansar —el director sugirió—. Que esta experiencia
te permita meditar más sobre tu destino, nunca se sabe cuando
este mundo necesitará de ti otra vez. En esta ocasión no tenías que hacerlo
pero respondiste por ayudar a un amigo, espero haya una próxima vez.
— Pensaré en ello, lo prometo —Fuuma se lo aseguró.
Al intuir la intención del director por dar finalizada su visita y
retirarse, es por lo que Monou se apresuró a decir—. Pero… quisiera preguntar ¿qué
es lo que pasará con Lucy mientras tanto? —cuestionó con timidez, la parecía
increíble que pudiera seguir sintiéndose intimidado por Kurama—… Ella, pese a
todo nos ayudó.
Kurama lo dedicó un gesto sereno—. No tienes por qué preocuparte por
ella. Mantendré mi promesa, vivirá en alguna de las instalaciones de SECTOR
HEAVEN hasta que vuelvas a necesitarla —respondió con indiferencia.
— Yo… creo que merece una clase de recompensa —añadió Fuuma, para
temor de Kurama—. No quisiera que volviera a estar enclaustrada como antes, es
injusto ya que se esforzó por ayudarnos tal y como se lo pedí. Es inhumano que
quiera enjaularla como a un animal.
— Debo recordarte que ella no es humana
—Kurama intentó sonar paciente, pero en el fondo no le era cómodo hablar sobre
la diclonius—… Debes entenderlo Fuuma, ella es peligrosa, sólo has visto la
punta del iceberg. Mi deber es advertírtelo para que el día que veas su
verdadero ser no dudes en hacer lo correcto.
— Logramos mantenerla bajo control, ¿o no? Me obedeció —Fuuma lo
confrontó con más seguridad que antes.
— El que puedas domar a un animal salvaje no significa que pierda
todos sus instintos… En cualquier momento podría atacarte a ti y a todos los
que están a su alrededor. ¿Estás dispuesto a responsabilizarte de eso? —Kurama
le preguntó con seriedad.
— ¿Qué quiere decir?
— Que si accedo a tu petición y Lucy pierde el control, ¿serás tú
quien la elimine sin remordimientos? —el director preguntó sin rodeos—. ¿Serás tú
quien vea por las personas y familias afectadas?
Fuuma se atragantó un instante en el que vaciló. Sin embargo, terminó diciendo
—Eso no pasará.
Kurama lo miró en silencio, esperando una mejor respuesta que esa.
Monou se sintió presionado por su mirada tan pasiva y fuerte a la vez.
—Confíe en mí, si le pregunté al respecto es porque tengo un plan que quiero
compartir con usted. Ya… han pasado varios meses desde que la familia Higurashi
me ha dado alojo en su casa, pero creo que ha llegado el momento de volver a mi
hogar —comentó, mirando por encima del hombro al temer que Kagome pudiera
escuchar aun en la lejanía—. Siento que he abusado mucho de su amabilidad,
siempre estaré agradecido con ellos pero… también temo que si prolongo mi
estancia allí, podrían verse afectados de alguna manera —confesó—… No puedo
evitar ser quien soy, y el ser Kamui
significa que los peligros podrían encontrarme sin que siquiera los busque, eso
lo sé ahora —recordó a ese enigmático hombre llamado DEM—. Jamás me perdonaría
si los miembros de la familia Higurashi resultaran heridos por mi causa, es por
ello que volveré al Templo Togakushi. Allí ni Lucy ni yo podremos lastimar a
nadie.
Kurama ocultó su sobresaltó ante la insinuación.— Fuuma, estás
diciendo que…
— Sí. Yo puedo cuidar de Lucy —asintió, decidido—. Le estoy pidiendo
que me permita ser su custodio.
Kurama se dio la vuelta, sudando por la impresión que la noticia le
causaba, pero en sus oídos escuchaba claramente lo que le dijo Hitomi—:“Cumple con todos los deseos de Kamui”.
Kakashi percibió la tensión en el aire. Compartía con el director la
misma preocupación, por lo que decidió intervenir —:¿Estás seguro? No es como
si fueras a adoptar a una mascota —dijo el ninja.
— Respóndeme algo, Fuuma. — Kurama volvió a tomar la palabra—. ¿Qué es
lo que exactamente quieres probar con todo esto?
— No lo entiendo… —musitó Fuuma.
— Esta obstinación tuya con la diclonius… ¿por qué tomas esa actitud? Respóndeme
con honestidad —inquirió, sonando un poco más severo de lo habitual,
continuando de espaldas —. ¿Es lástima o… es que te identificas con ella?
Fuuma cerró los ojos, sabiendo que debía ser firme y honesto para
tratar con el director.
— Es posible… Así como usted desconfía y repudia la existencia de Lucy
al creerla una amenaza… Pienso que es exactamente lo mismo que siente por mí
—confesó sin vergüenza—. Cuando desperté y me di cuenta de que me salvaron, les
cuestioné la razón de ello pese a que tengo la misma capacidad de Lucy de
destruir este mundo si me lo propusiera —les recordó con un deje de
advertencia—. Sigo con vida sólo por las predicciones de la princesa Hinoto, y
Lucy también. Ella estaba destinada a volverse la espada de Kamui, o su escudo…
Yo jamás la transformaré en una espada… Crea en mí señor Kurama, quizá sea el
escudo que este mundo necesitará algún día….
Kurama dio un leve suspiro, pesando en su alma que así tuvieran que
ser las cosas pese a que sus instintos le advertían que era una idea desastrosa.
— Prometo pensarlo, Fuuma —fueron las palabras del Director.
Monou sintió una leve victoria al escucharlo.
— Pero que te quede claro que… lo que pienso de Lucy y lo que pienso
de ti son cosas totalmente diferentes —Kurama no deseó partir dejando a Fuuma
con tal impresión—. Confío en ti porque te lo has ganado, te conozco y sé cómo
eres… Pero también conozco a Lucy, y es por ello que jamás podría tener
esperanzas en ella como tú lo haces… espero que algún día entiendas eso.
El director reanudó su marcha hacia al automóvil en el que ya lo
estaba esperando su chófer.
— Director, yo… —Monou tuvo la necesidad de detenerlo, pero cuando
Kakashi lo sujetó por el hombro no tuvo más remedio que dejarlo partir.
— Es suficiente por ahora… ya te dijo que lo pensará. Aunque debo
decir que estoy en total desacuerdo con tu decisión.
— Kakashi sensei, es… no puedo evitar sentirme así por Lucy.
— La compadeces como te autocompadeces a ti mismo, eso lo entiendo
—dijo Kakashi, soltándolo y metiendo las manos dentro de los bolsillos—. Si
crees que sanándola podrás sanarte a
ti mismo, entonces adelante, sólo no confíes demasiado —le previno—. Es como
haber adoptado a un tiburón blanco y esperar que se acostumbre a vivir dentro
de una pecera.
— Sé que no será fácil, pero, es algo que siento debo hacer.
— Como prefieras —suspiró Kakashi con gesto cansado—; de cualquier
modo eres el niño consentido de la organización por lo que seguramente tendrás
a tu tiburón en casa —comentó antes de llamar a Chii, quien ya venía en camino
junto con Higurashi—. Será mejor que me vaya, no quiero estar aquí cuando se lo
digas a ella.
Fuuma también estaba nervioso al respecto, por lo que calló en cuanto
las dos chicas arribaron.
La PERSOCOM llegó con un rostro risueño y a toda prisa se abrazó al
brazo de su amo.
— Nosotros debemos retirarnos. Es posible que nos veamos con menos
frecuencia que antes, pero mantendré la promesa que te hice aquel día —el ninja
lo prometió—. Continuaré siendo tu aliado, Fuuma Monou. Cuando me necesites,
allí estaré.
Fuuma agradeció con una inclinación respetuosa, lo mismo que Higurashi
quien se alegró por saber que Fuuma tenía un amigo como él.
/ - /
Ya atardecía cuando Kagome y Fuuma subieron al metro en dirección al
Templo Higurashi.
En el camino, Kagome habló mucho mientras Fuuma sólo escuchaba como
usualmente ocurría; sin embargo la joven notó a su acompañante un poco
distraído y más ausente de lo habitual. Kagome intentó no darle importancia,
pues sabía que Fuuma tenía sus episodios melancólicos, quizá esa visita al
cementerio desenterró a alguno de sus fantasmas.
Ella siempre ha estado allí para dedicarle una sonrisa y apoyarlo en
todo lo que le fuera posible, sin embargo, las palabras que él le dijo borraron
todo gesto alegre de sus labios.
— Kagome, he decidido volver al templo Togakushi.
La chica detuvo su andar, sus pies no pudieron pisar el primero de los
escalones que la conducirían a casa.
— ¿Qué dijiste? —preguntó con desconcierto.
— Estaba buscando el mejor momento para decírtelo —Monou sonó
arrepentido.
— Pero… ¿por qué? ¿Acaso ya no estás cómodo con nosotros? —preguntó
afligida, dándose la vuelta para encararlo.
— No es eso… Kagome, tú y tu familia me han dado más de lo que hubiera
deseado… Aceptaron a un extraño en su casa y lo hicieron parte de su familia
sin ninguna obligación. Son unas excelentes personas y siempre estaré en deuda
con ustedes.
— Entonces, ¿cuál es la razón?
Fuuma decidió guardar sus verdaderos motivos, temiendo que Kagome lo
malentendiera — Esto era algo temporal, hasta que me restableciera y me adaptara
a los cambios en mi vida. Gracias a ti y a tu familia me siento muy bien, es
por eso que creo que lo más correcto es que vuelva a mi casa… Siento cierta
obligación de regresar y retomar mis deberes como el único miembro de la
familia Monou. El legado de mi padre y su familia no es algo que deba
abandonar.
Kagome quería objetar, pero ella entendía bien ese sentimiento. Como
posible heredera de un templo shinto, sabía que los valores hacia la tradición
familiar eran importantes.
— ¿De verdad esa es la única razón? —insistió ella, teniendo un
presentimiento que puso nervioso a Monou.
— ¿Por qué dudas?
— Una corazonada…
— No puedo decir que tus corazonadas no han sido acertadas Kagome
—Fuuma se sintió avergonzado, por lo que simplemente dijo—: … Hasta ahora,
ninguno de los problemas que me persiguen han alcanzado a los tuyos… por eso
tengo que irme, para que nada de eso llegue a afectar sus vidas.
— Fuuma…
— Yo… no quiero que te involucres más. Quiero que tú y tu familia
vivan una vida tranquila aquí, lejos de los peligros que no les conciernen.
— Significa que… ¿piensas aceptar ayudar al director Kurama y a su
organización?
Monou guardó silencio. Pese a que pasó mucho tiempo negándose a la
idea, todo lo sucedido con los Ángeles Káiser le hizo darse cuenta que su ayuda
podría cambiar el rumbo de las cosas, ayudar como no pudo hacerlo en el pasado…
Esa sensación de satisfacción, de éxito, era algo que deseaba conservar en su
ser.
— Aunque el director y yo tengamos nuestras diferencias, es posible
que lo haga —dijo al fin, preocupando a Higurashi—. Y no puedo arriesgarte a
eso, me importas demasiado, Kagome.
Kagome se sonrojó al escuchar esas palabras. Fuuma pareció no darse
cuenta del impacto que tuvo tal enunciado ya que continuó hablado con
naturalidad.
— ¿Entiendes ahora?
Higurashi asintió, llevándose las manos al pecho y notando los latidos
acelerados de su corazón.
— Es por eso que debo irme. Claro que no pienso abandonar la escuela
—dijo la verdad, tratando de aminorar la tensión del momento.
— Yo… entiendo… tus razones Fuuma, es sólo que… todos te echaremos
mucho de menos, hasta el abuelo aunque lo vaya a negar —dijo sonriente,
reprimiendo sus lágrimas y verdaderos sentimientos.
— Yo también, pero no hay por qué estar tristes, éste no es un adiós
—dijo él, posando su mano sobre el hombro de la chica, quien asintió con la
cabeza.
— Lo sé, sólo que es… muy repentino todo esto. Justo cuando creí que
las cosas volverían a la normalidad, tú decides… —Kagome calló.
— No es que me vaya justamente hoy, aún necesitaré de algunos días. El
templo necesita algunas reparaciones y limpieza, además tu madre no me
perdonará si descuido mis estudios por ello, así que pienso hacerlo con calma,
y cuando todo esté listo me mudaré. Por lo que no estés triste Kagome, esa no
es tu forma de ser —le pidió, intentando confortarla como un amigo.
Mas el corazón de Kagome no sufría como el de una amiga por un amigo… ¿acaso
Fuuma no se daba cuenta?
/ - / - / -
El paso de los días fluyó con tranquilidad. Aunque la noticia de la
partida de Fuuma trajo pesadumbre a la familia Higurashi, se acomidieron a
ayudarlo en todo lo posible. Por ello, durante los días libres todos acudían al
Templo Togakushi a realizar reparaciones y limpiezas.
A Fuuma le habría tomado más tiempo de haber emprendido esa tarea por
su cuenta. Mientras él, Sota y el abuelo se encargaron de trabajos de
carpintería, pintura y jardinería, Kagome y su madre se deshicieron del polvo y
las telarañas del interior, así como el lavado de ropa y sábanas.
Se aprovechó la oportunidad de desechar algunas cosas, pero otras se
conservaron intactas al creer que sería decisión del joven Fuuma.
Monou se quedó con muchas prendas que pertenecieron a su padre, el
resto las metió en cajas con la idea de mandarlas a un centro de acopio para
necesitados. Entre las pertenencias de su progenitor encontró muchas
fotografías que decidió guardar, encontrando algunas que llamaron su atención y
decidió separarlas de las demás.
Fuuma decidió buscar a Kagome para mostrárselas.
El joven Monou fue quien le pidió a Kagome que se encargara de ordenar
el cuarto de Kotori. Higorashi entendía que aún era difícil para Fuuma lidiar
con los recuerdos de esa casa, por lo que le disgustaba que quisiera volver a
vivir allí, solo.
Tal cual le indicó, vació cada cajón y estante, organizó todo por
cajas y aunque le dieron la libertad de tomar las cosas que le llegaran a
gustar, Kagome no deseó hacerlo.
Tendía la cama cuando escuchó a Fuuma tocar la puerta que conservaba
abierta. —. ¿Todo bien? ¿Necesitas ayuda? —preguntó, pudiendo entrar a la recámara
sin vacilación.
Kagome negó con una sonrisa. —Ya he terminado aquí.
— A mí me falta un poco más pero quería mostrarte esto, las encontré
en la habitación de mi padre —Fuuma le mostró varías fotografías, debiendo
sentarse ambos en la cama para poder verlas.
— Tenía un cajón repleto de ellas, pero éstas quizá les gusten a ti y
a tu mamá. Se las obsequio.
Kagome quedó sorprendida al ver una foto antigua donde se vio a sí
misma, o cuando menos a una jovencita casi idéntica a ella, y a su lado un joven
muy parecido a Fuuma. Ambos vestían kimonos ceremoniales, probablemente por
motivos de un festival en el mismo templo Togakushi.
— Pe-pero si somos nosotros —Higurashi sujetó la imagen, mirándola con
perplejidad.
Fuuma rio melodioso—. Por supuesto que no, mira atrás —dijo al voltear
la imagen, y en el reverso estaba escrita una fecha en primavera—. La
fotografía es vieja, éste es mi padre y podría apostar que esta chica es tu
madre.
Kagome quedó maravillada al ver la gran similitud entre ellos con sus
padres. —Se ven muy bien juntos, ¿no lo crees? —preguntó Kagome casi de manera inconsciente,
ruborizándose al darse cuenta de ello.
— La verdad es que mi padre jamás me habló de haber estado
comprometido con otra mujer que no fuera mi mamá —Fuuma respondió, tomando otra
de las imágenes—. Ni tampoco sé por qué guardaba estas fotos con tanto recelo,
mira ésta.
Higurashi se emocionó al verse a sí misma de niña, en una foto grupal
donde ella, un niño risueño que identificó como Fuuma y una bebé en una carriola
veían con asombro a un elefante en un zoológico.
Miraron alrededor de veinte imágenes con esos mismos niños jugando y
sonriendo.
— Ojalá pudiera recordar a tu hermana —comentó Kagome al sostener una
de las imágenes en la que abrazaba a la juguetona bebé.
— Se hubieran llevado bien —Fuuma le aseguró, mirando con nostalgia la
imagen de la bebé Kotori.
Esa tarde, con orgullo y optimismo, la familia Higurashi pudo decir
que oficialmente habían terminado con todos los arreglos. La madre de Kagome
decidió que debía festejarse con una suculenta cena, por lo que envió a los
hombres a comprar los víveres restantes para llenar la alacena y el
refrigerador, mientras madre e hija iniciaban con los preparativos con lo que
tenían a la mano.
Kagome aprovechó para mostrarle las fotografías que encontraron, lo
que ocasionó una gran nostalgia en la mujer.
— Sí, sacaste la belleza de tu madre, Kagome, no lo dudes —comentó alegre,
palpando con añoranza la imagen del joven junto a ella, pero después cogió otra
de las fotografías donde la misma pareja salía con otros jóvenes, un grupo de
cinco chicos—. ¿No reconoces a este joven? Él es tu padre cuando estaba en el
colegio —le indicó.
— ¿En serio? —Kagome preguntó con interés.
La mujer asintió, suspirando por esos años de su juventud.— Me hace
feliz que Kyougo conservara esto…
— Mamá, ¿es cierto que pensaban en comprometernos a mí y a Fuuma
cuando éramos unos niños? —la chica deseó saber.
Su madre le dedicó una leve sonrisa antes de contestar. —Era idea de
tu padre y de Kyougo. Siendo tan buenos amigos, les resultaba un sueño que sus
dos primogénitos llegaran a formar una relación y unieran a las familias en el
futuro. Por supuesto que yo era de la opinión que es algo que los dos deberían
de decidir cuando fueran mayores. Pese a que ambos sean miembros de familias
con tradiciones tan antiguas, no significa que deban vivir bajo esas normas.
Los dos merecían buscar su felicidad.
La mujer dejó las imágenes y volvió a sus labores de sacar las hoyas
para cocinar.
— Nos invitaban mucho a este templo. Te la pasabas muy bien aquí, jugando
mucho con Fuuma y la pequeña Kotori… Pero cuando tu padre murió, el
distanciamiento fue inevitable… Kyougo dejó de procurarnos —explicó con un deje
de tristeza—. Hacías unas horribles rabietas al no poder visitar a Fuuma. En
una ocasión escapaste y te perdiste, gracias a Dios la policía te encontró y te
regresó a casa.
— ¿En serio hice eso? —Kagome preguntó, sorprendida.
— Querías tanto ver a Kotori y a Fuuma que creíste que sería fácil
llegar hasta aquí. Eras tan inocente, me dolía verte sufrir de esa manera, pero
con el tiempo dejaste de preguntar por ellos, y un día simplemente los
olvidaste… pero mira las vueltas que da el destino, nuevamente has vuelto a
esta casa, ¿no estás feliz? —cuestionó.
Kagome asintió. — La verdad es que estoy muy feliz de volver a ver a
Fuuma— confesó, con un gesto reconocible para toda mamá en el mundo.
— Ya veo. Quizá los dos cumplan los deseos de sus padres después de
todo —la mujer dijo con tono travieso.
— ¡¿Qué?! ¡Mamá! —Kagome se alteró, ruborizándose, sin poder decir
nada más en su defensa. Prefirió volverse y sacar la vajilla para acomodar la
mesa.
La cena transcurrió con tranquilidad. Habían preparado la suficiente
comida para que todos pudieran repetir, y hasta sobró para el día siguiente. Fuuma
Monou admitió que extrañaría las cenas y desayunos en compañía de todos ellos,
mas no se arrepentía de su decisión. Prefería saberlos lejos y a salvo que en
constante peligro por su causa.
A Fuuma le conmovieron todos los consejos y cuidados que recibió de la
señora Higurashi, pero no tenía que temer, después de todo, a falta de una
madre a tan temprana edad, aprendió muchas cosas para poder atender a su padre
y hermana.
Por más que Kagome intentó prolongar la estadía, la hora de marcharse
había llegado. Todos comenzaron a recoger sus cosas en el recibidor. En cuanto
estaban terminando de ponerse los zapatos, el sonido del timbre los espantó un
poco.
Al abrir, Fuuma quedó perplejo al ver frente a su puerta al director
Kurama, y más sorpresivo fue reconocer a Lucy quien vestía una playera blanca y
pantalones casuales, con un gorro cubriéndole la cabeza.
Kurama mantuvo las apariencias, pero le preocupó ver a tantas personas
allí reunidas ante Lucy. Dio un vistazo a su reloj; por la hora creyó que no
habría visitas en la casa Monou, pero se equivocó.
Por la expresión de Fuuma y los presentes (pero sobre todo la de
Kagome), Kurama descubrió que su protegido no había comunicado su decisión a
nadie más. En el rostro de Fuuma sólo pudo leer: “Necesitamos una explicación creíble, ahora”.
— Director Kurama, ¿qué es lo que está haciendo aquí a estas horas de
la noche? —cuestionó Kagome, quien se adelantó a ponerse frente a su familia.
Ante el silencio de Kurama, Fuuma se giró hacia Kagome, quien le
dedicó una mirada temerosa y confundida. — Lo que sucede… es que…
— El vuelo se demoró un poco, por lo que se nos hizo tarde —habló el
director, atrayendo la atención de los presentes—. Disculpa la tardanza, pero
aquí la tienes, sana y salva.
— ¿Quién es ella, hermano?
—preguntó Sota, sintiendo curiosidad por la joven de cabello tan llamativo.
— Ella es —titubeó—… les presento a mi prima Lucy —fue la mentira que
escapó de sus labios—. Lucy, ellos son la familia Higurashi, queridos amigos míos.
“Encantados”, “Mucho gusto”; fueron las palabras que acompañaron los
amistosos saludos de la humilde familia, a los que Lucy no respondió ni comentó
nada.
— Lamento no habérselos dicho, pero entre tantos preparativos lo
olvidé por completo. Creí que llegaría la próxima semana y no hoy —rio nervioso—.
A veces olvido el día en que vivo.
El abuelo contempló con perspicacia a la chica, no había nada entre
ella y Fuuma que los delatara como parientes. —Debe ser muy lejana, sí —comentó
el anciano, peinándose la barba de su mentón.
— Lucy es pariente por el lado de mi madre. Hace poco el director Kurama
me dio la noticia que se encontraba en la misma situación que yo —prosiguió,
evitando mirar a Kagome, de quien sentía fluir un chakra furioso—. Sus padres
murieron y soy su único familiar vivo. Llegamos al acuerdo de que viniera a
vivir aquí conmigo, de ese modo nos cuidaríamos el uno al otro.
— Oh Fuuma, eso es muy bueno. Así me dejas sin pendiente —comentó la
señora Higurashi, dirigiéndose a Lucy, a quien volvió a inclinarle la cabeza —.
Por favor, cuida bien de Fuuma.
La diclonius mostró un gesto de asco que pasó desapercibido por la
amable mujer, pero no para Kagome, quien tenía tensa la quijada y los puños.
— Nosotros ya estábamos por retirarnos, pero será un gusto volver a
visitarlos o que ustedes vayan a nuestra casa —agregó con amabilidad la mujer.
— Yo también debo retirarme, sólo quise acompañar a la señorita. Será un placer llevarlos hasta
su casa — dijo Kurama, intentando alejar a los Higurashi de ahí lo más pronto
posible. En ningún momento el director de SECTOR HEAVEN apartó el dedo del interruptor
escondido en su bolsillo, aquel que detendría a Lucy en caso de que se diera
alguno de sus sobresaltos.
La familia aceptó gustosa, siendo Kagome la última en salir. Fuuma
sostuvo esa mirada suya que le recriminó el no haberle dicho nada de esto
antes.
— Kagome… yo… Prometo que hablaremos después, te lo explicaré todo
—Fuuma pidió, afligido por el reproche que veía en esos ojos.
Kagome se abstuvo de decir algo, girándose rápidamente hacia la puerta
al tiempo que intercambiaba una mirada con Lucy. La diclonius se limitó a
lanzar una sonrisa prepotente al percibir sus celos.
— No tenía idea que hoy sería el día en que Kurama te trajera. No me
avisó, pero me alegra que estés aquí. ¿Te encuentras bien? —Fuuma le preguntó a
la diclonius una vez que se encontraron solos.
Lucy asintió levemente, mirando el lugar con desconfianza.
— Pasa. De seguro estarás hambrienta, ven, te serviré algo para que
cenes —Fuuma la animó a seguirlo, y la chica lo hizo a paso lento.
Lucy contempló la casa en búsqueda de cámaras, micrófonos o alguna
clase de sensor. Cuando Kurama le explicó la petición de Fuuma, se asombró por
el que le fueran a permitir abandonar su celda.
Por supuesto que fue advertida de no desobedecer ninguna de las
advertencias que se le dieron desde el primer día en que fue puesta bajo las órdenes
de Kamui, por lo que aunque no se encontraba dentro de una jaula, seguía siendo
una prisionera que podría explotar en cualquier momento.
Avanzó hacia la mesa donde Fuuma ya se había sentado para servirle un
plato con carne, verduras y un tazón de arroz, pero Lucy no se sentó,
permaneció allí mirando a su benefactor.
— ¿Por qué estás haciendo esto? —la mujer de cabello magenta
cuestionó.
Monou la miró con desconcierto. — ¿Qué dices?
— Hablo de esta charada tuya, ¿por qué? ¿Qué esperas lograr trayéndome
a este lugar? ¿Planeas burlarte de mí acaso? —insistió, con resentimiento.
— Lucy, cálmate. No malentiendas las cosas, por favor, siéntate.
Pero la diclonius no obedeció, hacerlo la llevaría a sentirse como un
perro.
— No esperaba que lo tomaras así… es sólo que creí que no merecías
vivir confinada en algún lugar oscuro como lo has estado haciendo todos estos
años.
— Te tomas demasiadas libertades, pero yo no necesito de tu piedad, ni
tampoco pedí tu ayuda —aclaró.
— ¿Por qué siempre tienes que responder de esa manera tan agresiva?
¿Eres así con todos o tiene que ver con que yo no soy el “Kamui” que esperabas? —Monou preguntó.
— Algo hay de eso —admitió.
Fuuma Monou suspiró, cerrando los ojos. —Yo no soy Kamui, jamás quise serlo… Mi nombre es Fuuma Monou y quizá debas comenzar a
verme de ese modo —le pidió, intentando ser comprensivo—. Buscas el por qué
quiero ayudarte, la verdad no deberían existir razones para ayudar a otros… sin
embargo es… porque tú y yo somos más parecidos de lo que crees.
— ¿Parecidos? ¿Tú y yo? No me hagas reír —respondió con tono irónico.
— Ambos somos un peligro para el mundo entero —Monou dijo con un gesto
serio—. La mayor probabilidad de que la humanidad sobreviva es si ambos fuéramos
exterminados. Así es como pensaba cuando desperté después de un largo sueño.
Pero… hay gente que confió en mí, me apoyó en los momentos decisivos, y es por
ellos que aún vivo y estoy aquí. Yo quiero darte eso Lucy, esperanza de que el
mundo puede funcionar contigo en él.
Lucy calló unos instantes en los que asimiló esa respuesta… Debería
sentirse cautivada por tales palabras, pero ya había sufrido demasiadas desilusiones
y traiciones como para que su corazón se mantuviera endurecido como una piedra.
— Ya veo, así que sólo me quieres como objeto terapéutico… Estar cerca
de alguien que crees tiene una existencia peor que la tuya y así sentirte bien
—musitó, recordando haber conocido humanos así.
Fuuma quedó perplejo al serle increíble que la diclonius pudiera
malpensar cualquier buena intención. Pero no podía culparla, cada vez sentía
más y más piedad hacia ella… su vida seguro ha estado cargada de sufrimiento y
grandes engaños.
— Ojalá algún día pueda cambiar esa opinión que tienes sobre mí. Por
ahora Lucy, espero que pese a todo disfrutes tu estancia en el templo de mi
familia; aquí nadie volverá a hacerte daño —Fuuma le aseguró, poniéndose de
pie—. Por favor, come un poco, después te mostraré cual será tu alcoba —dijo,
abandonando el comedor, creyendo que sería lo más cómodo para Lucy.
La diclonius lo vio partir en silencio, rechinando los dientes al
final. Estaba molesta con toda la situación, y lo peor de todo es que tenía que
tolerarla.
Con mala cara contempló la comida, y aunque por orgullo estuvo a punto
de tirarla al suelo, terminó por sentarse frente al plato y sujetar un par de
palillos, los cuales se le dificultó el maniobrar ya que habían sido muchos los
años en los que no ha comido con cubiertos. Durante sus días de confinamiento
la comida llegaba a ella a través de tubos que la alimentaban como a una bestia.
Al impacientarse con los utensilios, prefirió tomar un trozo de carne
y comerlo con las manos, y en cuanto lo puso en su boca, saboreándolo, resintió
una fuerte pesadez en su corazón, pues con tristeza intentó recordar la última
vez que había probado algo así de delicioso y casero…
Para cuando Fuuma volvió al comedor, encontró a Lucy sentada junto a
la mesa, notando los platos vacios y muchas migajas en la superficie de madera.
Monou decidió no decir nada y sólo sonrió.
El timbre de la casa sonó, sorprendiendo a Fuuma por ser casi media
noche. ¿Podría ser el director Kurama quien volvió para dejar en claro los términos
para la estancia de Lucy en el templo? Eso pensó al caminar hacia el recibidor,
pero lo que encontró detrás de la puerta lo dejó enmudecido.
Allí se encontró a Kagome Higurashi cargando con dos maletas a sus
costados.
— Pero… Kagome ¿qué es lo que haces aquí?
La joven soltó las maletas, las cuales cayeron con pesadez al suelo. —
¿No es obvio? —entró, esperando que Fuuma fuera quien metiera su equipaje—. No
es correcto que un hombre y una mujer vivan solos, por lo que si Lucy puede
quedarse, entonces yo también me quedaré —sentenció con fuerte determinación.
FIN
DE LA TEMPORADA I
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