El cuervo negro que acompañó a los santos al reino de Poseidón, volaba
bajo entre arrecifes que formaban un laberinto con pasadizos estrechos,
obstruidos y engañosos. El ave solía detenerse y estudiar con cautela el
entorno tenebroso de la zona. La neblina que recorría ese laberinto de altose
irregulares muros le dificultaba su búsqueda. Cuando pasó cerca de una
formación oscura, un par de brazos emergieron de entre la espesa niebla,
atrapándole.
El ave chilló y se retorció intentando liberarse de las manos que,
pese a que le sujetaban con fuerza, no le hacían daño.
— Qué extraño… es la primera vez que veo un ave en este reino —musitó
la persona que con sutileza comenzó a acariciar la cabeza del animal.
Aunque el ave intentó resistirse, tal atención logró doblegar su
carácter hasta quedarse tranquila.
— … ¿Qué es lo que haces aquí? ¿Quién te envió amiguito? —le preguntó
el joven de ropa negra, cuya capucha le cubría la cabeza repleta de claro cabello
rubio castaño.Su rostro tenía un gesto de curiosidad conforme pasaba sus dedos
por el plumaje del cuervo.
— Ya veo… eres especial —concluyó al mirarlo a los ojos, quedándose en
silencio por unos momentos hasta que dijo —: Mucho gusto Kenai, santo dorado de
Cáncer, mi nombre es Nihil, y temo que no puedo dejar que tu enviado avance más.
Si insistes en ir más allá, estarás violando las leyes de la Atlántida, por lo
que tendría que tomar medidas agresivas para impedírtelo. Espero que por favor
me evites la pena de hacerlo…
Capitulo 38
Imperio Azul. Parte II
La historia de una madre.
Asgard, Palacio del Valhalla
Bud caminaba rumbo a los aposentos de Hilda, donde la sacerdotisa y su
primogénito se encontraban en recuperación.Sin importar lo que ella le dijera,
no podía estar tranquilo pensando en que su hijo no había despertado desde ese
día en que fueron atacados por los Patronos.
La situación actual de su pueblo no le había permitido cuestionar
demasiado a Hilda al respecto, pero le costaba creer que Syd, su hijo, fuera la
reencarnación del dios Odín en la Tierra. Sólo hasta ahora podía darle sentido
a sus encuentros pasados con la valquiria Skuld… cada palabra de ella que en
esos instantes no comprendió, finalmente tenían significado al saber el
resultado de toda su preparación.
— Fuiste la mejor opción —ella
dijo cierta vez, fue elegidode entre otros candidatos para ser el padre mortal
del gran dios de Asgard.
Nunca imaginó que llegaría el día en que esperara con ansia la
aparición de la nornaSkuld, mas aunque han sido muchos los instantes en que ha rogado que se manifestara, la diosa no
ha respondido de ninguna forma… Era posible que su silencio fuera una forma de
castigar su fracaso o darle algún tipo de lección.
Si de una diosa no obtenía respuestas, había llegado el momento de que
su esposa se las diera, era lo justo.
Bud sujetó la manija de la puerta, mas detuvo su intento de empujarla
al escuchar la voz de Hilda, quien parecía hablar con alguien más en la
habitación.
Su oído se había perfeccionado en el espionaje gracias al tiempo en
que actuó como sombra de Syd de Mizar, por lo que le fueron claras las palabras
de la sacerdotisa pese al grosor de la puerta y los ruidos del exterior.
— Si eso es lo que consideras
correcto, yo no te detendré… Tienes mi permiso —dijo Hilda de forma
comprensiva.
— ¿No me cuestionará más? Así de
sencillo… ¿me dejará partir? —cuestionó la voz de un hombre al que no pudo
reconocer por lo bajo de su tono.
— No encuentro una forma o razón
para detenerte, ya te has decidido —respondió ella con amabilidad—. No me opongo ya que es la primera vez en
todos estos años en que percibo que hablas y actúas siguiendo tu corazón…
Hubo un silencio corto antes de que se retomara la conversación— … Mis acciones… quizá no pueda enmendar todo lo que provoqué,
pero… traerles de vuelta a Aifor será mi forma de redimir una parte…
Bud empujó la puerta al descubrir al intruso en la habitación de Hilda
— ¡Clyde!
El dios guerrero de Megrez, Clyde, estaba de rodillas ante la cama
donde la gobernante y el príncipe de Asgard guardaban reposo.
Vestido aún con los harapos y vendas que le dieron en la prisión, Clyde
se levantó en un intento por evadir la posible agresión del dios guerrero de
Mizar.
Bud se adentró a la recámara, verificando que su esposa e hijo
estuvieran bien.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —Bud cuestionó con dureza.
Clyde de Megrez retrocedió unos
pasos, aproximándose al ventanal de la terraza por la que evidentemente había
entrado.
— Bud, por favor, para… Clyde ya se marchaba —Hilda pidió,
levantándose débilmente de la cama donde su niño aún dormía entre las mantas.
— Aunque tú me lo pidas, no estoy dispuesto a dejarlo ir a ninguna
parte —Bud aclaró.
— Siempre tan necio, Bud. Te
dije que a la única a quien estaba dispuesto a dar explicaciones era a la
señora Hilda, ya lo hice, no hay razón por la que tenga que quedarme —Clyde
respondió con su habitual sarcasmo antes de correr hacia el palco de la terraza
y saltar por él.
Bud se apresuró a seguirlo, pero lasmanos de Hilda se cerraron sobre
su brazo. La mujer se encontraba tan débil que cayó al suelo en su vano intento
de frenar al tigre de Zeta, mas se aferró hasta el último momento a la muñeca
de su marido pese a que la arrastró algunos pasos.
Bud inmediatamente se detuvo para atenderla, no fue su intención lastimarla—
Hilda, ¿Por qué lo haces? ¿Por qué te comportas tan condescendiente con
unhombre que deliberadamente nos traicionó?
Hilda entendía los sentimientos de Bud, pero también los de Clyde— Él…
no niega ser culpable de lo que sucedió pero… me contó un secreto que estuvo
ocultando todos estos años… —explicó, sosteniéndose del cuello del dios
guerrero, quien la alzó en brazos para regresarla a la cama—. Fue lamentable
que ese secreto germinara en un momento tan inoportuno, mas hay mucho
arrepentimiento en su corazón… Bud, debes confiar en mí —dijo, sujetándole la
mano, esperando que desistiera de ir en su búsqueda.
Bud se mostró malhumorado, mas al entender que no era el mejor de los
momentos para emprender la cacería de un traidor, accedió a concordar con
Hilda.
— Mencionó… que traería de vuelta a Aifor —comentó, al ser lo más
extraño que escuchó.
— El tiempo que Clyde ha decidido vivir a partir de ahora, es el que
le tomará cumplir con esa meta… Es un asunto delicado pero, considero que debes
estar al tanto de su historia, él…
— ¡¡Señora Hilda!! —gritó alguien con tremenda desesperación—
¡¡Señora… Hilda!! —insistiendo conforme más se adentraba al lugar.
Bud se adelantó presuroso, mas no logró salir de la habitación cuando
Sergei de Épsilonhizo su aparición.Entró con torpeza, manchando de sangre lo
que tocaba con sus manos.
La herida en su pecho alarmó a
Bud, por lo que lo sostuvo en cuanto quisorodearlo para llegar junto a la
gobernante.
— ¡Señora Hilda…! —dijo una última vez, cayendo de rodillas al suelo
donde respiró agotado y al punto del desmayo.
— ¡Sergei! ¿Qué es lo que te paso? ¿De dónde has regresado en tales
condiciones? —Bud lo cuestionó, esperando que pudiera responderle antes de caer
en la inconsciencia.
— Lo lamento, no pude detenerlo —se disculpó el entrante santo dorado
de Acuario, quien tras haberlo visto arribar al palacio en tal estado lo
interceptó sin saber que se trataba de un dios guerrero, pero con la
familiaridad en la que llamaba a la gobernante de Asgard supuso que no era un
enemigo.
Lo tomó por sorpresa que el lobo que venía con él lo atacara, y mucho
más fue su desconcierto al tener que lidiar con la destreza del animal que
centró toda su fuerzay energía en impedir que le obstaculizara el camino a su
amo… era la primera vez que tuvo que lidiar con una bestia como esa. Su
vacilación en ese instante le permitió a Sergei llegar hasta los aposentos de
su señora.
— Señora Hilda — de cuclillas, Sergei logró concentrarse para
proseguir—… ¿es verdad? ¿Es cierto que… el príncipe… que Syd es nuestro dios
Odín, reencarnado? —preguntó, mirando fijamente a Hilda, quien se mantuvo en
una postura digna pese a su condición.
Bud decidió no intervenir al darse cuenta de que Sergei tenía las
mismas intenciones que él.
— ¿Dónde has oído eso? —ella deseó saber.
— Del mismo hombre que vino aquí a asesinarlo —respondió, contrariando
a los presentes—, él fue el blanco todo el tiempo ya que su objetivo es…
destruir a todos los dioses que se encuentran alojados en el mundo de los
mortales… por eso nos atacaron en primer lugar —explicó con escaso aliento—… y
es un hecho que volverán a intentarlo… no estamos a salvo. ¿Por qué no nos lo
dijo señora Hilda? ¿Por qué ocultarnos algo… de tal importancia? —Sergei
insistió, con la mirada cansada.
Bud ansió conocer la respuesta, por lo que se mantuvo en silencio,
sujetando al malherido guerrero de Épsilon.
— Será mejor que me retire… —dijo el santo de Acuario, sabiendo que él
estaba fuera de lugar en tal reunión.
— No, por favor quédate —pidió Hilda con amabilidad—. Es importante
que el Santuario también se encuentre enterado, es posible que ni el mismo
Patriarca lo sepa. Lamento que la verdad haya tenido que ser revelada de esta
manera —la sacerdotisa sonrió con tristeza, volviéndose un poco hacia Sydquien continuaba
durmiendo. Le acarició el rostro de forma amorosa antes de proseguir— ¿Por qué
lo he ocultado? Porque ese fue el deseo del gran Odín…
— ¿Su deseo? —repitió Bud.
Hilda asintió — Todo comenzó hace quince años…
*-*-*-*-*
Atlántida. Templo de Poseidón.
El emperador Poseidón permaneció con los ojos cerrados mientras
escuchaba el informe que Enoc, dragón del mar, le traía. Se mantuvo sentado
junto a una mesa de la que se limitaba a tomar una copa dorada para beber un
poco de vino.
En la estancia de sus aposentos, el marine shogun permaneció de
rodillas en todo momento.
El dios del mar se mantuvo imperturbable ante cada palabra, incluso
ante el advenimiento de una batalla; sólo hasta que su subordinado le transmitió
la petición del Santuario y le describiera ese lugar en el que afirman está una
cloth dorada, fue que sus cejas revelaron un poco de sorpresa.
Fue algo tan sutil que Enoc fingió no haberse dado cuenta— Esas fueron
las palabras del emisario del Santuario, mi señor.
Poseidón abrió los ojos y miró con tranquilidad a su sirviente —Qué
lamentable que aún en esta era de paz haya quienes deciden romper el equilibrio
utópico en el que vivimos… Supongo que está en la naturaleza del hombre buscar
su propia destrucción,después de todo —comentó, dando un corto suspiro.
— ¿De verdad cree que existan seres tan insensatos que pretenden venir
a su reino y destruirlo? —Enoc preguntó.
— Algo que los hombres me han demostrado los últimos milenios es que
son capaces de tales imprudencias con tal de ver cumplido un propósito… No
descartaría la posibilidad, y si lo que han dicho sobre el destino de
Meskeneth, el Santuario y Asgard es cierto, sería fácil predecir que seremos
los siguientes. Creí que mi inquietud de los últimos días era sólo un
sentimiento pasajero, sin embargo todo esto que ha venido ocurriendo no es algo
que deba tomarse a la ligera —musitó.
— Pondré a todos nuestros hombres en alerta, mi señor —se apresuró a
decir el dragón del mar—. Y sobre Alexer y Bluegrad…
— Te concedo la autoridad para determinar la inocencia o culpabilidad
de Alexer —el dios se adelantó tras ponerse de pie. Avanzó con gesto pensativo
dentro de la habitación hasta posar una de sus manos en una ventana.
Había demasiado que considerar: El arribo del santo de Capricornio,
las advertencias del Santuario, las intrigas que emergen deBluegrad… pero
sobretodo, el lugar en donde aseguran que una cloth dorada se ha resguardado. ¿Por
qué de entre todos los lugares de su vasto reino tiene qué estar allí?, pensó
con cierto malestar el Emperador.Pero pronto sus labios musitaron por sí mismosla
respuesta — No existen las coincidencias… sólo existe lo inevitable…
— ¿Señor? —preguntó el dragón del mar al escucharlo.
El dios del mar se limitó a mirar hacia el exterior, contemplando
parte de su bello reino. Meditó en silencio las situaciones que tenía en las
manos, numerosos recuerdos vinieron a su mente, tanto de su vida milenaria como
los de su huésped mortal.
Hace quince años, YohAsakura se presentó ante él con un plan del que
sospechó que Zeus era cómplice y quizá iniciador. El mundo obtuvo un nuevo
inicio, por lo que la humanidad y todas las entidades en ella tendrían la
oportunidad de volver a comenzar, olvidarse de viejos rencores y a la vez
antiguas ambiciones. Un renacer que
muchos estaban esperando.
El joven Shaman King era un joven honesto al que no le molestó apoyar cuando llegó el momento de
hacerlo, quizá fue la razón por la que Zeus lo eligió para llevar a cabo su
deseo.
Fue liberado de la condena impuesta por Atena con una condición a la
que el resto de los dioses tendrían que someterse si su deseo era permanecer
entre los hombres, así fue como accedió a tomar el cuerpo de Julián Solo no sólo
como un recipiente el cual podría abandonar en el momento que deseara, no, su
compromiso con el mundo y la humanidad necesitaba más que eso.
Poseidón y Julián eran la misma persona, aunque la esencia del dios
del mar era la dominante dentro de ese cuerpo, muchas características del joven
Solo se conservaban intactas y emergían de su interior para demostrar humanidad.
Ahora que creía estar viviendo de formapacífica en la Tierra, bastó
con que el Santuario tocara a su puerta para recordarle algo, sobretodo,
necesitó ver a ese chico pelirrojo para recordar que hay cierto rencor de su
vida pasada que no ha podido olvidar, ni mucho menos perdonar…
¿El destino le estaba dando una oportunidad para cerrar ese ciclo?… De
ser así, entonces él tendría que dar el siguiente paso y no obstruir el
transcurso de ‘lo inevitable’.
Poseidón dio un leve suspiro al no ser una elección fácil, sobretodo porque
abrir esa caja de Pandora podría
traer consecuencias terribles para su reino y para los que habitan en él.
— Enoc… con lo referente a la petición personal del Santuario —el dios
comenzó a decir, mirando con cansancio a su sirviente—, necesito que envíes por
Nihil, debo darle algunas instrucciones.Él es quien podrá llevar a los Santos
al sitio que describieron…
El dragón del mar se contrarió al no entender cómo es que el marine
shogun del océano Antártico pudiera conocer algo sobre la Atlántida que él
estaba lejos de saber.
— Señor… yo… ¿de verdad existe un sitio como ese aquí en su reino?
Poseidón asintió — No es que desconfíe de ti, no es nada personal mi
fiel Enoc, pero es un sitio que he mantenido oculto despuésde mi primera guerra
contra Atena —respondió para sorpresa del marino—. Sólo el marine shogun del
océano Antártico es conocedor de esto, pues desde tiempos antiguos ha sido su
deber custodiar y mantener oculto dicho lugar…
— Debe ser un sitio importante para mi señor si todo este tiempo ha
permanecido invisible para el resto de su séquito —Enoc comentó, esperanzado en
que el dios del mar le confesara lo que allá esconde.
— “Importante” no es la
palabra para describirlo —el dios musitó con el rostro ligeramente compungido.
Tal expresión le impidió a Enoc continuar insistiendo, no era nadie
para entrometerse de esa manera en los asuntos de su dios— Disculpe que sea yo
quien lo diga mi señor, pero luce cansado. Debería descansar un poco.
El peliazul mostró una media sonrisa— Aun después de tantos años dentro
de este cuerpo me cuesta aceptar suslímites… pero dormir por voluntad propia aún
sigue pareciéndome algo inconcebible, después de todo pasé eras enteras sumido
en un profundo sueño —comentó, un pocosarcástico.
En la Atlántida no existía el cambio entre el día y la noche, algo
conveniente para el dios que duerme muy poco y no se deja llevar por lo que
dicen las manecillas de los relojes con las que el hombre mide el paso de las
horas.
Si fuera posible, permanecería despierto todo el tiempo, leyendo todas
esas obras que los hombres han escrito en los últimos siglos. Nunca antes había
encontrado placer en tareas tan sencillas como leer un libro, mas el percibir
el mundo a través de los sentidos de un cuerpo humano le permitían eso y más.
— Tomaré en cuenta tu consejo, una vez que hable con Nihil —el dios
aclaró—. Ahora ve.
El marino se inclinó una última vez, saliendo de los aposentos del
Emperador sólo para toparse con la figura de aquel que debía ir a buscar.
Aquellos que fueran ajenos al reino de Poseidón, lo confundirían
fácilmente como un enemigo por la larga túnica negra que lo cubría de la cabeza
hasta los pies. Era tan alto y delgado que su vestimenta lo hacía ver como la popular imagen de la parca
Enoc aguardó a que se aproximara para decir — Nihil, tú…
— El Emperador me ha convocado ¿cierto?— el joven se adelantó a decir,
acompañado por un cuervo negro que permanecía sobre su hombro.
El dragón del mar asintió— Él te espera.
El jovenasintió, avanzando sin decir nada más.
Enoc, dragón del mar, lo observó hasta que su espalda desapareciera
detrás del umbral.
Nihil, siempre ha sido un chico misterioso, pero muy apreciado por el
Emperador. Entiende que posee poderes extra sensoriales que lo vuelven un aliado
valioso, mas siempre permanecía como alguien ajeno a la Atlántida, un ermitaño
que sólo se deja ver cuando el dios del mar lo llama.
¿Qué es lo que se esconde en el océano Antártico?— Enoc no dejaba ya de preguntarse. Parecía que el
Santuario había removido telarañas de un pasado distante que muy pronto se
revelará. ¿Qué tan benéfico sería para todos?
-*-*-*-*-*
Sorrento de Siren llevó a Sugita de Capricornio a un templo de
dimensiones cuadradas, que poseía muros blancos de piedra caliza ydelgadas columnas
adornadas por relieves curvilíneos.
— Bienvenido a mi morada—Sorrento entró,seguido por el santo de oro.
Sugita observó cómo el marino se dirigió inmediatamente a una repisa
donde se encontraba una larga caja de oro, dentro de la cual guardó su preciada
flauta.
El santo de Capricornio se tomó unos momentos para inspeccionar con la
mirada. Las paredes pintadas de blanco, un par de ventanas cuadradas a ambos flancos de la estancia volvían el
lugar muy iluminado. Era posible que una recámara estuviera escondida al final
del pasillo. En el recibidorse
encontraba una mesa para cuatro personas sobre la que había tazones con fruta y
pan junto a una jarra y vasos de
cristal; en una esquina, un par de sillones aterciopelados de color azul;
en la otra,un escritorio donde destacaba un tintero con una larga pluma verde,
hojas de papel y algunas libretas, tambiénuna estantería con algunos libros y
pequeñas figuras decorativas. Sobre el piso había alfombras persas de colores
tintos. En las paredes se colgaban tres cuadros pintados exquisitamente en los
que se plasmaba una playa durante el atardecer, un bosque primaveral y un joven
flautista rodeado por bellas mujeres vestidas con togas griegas. Todo poseía un
toque elegante y distinguido… Nada comparado con la sencillez de sus aposentos
allá en el Santuario.
Sorrento tomó un lugar en la mesa, invitando aSugita a sentarse.
El marine shogun descubrió el desconcierto del joven, por lo que no
pudo evitar exponer su curiosidad— ¿Qué pasa? ¿Acaso pensabas que los marinos
dormimos en pleno océano, dentro del agua?
Sugita rápidamente negó con la cabeza— No es nada de eso, sólo me
sorprende un poco lo lujoso del lugar —admitió una vez que se sentara—. Ahora… no
quiero ser impertinente pero no sé cuánto tiempo tengamos para hablar por lo
que de nuevo, debo insistir, ¿qué conexión tengo con ustedes?
— Es algo que te ha tenido preocupado desde entonces ¿no es verdad?
Descuida, no es tan aterrador como piensas—Sorrento dijo con voz suave,
poniendo ambos brazos sobre la mesa—. La situación no empieza con tu madre,
sino con sus antepasados. Hace mucho tiempo, en la era mitológica, diversos
reinos de Oriente decidieron aceptar a Poseidón como su dios—el marine shogun
decidió omitir detalles bélicos que de seguro terminarían por causar más
conflictos en el muchacho—. En buena fe, para sellar dicho convenio, una
familia fue consagrada a su servicio;
generación tras generación sería su deber servir al señor del mar. La
gente solía llamarlos comúnmentelos hijos
de la luna, por su extraordinaria habilidad de poder ver el futuro cuando
la luna mostraba su cara sobre las aguas de un estanque sagrado, entre otras
aptitudes que los volvieron nuestros grandes aliados, claro. Con el tiempo,
dicho linaje familiar logró sobrevivir hasta nuestros días, quedando muy pocos…
el último nombre por el que se les conoce es “Mizuki”— enfatizó, a propósito.
Capricornio pestañeó varias veces con incredulidad. Reconocía bien ese
apellido pese a que no lo portara.
— Así es. Es el apellido de tu madre, ¿no es cierto? —Sorrento añadió—.
Supongo que ahora te será más fácil entender lo que traté de decirte en aquella
ocasión. Tu vida estaba atada a la Atlántida incluso antes de nacer…
El santobajó la vista hacia la mesa,intentando encajar las piezas del
rompecabezas en el que sentía se había fragmentado su vida. Su padre jamás
había dicho nada de esto… ni siquiera cuando el muy ladino fue a visitarlo a
Grecia. No podía pensar que fuese una mentira, sabía que su madre poseyó la
habilidad de predecir el futuro…
—… Si lo que dices es cierto entonces— se levantó un momento, palpando
el peto de la armadura dorada que porta—… ¡¿Cómo es posible que yo pude ser
nombrado santo de Atena?!— exigió saber—. No lo comprendo… antes de morir, mi madre dijo
que yo me convertiría en uno de doce
grandes… un santo al servicio de Atena— musitó, confundido—. No encuentro
sentido a que ella, como la diosa que es, no lo supiera… ¿por qué…?
— No tienes porque alterarte— Sorrento tomó la jarra, vertiendo agua
dentro de dos vasos, uno lo extendió hacia Sugita, quien se había vuelto a
sentar—. Entiéndelo bien, no somos nadie para cuestionar las decisiones que
toman los dioses, es posible que las Moiras
hilaron un destino para ti dentro del Santuario desde el comienzo, pero en lo
que a mí respecta, esa noche se te dio la oportunidad de decidir— el marine
shogun le recordó con tranquilidad—. El emperador Poseidón te tendió la mano
cuando te encontrabas en la desesperación, pudiste haber abandonado tu lucha y
tomar tu lugar aquí. Pero decidiste ser
fiel a tu convicción, creías firmemente que tu sitio estaba con Atena pues tu
madre te alertó del futuro que adelante te aguardaba.Tú elegiste seguir el
camino de las hilanderas. ¿Acaso, estás tratando de decirme que tu elección
habría sido diferente de haber sabido todo esto con anterioridad?— se interesó
por la respuesta.
— Yo… —Sugita musitó, sin saber qué decir. Su cabeza estaba atiborrada
de sentimientos encontrados, de ideas que se contradecían violentamente. De
pronto, ese vaso de agua que pusieron a su alcance le pareció tan necesarioque
lobebió a la mitad.
— Mi madre… ella…. ¿la conociste? ¿Fue una marina?— se animó a
preguntar.
—El Emperador todavía la recuerda —Sorrento suspiró, imaginando los
miedos que circulaban por la cabeza del chico—.Sugita, no todos los que sirven
al dios del mar abrazan el arte de la batalla, hay muchas otras maneras en las
que se puede rendir servicio a nuestro señor. Conocí a tu madre hace ya muchos
años, cuando fue institutriz del joven Julián, el avatar de nuestro dios.
Sugita lo miró con ojos interrogantes. ¿Institutriz? Ahora más que
nunca entendía lo poco que conoce sobre la vida de su progenitora…
— Por si no lo sabes, así como Atena, Poseidón elige un cuerpo mortal
para caminar en este mundo cada determinado tiempo. A través de la historia, la
mayoría de dichos hombres han sido seleccionado dentro del linaje de los Solo, una importante familia cuya
prosperidad siempre ha estado ligada al mar— Sorrento bebió de su vaso,
pausando un momento—. Hace más de treinta años, el emperador Poseidón eligió al
hijo pequeño de la familia, Julián, siendo ese momento en el que tu madre, la
señorita Mizuki, debió entrar en funciones.
—El deber de tu madre no fue otro más que estar al lado del joven Julián,
haciendo uso de su clarividencia para protegerlo durante los años venideros,
asegurando su bienestar hasta el día en que el Emperador decidiera despertar de
su letargo— recordó vívidamente a esa bella dama oriental de largo cabello
pelirrojo y ojos oscuros—. Para ese entonces, yo era compañero de juegos del
joven Julián, por lo que tuve la alegría de conocerla— los gestos de Sorrento se
suavizaron, sonrió de manera sincera al recordar lo mucho que se divirtieron
esos días, pues la señorita Mizuki fue toda una amiga y consejera para ellos,
sobre todo para el señorito Julián.
— Entonces… ella nunca tuvo que luchar ¿verdad?— la sola idea de que
algún santo del Santuario la haya enfrentado lo hizo estremecer.
— Jamás. Tu madre no fue llamada para entrar al campo de batalla, su
tarea fue noble e igual de importante como lo es la mía defendiendo este reino.
Los hijos de la luna poseían un gran
don, pero se les fue prohibido el utilizarlo para cambiar drásticamente el
destino impuesto por las Moiras, por
lo que no sé qué tanto la señorita Mizuki fue capaz de ver, pero su misión era
que todo lo visto por ella se cumpliera. Ella pasó muchos años sirviendo a los
Solo, hasta que un día, cuando el señorito estaba por cumplir su cumpleaños
número trece, anunció su partida— el marine shogun recordó la amarga expresión
de Julián ese día, ya que el entonces señor de los Solo decidió que era tiempo de
que su heredero comenzara a conocer sobre el consorcio familiar, siéndole
impuesta una enseñanza mucho más especializada en el ámbito de los negocios,
algo que una sencilla institutriz japonesa no era capaz de hacer.
Ya que Sorrento lo meditaba después de tantos años, con la partida de
la señorita Mizuki, el joven Julián dejó de ser el amigo de buenos sentimientos,
para transformarse en un joven presuntuoso, ególatra y malcriado.
Tiempo después, es que Sorrento comprendió la abrupta despedida de la
señorita Mizuki, así como su propio papel en lo que sería una nueva guerra
santa.
Fue de labios de la propia señorita Mizuki que le fue revelado su
titulo como uno de los siete marines shoguns, así como el advenimiento de la
próxima guerra que se suscitaría después de que Julián cumpliera los dieciséis
años. Ella le confió el cuidado de Julián, así como la verdad que dormía
latente en el joven. — Ten cuidado con el
dragón marino —fueron las últimas palabras que le dio aquella noche que le
fue entregada su scale. Debió pasar
mucho tiempo para que dicha advertencia tuviera sentido… si tan sólo hubiera
sido más cuidadoso, posiblemente habría descubierto el plan de Kanon antes de
que las vidas de sus antiguos compañeros fueran exterminadas.
Para Sorrento, la habilidad de ver el futuro y acatar lo que éste
dice, debe ser un don desolador… Saber de antemano los eventos desafortunados
que acontecerán y no poder hacer nada directamente por cambiarlo debía ser
desgastante, pero aun así, era a través de sus consejos que la señorita Mizuki
intentó advertirles muchos infortunios, lo recordaba, todas esas discretas
sugerencias que les ahorraron malas experiencias y peligros en la niñez.
¿Podría acaso el santo de Capricornio tener dicha habilidad? Se lo
preguntó varias veces desde que le habló en Cabo Sunión, pero ya no lo creía
más, cada gesto y exaltación que sus palabras han causado en el joven,
comprueba su falta de clarividencia, de lo contrario se desenvolvería con la
misma seguridad con la que lo hacía su difunta madre.
—El resto… ya debes saberlo —para Sorrento, relatar la antigua guerra
no era agradable, en todo caso resultaría incómodo para ambos—. Tuve la fortuna
de sobrevivir a nuestro último enfrentamiento contra Atena y sus guerreros.
Extrañamente, ante la pena del mundo que fue víctima del diluvio, el señor
Julián cambió… decidió hacer uso de sus recursos para ayudar a los huérfanos
que los desastres dejaron por doquier. Yo lo acompañé, continuando con mi deber
de guardián—pausó para tomar un respiro—. Poco tiempo después es que volví a
ver a tu madre. Por el tamaño de su vientre estoy seguro de que estabas por
nacer —sonrió al recordar dicha escena.
Sugita lo miró delatando su curiosidad al respecto.
—En esos días, el mundo estaba por sufrir un gran cambio. Mientras
Atena y Hades luchaban en el inframundo, en el exterior el terrible eclipse
tenía lugar, despertando fuerzas que acabarían con la humanidad en poco tiempo
—miró hacia el techo del complejo, recordando esa inmensa oscuridad que cubrió al
mundo—. El emperador Poseidón despertó breves momentos durante esos días,
anticipando los terribles sucesos, pidiendo que reuniéramos cierta cantidad de
personas prodigiosas que merecían ser salvadas. Él mismo las seleccionó. Por
supuesto que tu madre fue una candidata que yo fui a persuadir— guardó silencio
un instante, suspirando mientras sonrió con tristeza—… Y justo como su hijo lo
hizo tiempo después, ella declinó la propuesta — Sorrento jamás lo entenderá,
pese a que la oportunidad de salvación estuvo frente a ella, decidió proseguir
con el nefasto destino que le quitaría la vida en los días siguientes.
— Insistí pero… tampoco podíamos obligarla, pero lo que tengo muy
presente Sugita, es que no pidió nada para ella. Agradeció la atención del
Emperador, pero ella pidió por ti —confesó, logrando exaltar al santo de
Capricornio—.Y así es como el Emperador decidió obsequiarte libre albedrio… por
eso jamás ha reclamado su derecho sobre ti.Esa es la razón por la que pudiste
seguir el sendero de tu predilección… incluso toleró la idea de que fueras un
hombre que le debiera devoción a Atena. Espero que comprendas que tales cosas
suenan casi imposibles viniendo de él, pero
eso demuestra el gran afecto que el señor todavía guarda por una vieja
amiga… y es por su memoria que ha respetado su petición.
Sugitapermaneció en silencio, asimilando toda esa información.
— No deseo que malentiendas, no
te dije todo esto para sembrar conflictos en tu corazón. Eres un santo de
Atena, enorgullécete. Algunos dicen que aquellos que luchan contra los hilos
del destino merecen respeto y admiración, pero yo siempre he creído que es una
injusticia no reconocer el valor de aquellos que lo aceptan tal como es y
luchan contra las adversidades para verlo cumplido— fueron las palabras de
Sorrento antes de que su reunión fuera interrumpía por uno de los centinelas.
Mientras Sugita debía dirigirse al Pilar del OcéanoAntártico por
petición del Emperador, Sorrento debía acudir al palacio y responder al llamado
de Enoc.
Acompañado por un soldado de la Atlántida, Sugita se detuvo en la cima
de una vereda desde la que pudo contemplar el templo de Poseidón, pensando en
que éste pudo haber sido su hogar, su gente… en vez de unacloth, sería una
scale la que cubriera su cuerpo. Finalmente entendió que siempre tuvo la
oportunidad de elegir, y él eligió seguir el camino para convertirse en un
santo, y lo hizo no sintiéndose obligado, nunca, fue un sueño que adoptó
gustoso desde su niñez, un anhelo que le permitió no claudicar durante los
arduos entrenamientos de los que creía no iba a sobrevivir. Todos sus esfuerzos
finalmente se habían visto compensados, y ahora que era un santo, no tenía
porqué sentir pesar alguno.
Su rostro recuperó ese gesto risueño que lo caracterizaba, dejando
escapar un suspiro de alivio. Entendió que jamás podría cambiar su vida en el
Santuario por ninguna otra, incluso ahora extrañaba la corriente del aire
golpeando su cara mientras viajaba por los doce templos.
Estaba agradecido con Sorrento por haber apartado las dudas sobre su
familia, y también con el Emperador por permitirle ser un pajarillo libre.
Ahora que ya no había nada que lo distrajera de su deber, era tiempo de llevar
a cabo su misión.
-*-*-*-*-*
Sugita de Capricornio y Aristeo de la Lyra se reencontraron al pie del
pilar del Océano Antártico. Fueron llevados allí por un par de soldados
quienes, tras cumplir su función, marcharon de regreso a sus puestos.
Allí, conocieron al marine shogun que protegía dicho pilar, un
guerrero de joven aspecto y quizá inexperto en la materia, pero para los
sentidos de Aristeo había un aura muy singular rodeándolo; le recordaba mucho
al cosmos que percibía de Kenai, santo dorado de Cáncer. Sin embargo, aunque la presencia de Kenai siempre ha sido
cálida, el de ese marino era fría e hiriente…
Sugita vio junto al marine shogun al cuervo que originalmente les
acompañó. En cuanto el ave los divisó, extendió sus alas para volar rápidamente
yretomar su lugar sobre la hombrera dorada de Capricornio.
El portador de la scale de Lymnades los recibió con un saludo
silencioso, conforme sus ojos azules los
estudiaban.
— Así que ustedes no sólo serán los primeros en entrar al renovado
reino de Poseidón, sino también los primeros humanos en entrar a ese lugar —comentó, más para sí mismo
que para los santos.
— ¿Qué quieres decir? —cuestionó Sugita.
— El Emperador ha aceptado ayudarlos en su misión de búsqueda. Yo los
llevaré al sitio que han descrito con detalle… En todos mis años como custodio
de esa puerta jamás deseé entrar… se percibe mucho dolor y desesperanza desde
el exterior, por lo que no me imagino qué se sentirá estar en el interior— el
marino pareció desvariar, pero sólo dejaba que sus pensamientos fueran
escuchados por los demás.
— Suena a que es un lugar
peligroso —Aristeo de la Lyra comentó, intrigado por el aroma de
cenizas, azufre y muerte que percibe del marine shogun.
— No podría decirte con certeza, la última vez que el Emperador estuvo
allí selló por completo la entrada, y desde entonces nadie ha cruzado. También
será una experiencia nueva para mí. Correré su mismo destino…
— ¿Por qué la armadura de oro estará allí? —Sugita pensó en voz alta.
— Su amigo Kenai del Santuario me ha informado sobre su travesía por
el mundo de los espíritus, así es como logró localizar lo que buscan…
— Espera un segundo…. ¿quieres decir que tú y Kenai se conocen? —el
santo de Capricornio preguntó,extrañado.
— Ese cuervo —señaló— fue el enlace. No tenía el gusto pero a través
de él es que pudimos encontrarnos.
— Eso quiere decir que eres un shaman
—indicó Aristeo.
— No lo sé, aquí nunca nadie me había llamado así —respondió con
indiferencia—… quizá en el mundo de afuera lo sea, pero en la Atlántida sólo
soy un marino más que sirve al dios Poseidón —aclaró, pasando por entre el
medio de los dos santos, esperando que siguieran sus pasos.
Nihil los condujo por el laberinto oscuro y repleto de niebla.
Conforme más se adentraban por los altos y estrechos pasadizos, más densa se
volvía la bruma, pero el marine shogun conocía a la perfección la zona así que
les alertaba de los cuidados que debían tomar.
Sintieron que pasó una eternidad mientras avanzaban, hasta que
finalmente un sonido comenzó a escucharse de forma continua, viento quizá.
Llegó el punto en que la neblina cubría completamente los muros; no
importa hacia donde mirasen, todo era una pantalla gris. Sólo porque sentían el
suelo bajo sus pies es que no pensaban que se encontraban caminando sobre las
nubes o perdidos en el limbo.
— Este es el lugar —dijo el marine shogun al detenerse, justo cuando
se abrió un espacio rodeado por paredes rocosas tan altas como montañas. Nihil
caminó por una plataforma de piedra. Sugita lo siguió con cuidado, quedando
boquiabierto al ver lo que había debajo de ésta, un abismo de niebla que giraba
como un torbellino en el mar.
Se sintió como estar sobre la plancha de un barco a punto de ser
arrojado a las fauces del embravecido mar.
Aristeo permaneció atrás, sosteniéndose de la superficie más cercana
al ser invadido por un vértigo
indescriptible.
Sugita miró ese tornado al fondo del abismo y creyó escuchar gritos de
desesperación y odio, por lo que por un instante se cubrió los oídos.
— Así que tú también los escuchas… —musitó el marine shogun que se
posó repentinamente a su lado.
Sugita lo miró confundido.
— No hay tiempo que perder… debemos saltar —Nihil explicó.
— ¡¿Qué?! ¿Estás loco? ¿Saltar dentro de eso? —señaló con claro pavor
ante la idea.
— Velo como un salto de fe.
Es la única manera y temo que tu amigo tendrá que quedarse aquí —dijo el
marino.
— Eso no, yo iré con ustedes —Aristeo logró sobreponerse a la sobrecarga
sensorial que recibió de ese lugar. Con paso firme llegó hasta ellos.
— Temo que no hay nada que puedas hacer… El sello que el Emperador
implantó en este lugar destrozará a cualquiera que intente pasar por él a menos
que se trate de un marino. Y en vista que él y yo somos los únicos aquí, tú y
el ave tendrán que esperar.
— Pero yo soy un santo de Atena, como él —Sugita dijo de inmediato.
— El Emperador me aseguró que no habrá problemas al tratarse deti.
Pese a que tu voluntad sirva a otra diosa, tu carne y sangre siempre tendrán un
vínculo con este reino… considéralo un don del cual estar orgulloso, no una
maldición de la cual sentir deshonra, Sugita.
El santo dorado calló, mirando con congoja el vacío repleto de niebla.
Aristeo no podía negarse a creer en la advertencia de Nihil, había un
poder desgarrador en ese lugar que no dudaba fuera capaz de aniquilarlo si
intentaba pasar la restricción.
— Si es así…. Entonces debes ir Sugita. El resto de la misión queda en
tus manos, recuerda a qué vinimos aquí —Aristeo musitó, tratando de
tranquilizar a su compañero —. Que seas el único santo del Santuario capaz de
cruzar ese umbral es la prueba de que el destino te colocó en el lugar
correcto, no temas… La cuna en que uno nace carece de importancia, tus actos
son los que te definen, y hasta hoy has actuado como un auténtico guerrero de
Atena.
Sugita agradeció en silencio tales palabras de confianza.Dándose una
palmada en la frente para apartar las ideas que no lo dejaban pensar con
claridad.
— Tienen razón, lamento mi comportamiento… —dio un suspiro corto antes
de girarse hacia el marine shogun—. Te seguiré…
Nihil asintió justo en la orilla de la plataforma de piedra— Para ser
honesto, no tengo idea de lo que nos depara allí abajo pero, aconsejaría que
retuvieras la respiración lo más que puedas— advirtió antes dedejarse caer sin más
demora.
Sugita lo vio perderse entre la densa bruma, y sin mayor titubeo lo
imitó.
*-*-*-*
País Azul, Bluegrad.
A Alexer, actual marine shogun del Océano Ártico, se le notificó la
llegada de un emisario de la Atlántida.Demoró en ir a su encuentro pues
necesitaba finalizar unos tratados que
asegurarían el bienestar y futuro de su comunidad.
Caminó en solitario hacia el recibidor de la mansión en la que reside.
Al arribar a la iluminada sala, divisó a su hermana Natassia, quien se había
encargado de dar el debido recibimiento al visitante.
Había un juego de té y algunos entremeses en la mesa junto a la que la
mujer se había sentado, aunque el marine shogun permaneció de pie junto a la
ventana, divisando a través del cristal el jardín floreciente que había afuera.
Alexer avanzó hacia su compañero de armas, estirando el brazo para
estrechar su mano con la cordialidad a la que estaba acostumbrado.
— Bienvenido Tyler. Me tomas por sorpresa, no es común verte en mi
territorio ¿sucede algo?— Alexer inquirió.
Tyler era un joven de piel morena sobre la que resaltaba una abundante
cabellera verde olivo. Vestía orgullosamente la scale de Hipocampo, manteniendo su casco bajo el brazo por
cuestiones de etiqueta.
El guardián del Pilar del Pacifico Norte sonrió a su compañero a quien
respetaba; aún le resultaba difícil que, a sugerencia de Behula de Krysaor, tuviera
que ser precavidocon él.
— Alexer, veo que has hecho un excelente trabajo en Bluegrad. Ha
pasado tiempo desde la última vez que caminé por sus calles así que, puedo
decir que lograste darle un nuevo brillo a todo esto —Tyler de Hipocampo
comentó con camaradería.
— Todo es gracias al poder y apoyo del emperador Poseidón —dijo el
regente de Bluegrad, antes de sentarse junto al fuego en un cómodo sillón de alto
respaldo—. Tyler, disculpa mi rudeza pero, no creo que hayas venido hasta aquí
sólo para admirar el paisaje, mucho menos vistiendo tu armadura de guerra,
¿podrías decirme lo que realmente está pasando? —indagó el perspicaz Alexer.
Tyler pensó en mentir, sin embargo desistió al sentirse incapaz de
hacerlo— No estoy enterado de toda la historia, sin embargo, en la Atlántida
las cosas se han tornado un poco tensas. El Emperador nos ha pedido que estemos
en alerta y preparados, hay rumores de que podríamos ser atacados.
— ¿Y por qué no se me fue notificado? —Alexer preguntó.
— Es algo reciente, no lo tomes personal —dijo el marine shogun de
Hipocampo—. Si quieres escuchar la versión completa tendrás que acompañarme.
— Habría ido por mi cuenta si me hubieran convocado como es costumbre
¿temían que me perdiera en el camino? —preguntó, cruzando los brazos sobre su
pecho.
— Escucha Alexer, todas esas preguntas podrá respondértelas Enoc. Sé
lo mismo que tú —mintió ésta vez— A mí sólo me pidieron venir hasta aquí y
acompañarte personalmente.
Alexer cerró los ojos, manteniéndose así por unos segundos que a Tyler
le parecieron una eternidad. El regente de Bluegrad dio un suspiro de resignación antes de mirar
a Tyler con gran pesar en su rostro—. Lamento que hayas tenido que ser tú,
amigo… —musitó para confusión de Tyler.
Antes de que el marine shogun de Hipocampo pudiera cuestionarlo, un
estruendo lo tomó por sorpresa en cuanto una figura entrara a gran velocidad después
de haber hecho trizas la puerta del la habitación.
Fue durante una fracción de segundo en el que una bestia de color rojo
lo impactó con tal fuerza que lo sacó volando a través de la ventana, hacia el
jardín en el que su cuerpo dejó un gran surco en el suelo.
Tyler permaneció aturdido en el suelo, intentó levantarse,mas cuando
comenzó a escupir sangre por la boca un terrible dolor se lo impidió.
— Alexer…. Tú… —intentó decir, volteándose hacia la construcción de la
que fue lanzado.
Allí, traspasando el ventanal
roto divisó a una guerrera que poseía
una radiante armadura carmesí de cuya espalda crecían un par de alas curvas que
simulaban las de un ave.
— Ya era hora —dijo ella con una prepotente sonrisa—. Estaba
cansándome de tener que hacer todo desde las sombras.Ya se han percatado de la
situación, no hay razón para continuar escondidos ¿no lo crees, Alexer?
—preguntó al regente, quien se había posicionado a su lado, mientras la joven
Natassia permaneció tan quieta y silenciosa como una muñeca de porcelana
sentada en la sala.
— Es desafortunado… ¿esto no cambiará el plan? —dijo Alexer a la mujer
de cabello azul celeste.
— No hay necesidad —ella respondió, volviendo la mirada hacia el insignificante
marine shogun de Hipocampo—, perderemos un poco el factor sorpresa pero eso no
evitará que les arrebatemos el aliento por lo impresión que se llevarán.
— ¡Alexer! —clamó Tyler tras poder incorporarse — ¡¿Entonces es
cierto?! ¡¿Todo este tiempo… no has hecho más que confabular contra el
Emperador?!
Alexer sabía que llegaría el día en que tendría que enfrentar miradas
repletas de odio como la que le dedicaba Tyler, pero no imaginó que no podría
con ellas. El marine shogun de Kraken cerró los ojos e inclinó el mentón hacia
otra dirección, incapaz de responder a tales reclamos.
La mujer se adentró más al campo del ahora deteriorado jardín. A su
paso, el césped y las plantas se prendían en llamas hasta reducirse a cenizas
en cuestión de instantes.
Tyler percibió un poderoso cosmos que emergía del cuerpo de esa
guerrera, mas no se dejó intimidar pese a que algo de sudor le cubrió la
frente.
— Te ves tan asustadizo como un pez fuera del agua… —comentó la
guerrera al detenerse, guardando distancia entre ella y su rival.
— Danhiri —la llamó Alexer—,hazlo rápido… —pidió sin atreverse a
mirar.
— Esa es una petición fácil de cumplir —la mujer alargó el brazo, y de
su mano emergió una veloz llama de fuego que sorprendió a Tyler, sin embargo,
encontra de lo esperado, el marine shogun de Hipocampo movió los brazos de tal
forma en la que logró manipular el torrente de llamas, redirigiendo su cauce
hacia el cielo donde se extinguió en las alturas.
Para Danhirifue algo inesperado. Notó cómo es que los brazos del
marine shogun se encontraban envueltos por una especie de ventisca que generó
con su cosmos.
Tyler le dedicó una mirada desafiante pese a que fue por muy poco el
que lograra tal hazaña.
— Es lamentable para ti… tú quien pareces especializarte en manipular
el fuego, seré capaz de controlar tus flamas usando mis habilidades sobre el
aire —Tyler explicó, conforme su cosmos se intensificó hasta crear un remolino
con el que esperaba protegerse.
— ¿De verdad soy yo la que está a desventaja? —la mujer preguntó con
sorna, lanzando otra ráfaga de fuego.
Tyler volvió a atraparla y dirigirla hacia el cielo, sin embargo, esta
vez percibió que la potencia de las llamas se intensificó en cuanto pasaron por
sus manos, sintiendo sus brazos arder.
El marine shogun de Hipocampo se contempló las manos, viendo sus dedos
ampollados y sintiendo horribles quemaduras en los brazos pese a que su scale estaba intacta.
— ¿Acaso no sabes lo elemental? El fuego se intensifica con la
presencia del viento… por lo que me es conveniente que continúes soplando para
mí… somos muy afines después de todo. Ahora, ¡arde! —gritó al alzar los brazos
de forma diagonal hasta juntarlos para formar
una cruz.
De su cuerpo se liberaron dos ondas flameantes que como serpientes se
deslizaron y comenzaron a girar alrededor del marine shogun.
Tyler amplió el alcance de su
tornado protector, mas rápidamente las llamas lo cubrieron, se amoldaron a la
corriente, apropiándose de ella. Las llamas danzaron con mucha más violencia
una vez que volvieran suya la fuerza del viento.
Tyler se vio atrapado en medio de esa espiral de fuego cuyas paredes
buscaron cerrarse sobre él, pero la fuerza de su cosmos las mantuvo en línea, aunque
¿por cuánto tiempo?
No era capaz de superar la fuerza de su enemiga ¿cómo podía ser? Pese
a emplear todo su cosmos no le era posible deshacerse de esa prisión ¿Con qué
clase de personas es que Alexer se ha involucrado? Pensaba con frustración,
siendo víctima de un calor sofocante que estaba dificultándole la respiración.
Tyler pensó en centrar todo su poder en sólo una parte del velo de
fuego, esperando abrir una salida por la
que pudiera escapar, desafortunadamente, antes de ejecutar su plan, una mano
emergió de las paredes llameantes, sujetándole el rostro.
Se sintió paralizado cuando esa mano le aplastara y quemarala cara.
Sintió como si de tal dolor, toda una corriente de agonía se filtró por su
cuerpo.
Danhirise había lanzado hacia el tornado de fuego, pasando con suma
facilidad a través de las llamas y el viento para alcanzar a su oponente. Lo
arrastró por el suelo antes de elevarse en el aire gracias a las alas de su
ropaje, donde lo golpeó repetidamente con el puño izquierdo. Impacto tras
impacto, el peto de la scale de Hipocampo terminó rompiéndose.
Tras un codazo sobre el pecho, el cuerpo de Tyler calló hacia tierra
firme, mostrando algunos movimientos con los que luchó para ponerse de pie, mas
todo fue inútil cuando la mujer cayó de pie pesadamente sobre su espalda.
El alarido de Tyler logró que Alexer abriera los ojos y se dignara a
ser testigo de su final.
La infame guerrera posó su pie sobre la cabeza del marine shogun de
Hipocampo quien ya había perdido el sentido. Alzó la rodilla con la intención
de reventarle la cabeza de un pisotón, mas su deseo de sangre fue frenado
cuando vislumbró dos puntos escarlata que se precipitaron por su flanco derecho.
Danhiri saltó hacia un lado al desconocer la naturaleza del ataque,
apartándose fácilmente. De inmediato buscó al agresor que venía caminando por
entre los rosales del devastadojardín.
— He conocido a muchas mujeres ardientes en mi vida, pero veo que tú
las superas a todas —dijo el sarcástico santo dorado que se presentó en el
campo de batalla—. Ya déjalo en paz preciosa, es obvio que no te ha dado el
ancho ¿Por qué no me dejas tomar su lugar? Prometo que no te decepcionaré —pidió,
sonriente.
— ¿Quién eres tú? —la guerrera cuestionó, molesta por la inesperada y
descarada interrupción.
Alexer permaneció en silencio, sabiendo que ahora que el
Santuario se ha involucrado la situación
estará lejos de mejorar.
— Qué modales los míos. Mi nombre es Souva, santo dorado de Escorpión,
a tus servicios —se presentó tras una irreverente inclinación.
FIN
DEL CAPITULO 38